Llevo algún tiempo sin escribir nada, abrumado por el peso de una actualidad despiadada y sin embargo previsible.
Me abruma ver cómo colectivos de todo tipo ocupan el espacio público para reclamar la parte de bienestar al que creen que tienen derecho, sin haberse parado a reflexionar que quizá la sustracción que hayan sufrido tenga su origen en la elección electoral que realizaron.
Me abruma ver cómo la ciudadanía a través de un procedimiento democrático elige la opción política que va a guiar su destino próximo, según cierto estilo de hacer, y a continuación intenta violentar esta elección por procedimientos revolucionarios.
No es que esté en contra de cambiar lo que no funciona a través de mecanismos de acción directa, no violenta, de lo que estoy en contra es del tipo de ciudadanías, poco ilustradas, que tienen que tomar la calle para corregir lo que no acertaron a decidir de forma democrática.
A pesar de todo, a esta ciudadanía, ignorante en lo político, que no entiende que la pasividad en forma de abstención, en política sí que tiene consecuencias, hay que atribuirle el mérito de haber conseguido que por primera vez en un proceso de embargo, se ponga por delante del balance económico el balance social de la operación.
La ciudadanía es un concepto de doble naturaleza, primariamente, se puede entender como una relación política entre un individuo y una comunidad política, en virtud de la cual aquél adquiere una serie de derechos, pero también se puede considerar como una relación emocional por la cual el individuo adquiere una identidad y desarrolla unos lazos de pertenencia. En este caso, en el nuestro, es el carácter emocional de la ciudadanía el que está primando sobre su carácter racional, que es en el terreno en el que se juega la justicia y la legitimidad de una sociedad y de su gobierno.
La ciudadanía no puede abdicar, sin embargo, de su naturaleza política, mediante la abstención o la falta de reflexión en el sufragio, porque tiene consecuencias que no siempre puede contrarrestar el coraje, debe reconciliar su naturaleza racional con la emocional para restablecer el equilibrio social.
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