La Democracia Liberal o Representativa, es una fórmula de gobierno buscada por una serie de individuos que demandan una forma científica de gobierno con la que poder asegurar sus libertades civiles o negativas, con el mínimo de dedicación posible a esta tarea. Esta fórmula científica de gobierno consistirá en una forma de gobierno definida por el imperio de la ley y en la cuál, el cambio de gobierno dependerá del voto mayoritario. Profundizar en la democracia, desde esta visión de la sociedad y del gobierno, significará para el individuo moderno, frente al hombre social de las comunidades clásicas, garantizar al máximo que los gobiernos puedan ser despedidos por un voto mayoritario y no que cada vez más áreas de la vida social se sometan al control ciudadano, como demandan los últimos movimientos sociales surgidos tras la crisis financiera de 2008: el Movimiento 15M, Occupy Wall Street, la primavera árabe, la primavera de Valencia y ahora Podemos.
Uno de los mayores engaños de esta democracia liberal consiste en hacernos creer que hacemos lo que queremos, que vivimos la vida que queremos o que tenemos la sociedad que queremos cuando, en realidad, lo que tenemos es algo que nos han impuesto. Y es que esta forma de organización del gobierno, representado por las democracias liberales nos permite elegir, ciertamente, pero entre una serie de opciones limitadas (entre las que puede estar Podemos) y que no son de nuestra autoría, porque en el ámbito político de las democracias liberales la libertad es impuesta; es decir, regulada mediante una serie de mecanismos técnicos (los sufragios programados) y por tanto, también pasiva, sin influencia en las cosas importantes de la comunidad. Aquí se manifiesta la diferencia con la libertad creadora que encontramos en ese otro tipo que son las democracias participativas y por las que aparece abogar la nueva corriente política y social de Podemos:
“Los votantes en las democracias liberales son, en algún sentido, libres para votar a aquello, y a aquellos que ellos elijan, pero su voto no será efectivo a menos que ellos se unan a una de esas alternativas definidas por las elites políticas.”[1]
La democracia participativa, directa o Strong Democracy, es una forma política que conecta con el concepto ateniense de ciudadano, caracterizado por participar directamente en los asuntos de estado, ya sean de tipo judicial o legislativo, y hacerlo con el principio de la virtud cívica, es decir, con la determinación de subordinar los asuntos privados al del bien general.
Si esta es la forma de gobierno con la que se identifica el partido político Podemos, más le vale cuestionar el artículo 6 de la CE antes que el 1, en el que parece haber encallado, quizá sin darse cuenta de que de esta manera no hace sino servir al sistema.
La democracia participativa lo que requiere es acabar con el sistema de partidos como manifestación de la voluntad general y como instrumento para la participación política; porque la democracia directa es la participación en política sin mediadores. No realizar este cambio representaría convertirse en una opción más de un sistema de juego en el que se juega con las cartas marcadas; un sistema de juego que no es de nuestra autoría.
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