El Gobierno español ha
estipulado que entre el 40% y el 60% de la remuneración variable de los principales directivos y administradores de las entidades financieras se pague en un mínimo de tres años y no anualmente. Como mínimo el 50% de esta paga variable se llevará a cabo en acciones. El objetivo es evitar que los gestores se centren en conseguir resultados inmediatos, y pongan en peligro la sostenibilidad a largo plazo.
Teniendo en cuenta todo lo ocurrido, quizás es una medida timorata pero ya va en la línea correcta. De hecho, cuesta entender que la mayoría de empresas no lo hagan así ya que la remuneración variable vinculada a objetivos a corto plazo es una de las mayores disfunciones en el funcionamiento corporativo y fuente de muchas malas prácticas, al priorizar acciones que demasiado a menudo serían incoherentes con una voluntad de crear valor a largo plazo.
En el caso de las entidades que han recibido ayudas públicas, la sensación de que nada ha cambiado y que continúan las malas prácticas es ampliamente compartida por la opinión pública. Ahora se ha dado un pequeño paso: el Banco de España deberá aprobar la remuneración variable en las entidades que hayan recibido ayudas públicas, y sólo lo hará cuando esté «justificada». Asimismo, el supervisor podrá poner límite a la retribución total. Pero todos sabemos que esta medida es más testimonial que otra cosa, entre otros motivos porque desde la política no se tiene capacidad real de comandar la situación. ¿Cómo se podría hacer si resulta que estas mismas entidades financieras han estado alegremente financiando a los partidos políticos de manera que los tienen cogidos por las partes más nobles?
Y es que el gobierno sólo ha dado este paso cuando ya no ha podido aguantar más la presión de la Comisión Europea, que ya expedientó hace unos días al estado español por no haber aplicado aún estas medidas.
Si no evitamos que los partidos estén libres de deudas no podremos tener una democracia de calidad. Y la manera de dar más autonomía a los partidos es fomentando que más gente milite en ellos, cosa que no quiere decir sólo una mayor solvencia financiera y social, sino una mayor democracia interna, aumentando el porcentaje de personas que militen no por la expectativa de un cargo sino por un sentido noblemente ideológico.
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