Hace unos días, el profesor de comportamiento organizacional del IE Business School y director de Responsabilidad Corporativa y Sostenibilidad de Telefónica, Alberto Andreu (@aandreup) preguntaba en su recién estrenada cuenta de Twitter, "¿Ayudará el juramento hipocrático para estudiantes MBA a una gestión responsable? Para Jordi Jaumà, Director de Diario Responsable, (@dresponsable), "si romper el juramento conlleva penalización, si. Si no, su valor es igual a 0. Esa es la condición humana."
Estoy de acuerdo con Jordi que lo que no tiene sanción se cumple más difícilmente, sin embargo, no todo se puede regular y siempre es necesario ofrecer guías y orientaciones éticas en todos los ámbitos del ser humano. En este sentido, en todas las profesiones es necesario un código deontológico que seguir y, porque no, un juramento hipocrático. El compromiso público con el desempeño de una función determinada no sólo obliga, en el sentido más originario del término, ob-ligatio, nos liga a los sujetos de esa profesión, sino que nos permite denunciar el incumplimiento del mismo, si no por la vía legal, sí por la vía del enjuiciamiento moral. Sí, es menos rápido o efectivo que la vía legal, pero todos sabemos cuanto cuesta recupera la reputación perdida. El juramento además deja claro al profesional los compromisos con su profesión, la finalidad de la misma, los bienes internos que la guían. La crisis económica ha demostrado que muchos profesionales no tenían claros estos objetivos, y que muchos confundieron los bienes internos de la actividad con otros externos como el dinero o la fama ¿Confundieron? Al menos el juramento hipocrático deja claro desde el principio: qué esperamos del profesional, que compromisos tiene con su profesión, qué podemos reclamarle si vemos que no cumple.
Si no es suficiente, sí es necesario como punto de partida.
Precisamente anoche hablábamos en ÉTNOR sobre “El papel de la formación para un nuevo modelo de crecimiento”. Académicos y empresarios de la Comunidad Valenciana discutimos sobre la necesidad del conocimiento para afrontar los retos de la economía en la nueva década. Para José Mª Peiró, Catedrático de Psicología Social de la Universidad de Valencia, “existe un consenso generalizado en la necesidad de introducir cambios en el modelo productivo y basarlo en la formación y, en general, en el conocimiento”. Para Peiró, cambiar el modelo productivo parece improbable y nos llevaría muy lejos, por lo que parece que explotar la línea de la economía del conocimiento es la vía más plausible y efectiva.
Pero, “¿es que alguna vez ha habido economía sin conocimiento?”, nos preguntaba Adela Cortina, Directora de ÉTNOR y Catderática de Ética en la UV. Porque parece preocupante que se hable tanto hoy en día de la importancia de la formación, del potencial humano, de las capacidades y las competencias, ¿cómo hemos hecho economía y empresa entonces hasta ahora? En este sentido parece que economía sin conocimiento, sin formación, sin compromiso, no nos lleva a ningún sitio. En los últimos años hemos visto numerosos casos de empresarios que no debieran haberse llamado así, de profesionales en minúscula y dicho con recelo, de gentes que no han trabajado por crear riqueza y puestos de trabajo. Parece que los juramentos, los códigos éticos, los compromisos, no están de más en un momento de tanta bajeza moral.
Otro de los asuntos que preocupaban a los tertulianos del taller era la cuestión de la sobrecualificación, síntoma de que la “oferta no se ajusta a la demanda”. Parece razonable que las universidades y las empresas deben estar en contacto, tener una comunicación fluida, y preparar profesionales para las necesidades del mercado. Sin embargo, para Peiró una de las funciones básicas de la Universidad es precisamente “crear ciertas tensiones interesantes en este ámbito”. Escuchar a las empresas y ajustar la oferta a la demanda, sí, pero tampoco supeditar la formación a las necesidades de hoy del mundo empresarial. “La universidad tiene que formar profesionales preparados para afrontar los retos del futuro, cuestiones que hoy ni siquiera imaginaríamos, seguir investigando por cauces que hoy no nos resulten pragmáticos, crear precisamente ese desajuste”.
Por otro lado, la universidad tampoco ha de resolverlo todo. “Digamos que la universidad nos da el “software” necesario para luego completarlo con la formación continua, la especialización, los másteres, y adaptarlo a las necesidades del momento”.
Me gustaría poder ofreceros conclusiones concretas del taller, pero como suele ocurrir en estos temas, fueron más las dudas sobre cómo afrontar el cambio de modelo económico, como generar conocimiento, como aprovechar el capital humano, qué fórmulas magistrales. Si os vale una reflexión de Cortina, que siempre ayuda, lo importante es “¿formar a la gente para ser productiva, o formar a la gente para ser feliz?”. “Un padre tendría clara la respuesta”. Y otra pregunta de Enrique Belenguer, Socio Consultor de Inmerco Marketing, “pero es que siendo productivo y desempeñando una profesión que nos gusta, ¿no es uno feliz?”.
Bienvenido a
Comunidad ÉTNOR
© 2024 Creado por Quique. Tecnología de
¡Necesitas ser un miembro de Comunidad ÉTNOR para añadir comentarios!
Participar en Comunidad ÉTNOR