Comparto mi articulo sobre el desafío de la educación financiera: EL DISEÑO DE LOS PROGRAMAS.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) define a la educación financiera como “el proceso mediante el cual los individuos adquieren una mejor comprensión de los conceptos y productos financieros y desarrollan las habilidades necesarias para tomar decisiones informadas, evaluar riesgos y oportunidades financieras y mejorar su bienestar” (2005).
Ahora bien, esta definición encierra interrogantes que la psicología del aprendizaje puede responder para obtener más y mejores resultados, por ejemplo: ¿Cuáles son las estrategias actitudinales, conductuales y cognitivas que potencian el vínculo entre la educación financiera y resultados financieros? y ¿cómo pueden traducirse en programas específicos?
Actualmente los Programas de Educación Financiera se destacan por contar con una amplia variedad de temas cubiertos, con alto énfasis en el medio de instrucción, entre otras dimensiones, pero no identifican o describen componentes específicos que contribuyen (o no) a la efectividad de un programa en particular. Sin la posibilidad de medir impacto a través del diseño de estrategias pedagógicas específicas, los responsables de la formulación de políticas o programas de educación financiera se enfrentan al riesgo de apoyar programas potencialmente ineficaces.
La exploración de qué variables facilitan la toma de decisiones económicas y cuáles potencian el vínculo entre educación financiera y resultados financieros, puede sentar las bases para el diseño.
India: Un caso de estudio
Para investigar estos problemas, Carpena, Cole, Shapiro y Zia (2015) realizaron un estudio aleatorio con más de 1.300 personas en una ciudad urbana de la India. Dos tercios de esta muestra se seleccionaron al azar para recibir un “Programa de Educación Financiera”, que dura cinco semanas y es de alta calidad, basado en temáticas tradicionales tales como presupuesto, ahorros, crédito y seguros. Mientras que el tercio restante de la muestra recibió capacitación en salud, con un formato pedagógico similar, a fin de controlar los efectos de Hawthorne[1].
La hipótesis de los investigadores fue que las capacitaciones tradicionales de educación financiera pueden resultar insuficientes para las necesidades específicas de aprendizaje de los individuos, por esa razón diseñaron una propuesta con asesoramiento individual, la cual consistió en capacitación personalizada donde trabajaron en tareas concretas tales como preparar un presupuesto, abrir una cuenta bancaria, pagar un préstamo o comprar un seguro.
Tres claves para el diseño de un programa: Motivación, segmentar para personalizar y factores conductuales
El rol de la motivación de los participantes de los programas de educación financiera puede ser una fuente de fracaso del mismo: inspirándose en la literatura educativa que ha encontrado mejoras significativas en los puntajes de los exámenes debido a los incentivos monetarios, los investigadores experimentaron variaciones en la motivación al ofrecer a la mitad de los participantes de la muestra incentivos en efectivo por las respuestas correctas en una prueba de conocimiento financiero (es decir, «pago por desempeño»). Si los hábitos financieros existentes de los individuos están profundamente arraigados o son «rígidos», es posible que no estén interesados en aprender nada de la capacitación financiera o que necesiten incentivos externos para hacerlo, por esa razón crear dentro del “Programa de Educación Financiera” estrategias de refuerzo, es un buen plan para captar la motivación y predisposición al cambio conductual.
Los programas tradicionales de educación financiera, especialmente aquellos implementados en un entorno grupal con un enfoque único, pueden resultar inadecuados para cerrar la brecha entre el conocimiento financiero y su posterior comportamiento. Aunque las personas puedan estar muy motivadas para aprender, los cursos tradicionales de educación financiera pueden ser insuficientes para desarrollar las habilidades necesarias. Las personas en situaciones diferentes necesitan enfoques diferentes, y esto se resuelve con una efectiva estrategia de segmentación previa al diseño de los programas. Los participantes deben estar agrupados preferentemente teniendo en cuenta variables tales como: situación socio-económica, estudios alcanzados, edad o momento del ciclo vital. Asimismo, sostengo, es de suma importancia establecer como ancla comunicacional – post segmentación- estrategias de lenguaje claro para el desarrollo y diseño de los talleres, presentaciones, ejemplos, manuales, folletos e instructivos destinado al segmento más vulnerable.
Para ejemplificar en el caso de estudio de referencia, los investigadores diseñaron un plan de educación financiera personalizado orientado a la prestación de servicios financieros adicionales a la mitad del grupo de tratamiento, los participantes del taller obtuvieron además un tutorial individual sobre los pasos generales para redactar un presupuesto, por ejemplo y contaron con soporte o asistencia post taller. Cabe destacar que la efectividad de este abordaje ha sido bien comprobada en los campos de la salud médica y mental.
Finalmente, el tercer tratamiento exploró las barreras de cambio de comportamiento que interrumpen el vínculo entre el conocimiento y los resultados financieros. Tal y como lo investigaron Mullainathan y Shafir (2013), las personas pueden tener la motivación para aprender y pueden incluso contar con herramientas para tomar decisiones financieras, pero aun así pueden enfrentar limitaciones de comportamiento para convertir sus conocimientos financieros en acciones concretas. Por esa razón y a fin de eliminar estos impedimentos comportamentales, en India se alentó a la mitad de los participantes en el grupo de tratamiento de educación financiera a establecer objetivos financieros a corto plazo, visibles y alcanzables.
Al solicitar a los participantes que designen fechas para completar los objetivos de planificación financiera (por ejemplo, comenzar a ahorrar dinero cada semana), se pudo proporcionar dirección, motivar y afectar la persistencia entre los participantes reduciendo significativamente la postergación que generalmente puede afectar la conversión del conocimiento financiero en resultados financieros positivos.
Entonces, ¿qué debe tener un programa de educación financiera para ser exitoso?
No existen recetas infalibles, pero la literatura académica nos invita a pensar que existen “pasos” confiables para alcanzar los objetivos:
1- Motivar el aprendizaje.
2- Segmentar y crear diseños por grupo.
3- Establecer objetivos financieros a corto plazo, visibles y alcanzables para los participantes.
Los talleres, capacitaciones o conferencias de educación financiera como encuentros aislados parecen mejorar solamente la conciencia y las actitudes financieras, pero no logran influir en el comportamiento a largo plazo. En comparación, la planificación de Programas de Educación Financiera transversales puede producir mejoras significativas en el conocimiento y el comportamiento financiero cuando se presta suficiente atención al diseño, realizando un correcto seguimiento a las metas establecidas para cada plan.
La educación financiera tradicional por sí sola tiene capacidad limitada para afectar el comportamiento financiero a largo plazo, mientras que diseñar un programa transversal que incluya planes de formación personalizados según las necesidades de cada población, construyendo como estrategia refuerzos motivadores, pueden conducir a un cambio de comportamiento sostenible en los resultados y así, finalmente, desarrollar las habilidades necesarias para tomar decisiones informadas, evaluar riesgos y oportunidades financieras y mejorar el bienestar.
Claudia Simonte.
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