En los últimos años la business education ha sido mucho más business que education. Pero eso no quiere decir que haya una tranquila conformidad al respecto. Ni la autocomplacencia de creer que hoy no hace falta mucho más que algunos retoques periféricos. Por el contrario, proliferan iniciativas que se están replanteando radicalmente la situación.
Un ejemplo es el informe que ha publicado recientemente The Carnegie Foundation for the Advancement of Teaching, que lleva por título Rethinking Undergraduate Business Education. Entre muchas otras propuestas, se señala la necesidad de impulsar el desarrollo de cuatro dimensiones personales: la capacidad de pensamiento analítico, la capacidad de trabajar simultáneamente con varias aproximaciones a los problemas, la capacidad de explorar reflexivamente el sentido y la capacidad de razonamiento práctico. No es simplemente una propuesta. Porque su lectura en sí misma ya supone una crítica: la business education tiende a sobredimensionar alguna de estas capacidades ya descuidar las otras.
La capacidad de pensamiento analítico supone saber extraer conceptos abstractos a partir del trabajo sobre experiencias concretas y explorar de manera razonada las consecuencias del uso de estos conceptos. Esta capacidad analítica ha sido sobrecargada en muchas escuelas de negocios, hasta el punto que se ha dicho que producen más analistas que gestores. Lo que ha venido reforzado por el creciente peso de un cierto academicismo en la valoración de la carrera profesional de los profesores. Sea como fuere, hay que seguir insistiendo en que el pensamiento analítico es muy importante. Pero que deba ser importante no quiere decir que deba ser dominante y, mucho menos aún, excluyente.
En un mundo complejo y acelerado es necesario también desarrollar la capacidad de trabajar simultáneamente con varias aproximaciones a los problemas. Sólo podemos afrontar retos complejos si somos capaces de trabajar simultáneamente desde varios marcos de referencia. Ser mentalmente unidimensional cada vez más significa generar más problemas que soluciones. Hay que saber trabajar a la vez con diversas perspectivas, aunque en algún momento puedan ser o parecer contradictorias entre sí. Sin tener en cuenta simultáneamente elementos económicos, sociales, culturales o históricos no podremos resolver bien determinados problemas, entre otras razones porque ya no los habremos definido bien. No se trata de hacerlo todo más complicado, sino de comprender bien la complejidad.
Ahora bien, si nos quedáramos en el punto anterior, el riesgo (ampliamente confirmado) es llegar a la parálisis a través del análisis. Y, aún peor, al cinismo de limitarse a decir que todo se puede ver de muchas maneras, y que no importa una u otra. Por eso se necesita también la capacidad de explorar reflexivamente el sentido. Aquí ya cambiamos de registro, y pasamos a hablar directamente en primera persona. Se trata de involucrarse y comprometerse en la situación concreta que hay que afrontar, y elaborar explícitamente los valores, las preferencias, las motivaciones, el deseo y las esperanzas desde los que actuamos. Una capacidad reflexiva, pues, que va más allá de la tecnología y las habilidades operativas, y conecta con la disposición a no delegar en los demás el significado, la valoración y el sentido de lo que hacemos.
Y por eso es necesaria finalmente la capacidad de razonamiento práctico. Que no es una capacidad meramente intelectual, sino un conocimiento multidimensional que incluye reflexión, emoción y generatividad, y que permite deliberar y discernir el curso de acción más adecuado en una situación concreta. Este razonamiento práctico está activa y explícitamente orientado a la acción, pero con plena conciencia de que en todas nuestras acciones nos ponemos en juego, a la vez, como profesionales, como personas y como ciudadanos. Y que sedar alguna de estas dimensiones conlleva una amputación vital, tal vez irreversible.
La business education ha sido muy efectiva en el trabajo sobre la primera dimensión. Pero ha descuidado (o, simplemente, ignorado) las otras tres. Entre otras razones porque desarrollarlas pide una abordaje que vaya más allá del saber instrumental, y involucre directamente a la persona. Y eso, con el paso de los años, en muchas escuelas de negocios se ha perdido, olvidado, considerado imposible o no pertinente. O, tal vez, todo a la vez. Pero, en último término, no podemos hablar de verdad de educación sin dirigirnos directamente a la persona como tal.
En cualquier caso, aunque sea por un mínimo de respeto al lenguaje, al menos convendría no hablar de educación si lo que se pretende es entrenar a mercenarios.
@JosepMLozano
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