EL DESPIDO IRRESPONSABLE
Las empresas han olvidado su actitud responsable por culpa de la crisis
La responsabilidad de las empresas no ha aguantado el filtro de la crisis, evidenciando su carácter cosmético. La evidencia de esta afirmación la podemos encontrar en la forma en la que las empresas están gestionando la crisis. A este respecto quisiera resaltar dos cuestiones:
1.- Una empresa responsable no adopta como primera medida ante una situación de crisis el despido; y no lo hace, porque antes intenta recurrir a otras medidas que eviten que el perjuicio de la situación vaya a recaer en exclusividad sobre un único grupo de interés, el de los trabajadores, a no ser que nos hayamos olvidado que la RSE los había elevado a esta categoría. Habría que pensar en cuántos valores que componen la identidad de la empresa se están poniendo en juego cuando se actúa de esta manera; este tipo de actuación no es sino el principio del fin de cierta cultura empresarial que se ha intentado crear artificialmente, con valores vacíos, como la confianza, la lealtad, el compromiso. A este respecto es oportuno traer a colación el estudio realizado por el Observatorio efr Compromiso S XXI, en el que han establecido que alrededor del 80 % de los trabajadores no está comprometido con su empresa. Esta falta de compromiso que aparece en el grupo de los trabajadores es la respuesta lógica y emocional a la gestión que están haciendo las empresas, de la crisis, apostando exclusivamente, en el mejor de los casos, por la vertiente externa de la responsabilidad social.
2.- Si como hemos visto, la solución del despido como forma de afrontar una crisis puede ser cuestionable en sí misma, desde el punto de vista de una empresa responsable, aún es más cuestionable afrontar esta situación desde un punto de vista exclusivamente economicista, como están haciendo la mayoría de las empresas. El enfoque economicista con el que se abordan los problemas empresariales representa en realidad, la apuesta por los intereses de los accionistas a costa de los intereses de los trabajadores. La evidencia de esta afirmación la encontramos, por ejemplo, en la práctica diaria de la negociación de los expedientes de regulación de empleo, que es el procedimiento legal establecido para acometer despidos colectivos en empresas que presentan problemas económicos, técnicos, organizativos o productivos. Sin ánimo de entrar en la descripción pormenorizada de este procedimiento, por no ser objeto de nuestra reflexión, sí diré, al menos, que este procedimiento prevé un período de negociación de quince o treinta días dependiendo del tamaño de la empresa, con vistas a aminorar el impacto de las medidas adoptadas por la empresa. Una vez comprendida la lógica del procedimiento, lo que hay que saber es que lo habitual en estos períodos de negociaciones, es que el empresario, eludiendo su responsabilidad, se esconda detrás de un grupo de profesionales del derecho y de la economía, en la mayoría de los casos ajenos a la empresa y a sus valores, para dejar que las negociaciones discurran por la vía de los números y no de los valores que antes de la crisis formaban parte de la identidad empresarial. Claro, que esto no tendría por qué ser así si los profesionales de la economía despejaran de sus ecuaciones la incógnita de la ética. Como me dijo el profesor Conill hace poco, o quizá lo dije yo, lo que ha demostrado la crisis es que los empresarios tendrán que volver a pasar por los seminarios de Responsabilidad Social, porque parecen haber olvidado lo aprendido en estos años.
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Más que la actitud responsable, lo que han perdido las empresas es la amplitud de miras. La competitividad y la productividad son hoy los únicos valores útiles para las empresas, es lo único que buscan en sus trabajadores. Pero paradójicamente han perdido su propia competitividad y productividad.
Las empresas han olvidado, sobre todo en España, que para vender productos necesitan que la clientela disponga de dinero. Si se echa a la gente a la calle a la más mínima sospecha las dificultades se hacen mayores. Las empresas no ssaben ver más allá de sus propias puertas, ya que si todas las empresas utilizan la misma práctica de despido, todos se quedan sin clientela. Y a menos clientes más despidos, y a más despidos menos clientela... y así hasta que todo queda parado. Quizá los empresarios deberían, por un momento, dejar de estudiar economía y empezar a estudiar lógica.
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