Si en algún momento podemos ver con más claridad dónde ejercemos una mayor y continua presión democrática, hoy es ese momento. Las estructuras democráticas, que nunca terminaron de serlo, se van quedando huecas por momentos. El golpe de estado financiero que se va a dar en España con el cambio constitucional, sin atender ni escuchar la voz del pueblo, es clara muestra. Las urnas se quedan pequeñas para dar espacio a las necesidades de la sociedad. El juego de los partidos, gestionado como oligopolio a la luz pública, nos lleva a ver con más claridad que nuestro mayor poder, frente a un sistema como el actual, está en el consumo.
Todos los días tomamos decisiones que tienen una afección sobre muchos terceros, son votos continuos de aprobación o reprobación a las actitudes que las empresas, y los gobiernos que lo permiten, tienen en relación a sus responsabilidades en todos los frentes: económicos, sociales y medioambientales. Nuestras decisiones como consumidores no pueden ser manipuladas una vez han sido ejercidas. El castigo del consumidor a cualquier compañía tiene repercusiones directas y claras sobre sus resultados. Nuestro poder como consumidores es grande y nuestra responsabilidad también. Es tal, que las compañías, los gobiernos, … gastan fortunas en direccionar nuestro consumo, en limitar nuestra libertad de elección, de las formas más sutiles a las más grotescas. El mayor de los engaños fue y es convencer al consumidor de que el propio hecho de consumir genera satisfacción independientemente de que exista una necesidad para ese consumo. Han situado al consumo en un paradigma de elección que sólo trabaja con el binomio cantidad/precio. Ni tan siquiera la calidad real, completa, juega un papel determinante. La idea filtrada en la sociedad de que la satisfacción y el bienestar del consumidor crece conforme crece su consumo es la base que mantiene ese binomio. De esta manera la presión del consumidor se centra en el precio y éste, adjetivado por algún rasgo de calidad muy sesgado y mediatizado por la posición de marcas, es el que nos permite tener más de lo que sea. Sin embargo, aun siendo esto completamente real y demostrado como una actuación mayoritaria, no hemos perdido nuestra capacidad de elección pero sí hemos de cambiar la manera de ejercerla.
Cuando elegimos unas zapatillas, una cerveza, un destino turístico,... somos responsables de las repercusiones que esto tiene. Tenemos un poder que ejercer para indicarle a la sociedad como queremos que sean las cosas. Tenemos capacidad de cambio.
Un euro gastado en un bien o servicio está tomando decisiones que afectan a:
El mundo está lleno de pequeñas y medianas empresas que viven en sus territorios de forma comprometida y que no pueden competir con quienes, no pagando sus costes totales, revientan el mercado.
Si tenemos en cuenta estos cuatro aspectos en nuestras elecciones como consumidores y ejercemos responsablemente nos convertimos en agentes de cambio.
Pasar del paradigma falso e insatisfactorio de la cantidad/precio a un paradigma en el consumo que contemple:
es un cambio que ha de aportar la verdadera satisfacción del consumidor en su ejercicio responsable como tal.
Y esto no es tan complicado como parece. Conocemos a nuestros empresarios locales, sabemos quienes son, cómo trabajan, cómo actúan, si están pagando también sus costes sociales y medioambientales. Conocemos a empresas que están siendo denunciadas constantemente y que sólo corrigen cuando se les denuncia y nunca desde su responsabilidad. En el mundo entero hay ya muchas personas y entidades sociales que llevan tiempo hablándonos de consumo responsable y que nos acercan conocimiento e incluso propuestas.
Los consumidores ya hemos demostrado que sabemos boicotear a un empresario que no lo es, que es, como poco, un irresponsable desde todas las miradas posibles. Estos son los mismos que manejan las estructuras políticas y democráticas en beneficio de muy pocos. Ahora, sin dejar de hacer esto debemos pasar a apoyar a todos los empresarios responsables del planeta dejando de dirigir nuestro consumo con la mirada única y egoísta del binomio cantidad/precio.
Está en nuestras manos y la responsabilidad es personal, de cada uno. Tenemos un gran poder y la obligación de utilizarlo con justicia y equidad.
NITTÚA
Raúl Contreras
Núria González
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