El valor del trabajo humano se busca generalmente pagarlo en términos económicos, sin embargo, cualquier persona busca otras formas de retribución además del dinero.
Sin pretender necesariamente ser una segunda parte del texto publicado previamente (¿Es medida de manera adecuada la productividad?), este va por el mismo camino en cuanto a la revaloración de la persona dentro de las organizaciones.
En términos prácticos, generalmente al entrar a trabajar en una empresa se firma un contrato en donde se establecen las reglas de la relación laboral, siendo todas ellas establecidas en términos monetarios: el valor de la jornada laboral, vacaciones, incapacidades, bono de productividad por mencionar algunos, y en caso de contratos colectivos se incluye el pago de horas extras cuando las hubiere.
Normas o estándares que están establecidos en su forma pecuniaria desde por lo menos el siglo XIX. Ajustando todo lo anterior en términos de mercado, es decir, todo visto desde la perspectiva oferta y demanda. Paradigma que establece que las mencionadas relaciones laborales se pueden o más aún, deben ser establecidas bajo estos conceptos.
Y si bien es cierto que todos necesitamos el dinero para al menos sobrevivir, también es cierto que se requieren considerar factores que vayan dirigidos a la persona, que aunque suene tautológico espera recibir aunque sea de forma tácita reconocimientos que vayan dirigidos a la persona como ser humano que es.
Posiblemente muchos hemos tenido la oportunidad de ver en algunas empresas el lema que dice: “eres más que un número en la nómina”, y sea que lo practiquen o no, todos requerimos ser valorados y tratados como persona y no como un elemento más de los factores de producción.
Seguramente uno de los esos elementos más importantes para ser considerado como persona es la confianza. Que los jefes y directivos en general tengan y digan de manera explícita que se le tiene esa confianza a su personal y no dejarlo como algo obvio y de manera tácita.
Se requiere de la “palmadita en la espalda” pero no solamente desde el punto de vista sicológico, sino el considerar a la persona como tal, decírselo y generar algún tipo de reconocimiento que haga evidente esa confianza.
Éticamente hablando, la empresa no es la reunión de algunos factores de producción, es un conjunto de seres humanos que se reúnen para generar algún bien o servicio, y se convive en ella de manera diaria al menos ocho horas y por muchos años.
En otras palabras, somos seres humanos conviviendo con seres humanos y todos buscamos ser tratados como tales. Y si bien el dinero puede ser un mecanismo para reconocer el trabajo realizado, no es este únicamente lo que se busca.
En este sentido, la responsabilidad social empresarial es por donde debe iniciar, manejarse con valores éticos con su personal y no solamente considerando a sus stakeholders externos.
En resumen, se ha dejado a la economía y por ende al mercado el evaluar al ser humano constriñéndolo a los valores económicos, cuando en realidad sus valores son éticos y que son básicos en cualquier convivencia.
Seguiremos platicando ….
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