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CULTURA, DERECHOS Y RESPONSABILIDAD: A PROPÓSITO DE LA DETENCIÓN DEL PRESIDENTE DE LA SGAE.

 

Ya veremos en que queda la cosa pero hoy 1 de julio de 2011 han detenido –por orden de un juez de la Audiencia Nacional- a Teddy Bautista, presidente de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE).

 

No parece un delito fiscal, sino más bien algún tipo de estafa y malversación de los cuantiosos fondos gestionados por esa entidad.

 

Aunque aún es pronto para realizar valoraciones sobre unos posibles delitos que ni siquiera se conocen con exactitud, la noticia me da pie a escribir unas reflexiones sobre la responsabilidad de las organizaciones y sobre el acceso a la cultura:

 

  1. La SGAE es una entidad de gestión colectiva con unos fines indudablemente legítimos. Su función es la defensa y gestión de los derechos de propiedad intelectual de sus 100.000 socios, creadores y editores musicales de todo el mundo. Su misión fundamental es la protección y reparto de la remuneración de los autores por la utilización de sus obras (reproducción, distribución, comunicación pública, transformación y copia privada). Se trata de una Sociedad privada constituida hace más de cien años y que, en la actualidad, administra un repertorio que supera los cinco millones de obras musicales, dramáticas, coreográficas y audiovisuales. Eso supone mucho dinero y debería suponer una alta responsabilidad por parte de sus directivos y gestores.
  2. Desde hace mucho tiempo, y bajo la presidencia de Teddy Bautista, la SGAE ha estado deslegitimándose socialmente. El capital simpatía que había acumulado durante su siglo de existencia se ha ido malgastando durante los últimos años. Una encuesta realizada hace unos meses por Ocio Networks confirmaba que más del 55% de los internautas ilegalizarían directamente a la SGAE, lo que es bastante más que una simple antipatía. Se desconfía de la SGAE y eso, como bien saben los estudiosos de la ética, es el principio del fin.
  3. Yo Soy autor de algunos libros. Debería en buena lógica simpatizar con la SGAE y sus objetivos y, sin embargo, no lo hago. ¿Qué me lleva a no sentirme representado y a cuestionar la actual línea de la SGAE? Su aparente avaricia, sus métodos y su autismo social.
  4. Cuestiono su avaricia, por parecer insaciables en sus demandas recaudatorias (el canon digital). Si bien, parece justo que un autor o editor reciba una contraprestación por el uso o reproducción de sus obras, no se entiende la interpretación estricta que desde la SGAE realizan del uso o reproducción de obras. Es avaricioso tratar de tasar la música que se reproduce en un acontecimiento familiar como es una boda; llegándose, como en el caso de la boda de “La Doma”, a condenar al salón a pagar 43.179 € de canon musical (¡usando como prueba una filmación del acto privado!). Es avaricioso y además torpe, reclamar insistentemente un canon de 660€ a un hombre fallecido hace años. Es avaricioso, torpe y contrario a la cultura a la que dicen defender reclamar 32.000€ al ayuntamiento de Fuenteovejuna por reproducir anualmente la famosa obra de Lope de Vega (obra publicada, para los no introducidos en nuestra literatura del Siglo de Oro, en 1619). Es avaricioso exigir un porcentaje de las ganancias obtenidas para un proyecto solidario, disminuyendo con ello la ayuda a quienes más las necesitaban. Ningún autor, empezando por el prolífico Lope de Vega, estaría conforme con esos métodos.
  5. Cuestiono sus métodos, por sospechar y acusar injustamente de delincuentes (“piratas”) a una ciudadanía que solo busca acceder a la cultura con los medios que la tecnología del siglo permite. Cuestiono sus métodos, por saltarse irresponsablemente la presunción de inocencia y escupirnos impunemente a la cara que cada vez que compramos un CD o un DVD somos ladrones potenciales y debemos pagar una multa preventiva por ello. Cuestiono sus métodos, por conseguir con ellos que la inmensa mayoría de autores que deseamos que nuestro trabajo sea conocido y difundido tengamos que conformarnos con recibir una pequeña aportación económica a cambio de ver nuestra obra prisionera del mercado e inaccesible (¿Cuántas obras maravillosas son hoy sencillamente imposibles de encontrar por la única razón de no tener distribución o edición posible, según las reglas del mercado?).
  6. Cuestiono su autismo, porque encerrados en su palaciega sede madrileña no han sabido o querido ver que un pueblo que anhela cultura es un torbellino imparable. La mayoría de sus respuestas son evasivas (“no se nos conoce bien”), no son convincentes o directamente son un agravio para la mayoría de ciudadanos de buena fe que no buscamos lucrarnos cuando accedemos a la cultura. Todo ello ha convertido a la SGAE en un ente extremadamente antipático. Como diría Adela Cortina, han desperdiciado sus reservas morales y ello les ha llevado a perder la legitimación social que durante décadas acumularon.
  7. Todavía el 1 de julio de 2011 apareceia en su web una nota cuyo encabezado era: "Comunicado de la SGAE. La Audiencia Nacional no ha seguido actuación alguna frente a la SGAE". Se trataba de una nota publicada 48 horas antes de la orden de detención. Todo ello no hace más que reforzar el alto nivel de desconfianza en la institución.

Con estos antecedentes, y sin entrar en el fondo legal de un presunto delito desconocido en gran parte, resulta evidente que la reputación es un bien público muy frágil al que hay que mimar y cuidar a diario. No hacerlo puede conducir a la desaparición de las organizaciones irresponsables en un mundo que no solo es cada vez más competitivo sino que cuenta con una sociedad cada vez más harta de ciertos abusos, prepotencias y malas prácticas.

 

Teddy Bautista es inocente, mientras no se demuestre lo contrario. Personalmente, además, deseo que lo sea; no solo por el – que es “contingente” como cualquiera de nosotros- sino sobre todo por la respetabilidad centenaria de la institución a quien representa. Sin embargo la SGAE es moralmente responsable de no haber sabido dar respuesta a los intereses legítimos de sus grupos de interés. Es de libro… de Responsabilidad Social.

 

Me gustaría terminar planteando una pregunta a aquellos que alguna vez han publicado algo o piensan hacerlo algún día: si pudieran elegir entre recibir un canon millonario por su obra favorita a cambio de verla destruida y olvidada o no recibir un solo euro por ella y sin embargo verla convertida en una obra de referencia que sirviera para enriquecer nuestro planeta o sencillamente para entretener ¿Por qué opción nos decantaríamos?

 

No quiero decir con ello que los autores no busquemos también una fuente de ingresos. Sería falso e hipócrita afirmar eso. Hasta Séneca vendía sus discursos morales y es justo que los autores y editores veamos recompensado nuestro esfuerzo. Quizás lo que le ha faltado a la SGAE ha sido aplicar la metáfora de la colina aristotélica (“Ética a Nicómano”) en cuya base se ubicaban los vicios (tanto por exceso como por defecto, y ha habido mucho exceso en la SGAE) y cuya cima era coronada por la virtud: el Justo Medio. A la SGAE le ha faltado mesura, ponderación y equilibrio. 

 

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