Ya hace mucho tiempo, más de 30 años, que vi el sistema económico como un sistema injusto que traía sufrimiento a la gente para la satisfacción de unos pocos. Desde el principio me revelé, quise cambiarlo. Entre la juventud y la ignorancia me abalancé sobre ese gigante que nos hacia sufrir. La vida da muchas vueltas y entonces no sabía que mis días se entregarían, en adelante, a esta causa.
Por el camino pude conocer el desgraciado modelo. Estudié economía, trabajé desde muy joven en la empresa y me sumergí en los lodos del mercado. Nos conocimos muy de cerca, mucho. Quizá no era parte de un plan premeditado pero algo menos racional fue la brújula que me trajo al presente, a NITTÚA.
Conforme se me mostraba la economía del egoísmo me afiancé en la convicción de mi objetivo. Durante un tiempo llegué a pensar que era el sistema el injusto, el maldito, el cruel. Pero la experiencia me ha ido mostrando que el modelo, mejor o peor, no es sino una máquina que tiene piezas más acertadas que otras pero lo que realmente lo hace ser egoísta e injusto es quien la utiliza. Aquellos hombres que utilizan las herramientas al servicio de sus intereses egoístas y lo hacen robando y destrozando la vida de millones de personas.
Hace no mucho escribía sobre la economía de la desconfianza frente a la confianza y de la economía de lo inútil frente a lo necesario. Un absurdo humano e incluso económico. Hoy, tras conocer la historia que nos trae Caddy Adzuba sobre la situación de las mujeres del Congo, se reúnen a mi alrededor, minas de diamantes, petroleo, coltán, cobre, uranio, plata, caucho, ….. y todas ellas y todas las historias de vidas desaparecidas por la ambición ciega y criminal del capital neoliberal, cogen, en la historia que nos cuenta Caddy, la fuerza de un grito que debería abrir en dos el suelo que pisamos.
“Coltán de sangre” El material con el que se construyen nuestros móviles, tabletas, etc. El Congo, un país en el corazón de África, pasto de las agresiones de multinacionales que se apropian de sus riquezas. Un país que encontró en sus mujeres la prosperidad de sus habitantes y es a ellas a quien el capital ha puesto en su punto de mira. “El cuerpo de la mujer como campo de batalla”. La violencia sexual, más allá de la violación, se utiliza como arma de destrucción masiva, y no hace falta investigar para encontrarlas. Pour Quoi? El documental que me trasladó el valiente testimonio de esta mujer, un testimonio que sobrepasa cualquier crueldad imaginable, merece ser conocido por todos. No por no mirar deja de existir.
La economía de la muerte llena libros y libros con los nombres de aquellos que tuvieron la osadía de nacer donde la tierra había depositado riquezas. Guerras falsas que se siguen sucediendo sin más sentido que el enriquecimiento de muy pocos. Un enriquecimiento construido sobre la vida, que arrancan sin piedad, de tantas y tantos.
Ese comercio justo, ese consumo responsable, adquiere condición de EXIGENCIA DE REALIDAD INMEDIATA. Cada móvil que compramos se construye con el coltán de sangre. 40.000 mujeres, en un sólo hospital del Congo, ingresaron por la violencia sexual. La economía del egoísmo muestra su peor cara en la de la muerte. No puedo ver la pantalla del móvil sin pensar en todas las 40.000 mujeres de cada uno de los hospitales.
Vemos a intereses económicos que viven de la muerte en México, en Egipto, en Afganistán, en Irak, en Libia, en Colombia, en .... Ahora que nos quieren instigar a una nueva guerra contra Siria, y yo digo:
Acabemos con las muertes en el mundo generadas por la ambición de la economía del egoísmo. Y para ello todos podemos actuar, no aceptando este juego y bloqueando los procesos especulativos del mercado del capital.
Y para empezar... ¿por qué no?, reduzcamos la presión de la demanda de Coltán.
No compremos ni un sólo móvil de una compañía que esté matando a las personas en el Congo para robarles sus riquezas.
No compremos un móvil tras otro como si tuviera algún sentido o realmente nos hiciera falta.
Raúl Contreras
NITTÚA
Bienvenido a
Comunidad ÉTNOR
© 2024 Creado por Quique. Tecnología de
¡Necesitas ser un miembro de Comunidad ÉTNOR para añadir comentarios!
Participar en Comunidad ÉTNOR