Es bastante habitual que en los debates sobre responsabilidad social de la empresa salga alguien a decir que esto no nos debe hacer olvidar que la empresa debe ser rentable. Como si fueran dos aproximaciones contrapuestas. La respuesta habitual de los entusiastas de la RSE es que no hay ni debería haber contraposición. De todos modos, creo que todos deberíamos procurar no caer en esa retórica fácil que últimamente se ha puesto de moda y que todo lo resuelve sobre el papel y, por supuesto, con final feliz. Porque, efectivamente, según el modelo de empresa y las prácticas empresariales que se defiendan, a veces se da una fuerte contraposición. De la misma manera, sin embargo, que a veces hay empresas para las que estas contraposiciones son inconcebibles porque "económico" y "social" para ellas son inseparables, y se integran en una identidad corporativa .
Porque esta objeción es, desde el punto de vista del debate, un auténtico boomerang, porque retorna intacta a quien la hace. Es decir: porque utiliza expresiones como rentabilidad, responsabilidad o empresa que, en contra de lo que parece, piden que cada uno explicite en qué está pensando cuando expresa una opinión referida a ellas. Porque la realidad de tantas horas perdidas en debates aparentemente semánticos nos dice que su significado no es ni obvio ni el mismo para todos. Aquí, como en tantos otros casos, podemos no estar hablando de lo mismo, aunque estemos utilizando las mismas palabras. No podemos hablar de estas cuestiones desde la neutralidad, como si fuera un debate que consiste en aplicar a la realidad definiciones de diccionario. Sólo lo podemos hacer si explicitamos cuáles son nuestras opciones y, consiguientemente, a qué nos queremos referir con las palabras que usamos. Por eso tantas veces, tanto en el sector social como en el sector empresarial hay un sentimiento de incomodidad por la falta de una definición clara. Y lo que conviene entender es que la reflexión sobre estas cuestiones no nos da una norma sobre lo que hay que hacer o exigir, sino un marco de referencia para que nos involucremos y le damos forma concreta a partir de nuestras opciones y actividades. Y es que las definiciones nunca sustituirán a las opciones y los compromisos con determinados valores.
En este sentido, cada vez más creo que la cuestión consiste en preguntar por la empresa responsable y no, como dicta lo que hoy es políticamente correcto, por la empresa socialmente responsable. Creo que hablar de empresa socialmente responsable ha sido -¡y es!- útil, necesario e inevitable. Y lo seguirá siendo. Pero también ha sido fuente de malentendidos y confusiones, porque a menudo se percibe como una dinámica circunstancial, o como un asunto especializado o propio de una nueva área funcional. Cada vez estoy más convencido de que no deberíamos olvidarnos de hablar de empresa responsable.
La pregunta, ¿la única pregunta?, es la pregunta por la empresa responsable. Más aún, no es ni una pregunta. La empresa sólo puede serlo si es responsable. Ahora bien, la cuestión es: ¿responsable ante quién?; ¿responsable de qué? Y, también, ¿cómo se concreta esta responsabilidad?; ¿quien tiene derecho a exigirla? Y ¿cómo se rinden cuentas? Hoy el debate que tenemos abierto, en el fondo, no es sobre si una empresa es o no responsable, sino sobre cómo entiende esta responsabilidad. Y, evidentemente, como entienden esta responsabilidad sus interlocutores. Porque hoy la responsabilidad es más compleja, como lo es la sociedad, y no tenemos un único camino de respuesta.
La responsabilidad de la empresa tiene múltiples dimensiones, que son el resultado, a la vez, de un reto y de una demanda: ¿cuál es la contribución hoy de la empresa a la sociedad? Porque la empresa es, al mismo tiempo, un actor económico y un actor social. Y debe reconstruir continuamente su lugar en la sociedad, de manera que su actuación económica no se vea desbordada por exigencias que no le corresponden, pero también de manera que no ignore nunca que no hay ninguna actuación económica que no tenga también una dimensión social. Pero esto también lo ha de interiorizar el Tercer Sector. Cada vez más, desde el mundo empresarial (y, más específicamente, desde las empresas comprometidas con una visión amplia de su propia responsabilidad) le preguntarán acerca de cómo entiende su responsabilidad como organización social, y como lleva a cabo las prácticas que exige a los demás. Y se esperará que la respuesta no se considere ya justificada por la nobleza de sus fines, y que a su vez no ignore que nunca hay ninguna actuación social que no tenga una dimensión económica. Quizás el terreno común será cada vez más sobre proyectos concretos que permitan entender la interpretación que cada uno hace lo que son sus responsabilidades.
Hoy la responsabilidad empresarial incorpora más dimensiones, quizás, de las que incorporaba años atrás. Y esto es el resultado tanto de nuevas presiones y demandas sociales, como de la visión y la lucidez de determinadas empresas y profesionales. Pero, en definitiva, la pregunta por la empresa responsable es la pregunta por qué empresa y qué sociedad queremos construir. ¿O es que podemos pensar la empresa al margen de la sociedad? ¿O es que podemos pensar la sociedad sin la empresa?
Claro que, para según quien, la solución es simplemente no pensar.
@JosepMLozano
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