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La primera década del siglo XXI nos ha conducido a una buena parte de los occidentales a una triste constatación: la tendencia más que probable que la presente y futura movilidad social ya no será ascendente, sino también descendiente. En otras palabras: estamos asumiendo que nuestros hijos tal vez vivirán peor que nosotros, que el descenso social está amenazando a unas clases medias desorientadas que no saben cómo afrontar su futuro. Hemos entrado en una época en la que no es seguro ni probable que los hijos tengan más oportunidades vitales, económicas y sociales que sus padres. Esta sensación de inseguridad y de deterioro del nivel de vida está provocando sentimientos contradictorios en los grupos sociales. En resumen, el no funcionamiento del ascensor social está generando un grave malestar generacional, porque las promesas y creencias en las que se criaron sus padres ya no están operativas. Siempre hemos utilizado la metáfora del ascensor social desde el supuesto de que sólo subía. Pero avanzamos hacia un mundo lleno de incertidumbres laborales, económicas y vitales. Entramos en una nueva era. Se acabó el mirar el futuro desde el supuesto de la confianza y la esperanza. Si quieren ocupar dicho espacio se lo tendrán que ganar a pulso, en un duro combate con la amenaza y el miedo a lo desconocido.

Pero, además, ahora cuatro nuevos libros nos ponen en aviso de un nuevo cambio, de un nuevo desajuste. El fallo de lo que podríamos llamar el ascensor cultural. Hablamos de Sin ánimo de lucro. ¿Por qué la democracia necesita las humanidades, (Martha C. Nussbaum,); Adéu a la Universitat (Jordi Llovet), La sociedad de la ignorancia (Gonçal Mayos y Antoni Brey), Per què llegir els clàssics, avui (Laura Borràs). La tesis, por decirlo de manera rotunda y provocativa sería esta: quizás también hemos entrado en una época en la que los hijos tendrán menos oportunidades culturales que sus padres. Parece absurdo, ¿verdad? Antes, sin embargo, de rechazar la tesis, déjenos presentar un par de consideraciones.

Hemos apostado por el paradigma del crecimiento económico y del cultivo de la técnica y hemos menospreciado el paradigma del desarrollo humano, de la educación de las emociones morales, del razonamiento y de la imaginación, de la conversación socrática. Nos hemos olvidado de trabajar el espíritu, de un tipo de pensamiento e imaginación que conecta la persona con el mundo de una manera rica, sutil y compleja, que enriquece nuestras relaciones humanas y las hace diferentes de las de simple uso y manipulación. De tal manera que el olvido de la Cultura, con mayúsculas, de las artes y las humanidades nos impide ser ciudadanos democráticos informados, independientes, receptivos y con un pensamiento crítico serio y libre. En palabras de T.S. Eliot: "Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en información? ".

La sociedad postindustrial conlleva un riesgo creciente de incultura, o del advenimiento de una sociedad de la ignorancia o la incultura. Pero en formatos entretenidos, como ya lo avisó Neil Postman en Amusing Ourselves to Death: Public Discourse in the Age of Show Bus.... El alud informativo de datos y la rapidez de su intercambio nos condena a la obsolescencia cognitiva, a la incapacidad manifiesta de llegar a ser nunca contemporáneos, de procesar y digerir la progresión geométrica de la información disponible, de manera que pueda integrarse en nuestra experiencia vital . Pero, sobre todo, en la inflación informativa hemos acabado por elegir y priorizar lo que se puede manejar operativamente, lo puramente técnico, aplicado, cuantitativo o pragmático. Y, con una preferencia absoluta de lo que tiene que ver con el crecimiento económico (¿economía y crecimiento son dos palabras que deben ir siempre pegadas?). El lenguaje de los expertos ha sustituido el lenguaje de los sabios. El éxito hiperbólico de la información vendría acompañado del fracaso hiperbólico de la sabiduría, del abandono del saber saboreador y no depredador, lo que antes (¿antes?) Se llamaba la crisis del sentido.

Si hiciéramos, pues, una diferencia entre desconocimiento e incultura podríamos decir que el paso de las generaciones viene marcado por un incremento de los conocimientos y una merma de la cultura. Somos más especialistas, pero menos civilizados. El fallo técnico del ascensor cultural -vehiculado a través de los actuales modelos de enseñanza- estaría provocando una nueva segmentación social entre generaciones analfabetas tecnológicas pero con un poso de sabiduría y unas generaciones convertidas en técnicos especializados, pero en algunos casos rozando la barbarie. Ya lo anticipó hace varios años Max Weber, al vislumbrar el espíritu del capitalismo: "especialistas sin espíritu, hedonistas sin corazón, estas nulidades se imaginan haber alcanzado un estadio de la humanidad superior a todos los anteriores".

La cuestión ahora no es simplemente reclamar el retorno a las humanidades. La cuestión es la reivindicación comprometida en favor del humanismo. Un humanismo que no puede ser presentado como una nostalgia del pasado, sino como una mirada hacia delante. Una mirada que debe insertarse en las nuevas realidades tecnológicas y sociales pero que, por eso mismo, debe ser educada y desarrollada como tal mirada. No se trata simplemente de la necesidad de nuevos especialistas, los de humanidades. Se trata de acceder a la herencia del pasado para potenciar una mayor lucidez en la manera como nos situamos en el presente. El mundo cambia, pero la condición humana no comienza hoy. Una nueva aproximación al humanismo que sea la base de una nueva transversalidad es lo que hoy tenemos que construir. Sin querer partir de cero, claro está.

[Artículo publicado con Àngel Castiñeira en el diario AVUI el 23.04.11]

www.josepmlozano.cat

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Comentario por Maria Breva del Valle el mayo 4, 2011 a las 11:18pm

Efectivamente al ascensor social le espera un recorrido incierto y yo, que estoy en mitad de 5 años de carrera, no sé qué me espera cuando la acabe, y con este pensamiento no se avanza demasiado.

También es cierto que en este mundo capitalista y con todos los avances de las nuevas tecnologías, todo se nos está dando hecho y ya no es necesario ni que pensemos, ya lo hacen por nosotros. Es así como aumenta nuestro conocimiento sobre cosas no tan importantes y, por el contrario, disminuye nuestro aprendizaje y culturización. No obstante, aunque conocemos esta realidad, la hemos aceptado, y así es imposible salir del bache y ascender.

La relación que ha hecho RAFAEL con el libro de Aldous Huxley (que casualmente he leído hace apenas dos semanas) me parece más que acertada. Nos encaminamos hacia un futuro conformista en el que todos seremos como "máquinas/borregos" que aceptemos lo que nos venga como nos venga, y creamos todo lo que se nos diga simplemente porque nos digan que es así.

Comentario por Rafael el abril 29, 2011 a las 8:26pm
Aunque solo sea un hombre con un nivel cultural medianito tirando a corto,me veo en la necesidad de decir que si.Si ha lo que nos haces ver, aunque duela,pero dudo que haya remedio a ese descenso mas bien al contrario vamos a marcha forzada hacia UN MUNDO FELIZ  (Aldous Huxley) y no debe de ser tan descabellado mi comentario ya que siendo una novela de ciencia ficcion y muchas de ellas se han convertido con el tiempo en realidad esta versa mucho mas sobre la sociedad humana y parece que con el tiempo deja de ser tanta ficcion y mas realidad.

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