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Foro de debate sobre ética y responsabilidad social en empresas y organizaciones

En el club de la RSE a veces nos pasamos un poco de frenada. En un sentido u otro. Hubo una época –a la vez ilusionante e ilusoria- en la que parecía que la RSE avanzaba al ritmo de la marcha triunfal. Y ahora estamos en un momento depresivo, en el que miramos al doctor preguntando si el paciente saldrá de ésta. Me gustaría contribuir a la confusión reinante con algunas consideraciones que permitan aumentarla.

Creo que no hemos digerido bien una mezcla letal entre un espejismo y la rutinización. El espejismo fue causado por el arranque espectacular de la ola de la RSE. Como partíamos de un nivel supuestamente bajo, la euforia de ver cómo se iban sumando iniciativas a la RSE quizás hizo creer que este era un proceso de crecimiento imparable. Y, claro, cuando se vio que tenía sus límites y que no necesariamente continuaban los incrementos, el tono vital bajó. A lo que cabe añadir, por otra parte, que quienes se sumaron a la RSE, tras la primera fase de adentrarse en territorio desconocido con mucho esfuerzo y sorteando muchos obstáculos (internos y externos) pero también con gran entusiasmo y creatividad se encuentran en una fase de cierta normalización o, dicho en la jerga sociológica, de rutinización, y esto ya es menos novedoso y genera menos noticias.

Y, hablando de noticias, la RSE no estaba equipada para enfrentarse a una situación de crisis como la que estamos viviendo (algún día habrá que pensar un poco sobre el por qué de esta falta de equipamiento, dicho sea de paso). Pero cuidado. Lo tópico sería decir que esto ha permitido resolver por un camino imprevisto la confusión entre RSE y acción social: la crisis, por razones obvias, recorta o elimina la acción social, pero no modifica las políticas de RSE integradas en el negocio, a lo sumo las ajusta, como hay que ajustarlo todo. Y aunque esto puede ser cierto en muchos casos, en esta lectura hay un déficit que ha emergido con claridad. Incluso cuando estaba integrada en el negocio, la RSE se situaba en la banda de las buenas noticias: era una relación de cambios, mejoras e innovaciones que se llevaban a cabo en nombre de esa RSE cada vez más integrada. Pero cuando en las empresas abundan las malas noticias y los problemas a resolver, ahí la RSE pinta o poco o nada. Y no es que, como a veces se dice, que entonces se olvide a la RSE. Es, simplemente, que el discurso y la práctica de la RSE ni están preparados ni se han planteado este tipo de cuestiones.

Si es verdad, como repetimos, que la RSE es gestión, y buena gestión convendría abrir el debate sobre la buena gestión en un contexto de crisis económica y social. Sorprendentemente, los abanderados de la RSE, en su mayoría, no han abordado la crisis en clave de RSE. Retos como los casi seis millones de parados o la transparencia sobre dónde, cómo, cuando (y cuanto) pagan sus impuestos las empresas no han entrado en la agenda de la RSE. No sugiero el angelismo de que la RSE permitiría abordar mejor la crisis. Simplemente, constato que, por lo general, los grandes temas la crisis económica y social no han formado parte de la agenda de la RSE. Por algo será. Pero, en cualquier caso, una RSE que no es capaz de tomar como primer tema de su agenda el paro es muy poco R, muy poco S y muy poco E.

Desde mi punto de vista, lo anterior se complementa con el hecho de que algunas empresas que se habían incorporado activamente al movimiento de la RSE, además de continuar ofreciendo buenas noticias han sido protagonistas de noticias no tan buenas que no solo han puesto sordina a todas las anteriores, sino que han puesto de relieve que la RSE ha pintado poco o nada cuando se ha tratado de afrontar estas malas noticias: las hipotecas y los desahucios, los diversos Ere, las preferentes, las prejubilaciones, los aumentos de tarifas… temas todos ellos de gestión –que requieren, por tanto, buena gestión- con gran impacto social ajenos a toda consideración –la que sea, pero alguna- en clave de RSE. Parecería que una cosa sea integrar la RSE en el negocio, y otra que hay situaciones que afectan al "verdadero" núcleo del negocio y de sus problemas donde las cosas van en verdad en serio, a las que ya no llega la RSE.

Finalmente, el atronador vacío de la RSE en el ámbito político. No nos engañemos: sin políticas públicas de RSE no es posible ni pensable su impulso. Y en este punto los partidos políticos ni están ni se les espera. Acarrean corregidas y aumentadas la contradicciones teóricas y prácticas de las empresas hacia la RSE, con el agravante de que, a diferencia de algunas de ellas, no han dado ni el primer paso. LA RSE solo está en la agenda de algunos –pocos, poquísimos- políticos, pero no en la agenda política, y así es perfectamente descriptible lo que se puede avanzar.

Ni fulgor ni muerte de la RSE. Más bien dificultades para encontrar su espacio en el contexto actual. Pero lo que no la ayudará es seguir insistiendo en lo mismo que ya decía y hacía cuando el contexto económico y social era muy diferente al actual.

(Por cierto: debería haber hablado de más actores y situaciones, pero por hoy me parece que basta con éstos).
www.josepmlozano.cat
@JosepMLozano

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