Los posts de Josep M. Lozano - Comunidad ÉTNOR2024-03-28T15:09:11ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozanohttps://storage.ning.com/topology/rest/1.0/file/get/66440568?profile=RESIZE_48X48&width=48&height=48&crop=1%3A1https://comunidadetnor.ning.com/profiles/blog/feed?user=2088zss3k5guz&xn_auth=noLiderazgo… y algo mástag:comunidadetnor.ning.com,2014-11-05:5374014:BlogPost:477322014-11-05T18:46:42.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;">En los últimos años han proliferado los materiales, estudios y convocatorias sobre un tema, a la vez, apasionante y ambivalente: el liderazgo. Probablemente, hablar de liderazgo sea una manera indirecta de hablar del gran tema de fondo: el cambio. Todo cambio requiere no tan sólo orientación, sino también creación de sentido. La pregunta por el liderazgo, pues, a menudo es también el reflejo de la…</span></p>
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<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;">En los últimos años han proliferado los materiales, estudios y convocatorias sobre un tema, a la vez, apasionante y ambivalente: el liderazgo. Probablemente, hablar de liderazgo sea una manera indirecta de hablar del gran tema de fondo: el cambio. Todo cambio requiere no tan sólo orientación, sino también creación de sentido. La pregunta por el liderazgo, pues, a menudo es también el reflejo de la ansiedad en tiempos de incertidumbre: ¿alguien sabe hacia dónde vamos, hacia dónde podríamos ir, hacia dónde deberíamos ir? (Tres preguntas, por cierto muy diferentes, pero que a menudo se confunden).</span></p>
<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><img id="yui_3_5_0_1_1412770394090_522" class="GcheTexte" alt="le-discours-de-la-servitude-volontaire.jpeg" align="right" src="http://idata.over-blog.com/3/33/60/94/le-discours-de-la-servitude-volontaire.jpeg" width="139" height="235" name="yui_3_5_0_1_1412770394090_522"/>Muchas veces, la pregunta por el liderazgo se reduce a un análisis de las múltiples maneras de plantear la relación líder-seguidor (sin olvidar que a veces en la reflexión sobre el liderazgo lo que pesa en el fondo es el interés por dilucidar cómo se construye una manera de entender seguimiento muy cercana al sometimiento: deberíamos volver a leer a Etienne de La Boétie y su <i>El discurso de la servidumbre voluntaria</i>). La otra cara de la moneda (un tema subyacente que parece que avergüenza explicitar) es la cuestión del poder: no es posible hablar de liderazgo sin hablar de cómo se resuelven las relaciones de poder, en cualquiera de sus múltiples facetas. Creo que muchas veces las supuestas reservas “éticas” ante la cuestión del liderazgo remiten a un mal resuelto conflicto entre cierto discurso ético y la realidad del poder, como si éste no fuera más que un mal necesario que se disolvería si todos fuéramos más “humanos”(???). En ciertos ámbitos supuestamente radicales predomina una abominación del liderazgo (a menudo en boca de sus mism</span></div>
<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;">os líderes) más necesitada de análisis psiquiátrico que de análisis político</span></div>
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<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Pero en el fondo creo que existe una corriente de fondo que se expresa en múltiples iniciativas que vinculan la cuestión del liderazgo a la pregunta de cómo construir nuestro futuro. Este es un buen momento, por tanto, para reflexionar también sobre los componentes del nuevo tipo de liderazgo que necesitamos. Se ha subrayado que el líder es aquella persona que interpreta mejor el momento histórico que le ha tocado vivir y que es capaz de señalar el futuro con seguridad inusual, consiguiendo que los demás le sigan. Este tipo de descripción, seguramente correcta, olvida a menudo aquellos valores asumidos por la persona que estructuran su compromiso y que acabaron por determinar su fuerza interior y por forjar su carácter. Dicho de otro modo, el liderazgo entendido como la capacidad de construir sentido hoy y sobre todo mañana va a depender no solo de la pericia de algunos para otear en el horizonte (visionarios) o para influir en los demás (influyentes) sino de la autoridad moral, de una formación con visión amplia, de la calidad humana y de la constelación de actitudes de nuestros dirigentes, en cualquiera de sus ámbitos de actuación. Por eso, en los contextos organizativos y sociales, hablar de "relevo generacional" no es sólo hablar de edades, no significa algo tan simple como sustituir veteranos por jóvenes ambiciosos o bien posicionados. El verdadero relevo supone, en realidad, un cambio cultural. A veces hablamos del cambio de liderazgo con una mentalidad de reponedor de supermercado: sustituir a alguien por alguien semejante sin tocar el sistema en el que se insertan (y con la exigencia implícita de que no lo toquen). Algo semejante a lo que ocurre cuando se exige diversidad: suele dar como resultado un paisaje humano variopinto en el que la diversidad brilla por su ausencia en lo que se refiere a ideas y mentalidades.</span></div>
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<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Lo que no niega que aparecen nuevas preguntas, pertinentes en todos los espacios en los que nos movemos, y cuya respuesta va más allá del hecho de que dichos espacios se rijan mediante sistemas electorales o no. ¿Qué aptitudes personales nos gustaría encontrar y promover en el conjunto de personas que tendrán en el futuro la responsabilidad de actuar y tomar decisiones institucionales? ¿Qué tipo de personas y de talantes favorecerán con su actuación lo mejor para nuestra sociedad? ¿Cómo podemos promover que los equipos humanos hagan suyos ese conjunto de valores orientadores de la sociedad que acabarán por darles legitimidad moral? Ronald A. Heifetz dice con razón que de los líderes esperamos que nos proporcionen un mapa del futuro pero también que clarifiquen y articulen los valores orientadores que han de dar sentido a nuestro quehacer compartido. Yo añadiría que toda pregunta por el liderazgo es, en último término, una pregunta sobre nosotros mismos y nuestra identidad moral</span></div>
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<p>@JosepMLozano</p>Profesionales?tag:comunidadetnor.ning.com,2014-10-29:5374014:BlogPost:477242014-10-29T18:26:54.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;">Hace unos años, en mi ciudad –Barcelona- se produjo un crimen en un parking. Cuando se estaba investigando dicho crimen, el alcalde declaró a un periódico que “hay cierto nivel de profesionalidad -del autor- que hace que la cosa sea más compleja de lo que sería deseable”. También, en algunas informaciones sobre robo de pisos en Barcelona, los autores habían sido calificados por los medios de…</span></p>
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<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;">Hace unos años, en mi ciudad –Barcelona- se produjo un crimen en un parking. Cuando se estaba investigando dicho crimen, el alcalde declaró a un periódico que “hay cierto nivel de profesionalidad -del autor- que hace que la cosa sea más compleja de lo que sería deseable”. También, en algunas informaciones sobre robo de pisos en Barcelona, los autores habían sido calificados por los medios de comunicación como profesionales por su pericia en la realización del delito.</span></p>
<p style="text-align: justify;">Creo que estos comentarios no son más que el reflejo de una convicción cada vez más arraigada en nuestra cultura y que obliga a replantear la pregunta sobre qué entendemos hoy por profesionalidad. ¿Pueden caer bajo la misma denominación los asesinos, los abogados, los ladrones, los médicos, y así sucesivamente? ¿Por qué nuestra sociedad y, no lo neguemos, los mismos profesionales parece que se encuentran cómodos y no reaccionan ante afirmaciones de este tipo?</p>
<div style="text-align: justify;"><img class="alignleft size-full wp-image-5888" title="Blogs profesionales" alt="Blogs profesionales" align="right" src="http://www.todoblogger.com/wp-content/uploads/2011/06/Blogs-profesionales.jpg" width="177" height="206"/>En mi opinión, lo que subyace a este planteamiento es la idea de que un profesional es alguien técnicamente competente que pone dicha competencia al servicio de fines –fines que no tiene sentido discutir ni cuestionar- a cambio de la correspondiente remuneración. Así pues, la competencia técnica se justifica por sí misma, con independencia de los fines a los que sirva. Hacer “bien” algo es independiente del bien o del mal que se causa con esta actuación. Se evalúa la corrección del procedimiento y no el bien inherente a aquella práctica. Así pues, un asesino (y más aún, supongamos, en el caso de un asesino a sueldo) que elimina a alguien y consigue escapar a la justicia sería un excelente profesional.</div>
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<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;">El profesor Goodpaster ha propuesto que se considere la existencia de una enfermedad que puede ser típica de profesionales y organizaciones. La denomina teleopatía, y podríamos definirla como una obsesión acrítica por la orientación a objetivos o laobtención de resultados. La teleopatía supone suspender cualquier tipo de juicio o de criterio ajeno a la obtención de resultados, resultados que se establecen exclusivamente desde la perspectiva de quien se propone obtenerlos. Ya no se trata de la clásica separación de medios y fines, sino de considerar injustificada e irrelevante cualquier apelación aloscriterios inherentes al ejercicio de cualquier actividad. Desde este enfoque es posible plantear que existen diversas maneras de entender el significado del éxito profesional o corporativo, y que algunas de ellas pueden ser consideradas enfermizas desde el punto de vista personal y social. Aquí conviene, pues, no olvidar que el significado y el sentido del éxito no es único ni unívoco, sino que es una construcción social y moral. Y esta construcción depende tanto de cómo se defina internamente el éxito por parte de los profesionales como del tipo de reconocimiento y legitimación social que éstos obtengan. Hablar de teleopatía, pues, nos permite plantear que el mal y la irresponsabilidad podrían ser un componente íntrínsecamente asociado a determinadas visiones del éxito profesional y corporativo. Al fin y al cabo, el éxito no es una cuestión de resultados ni de datos que tengan valor por sí mismos, sino una configuración cultural que modela actitudes y prácticas, y que da orientación y sentido a nuestras actuaciones.</span></div>
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<div style="text-align: justify;">Me parece que lo que subyace a esta cuestión es una absolutización fraudulenta de la libertad de elegir. El fraude se produce cuando, en nombre de dicha libertad, se concluye que no es posible discutir el contenido de las elecciones concretamente realizadas, como si criticarlas ya cuestionara a la misma posibilidad de elegir. Como si criticar la elección realizada atentara contra la libertad de elección, del mismo modo que a veces parece que discutir una opinión se convierta en un atentado contra la libertad de expresión. Esta renuncia a debatir públicamente sobre los fines y valores implícitos en nuestras actuaciones facilita, en los contextos profesionales y organizativos, que la obtención de resultados adquiera un valor normativo que desresponsabiliza al sujeto que los obtiene. Y más aún si dicho sujeto se ve a sí mismo como un simple engranaje de un proceso o de una organización que escapan a su control. El “buen” profesional pasa a ser considerado como un contenedor de sofisticadas competencias técnicas, pero instrumentalizado por el proceso, la empresa o el cliente al que sirve. Y, consiguientemente, quien sea altamente competente y eficiente en la consecución de sus objetivos (cualesquiera que estos sean) puede ser legítimamente calificado como profesional. También un asesino. Da igual el color del gato, el caso es que cace ratones. Con otras palabras: determinadas apologías de la profesionalidad apuntan directamente a la disolución de las preguntas éticas y valorativas, y a reducirlas a una simple cuestión técnica e instrumental.</div>
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<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;">No pongo en duda que un profesional es alguien experto y competente en el ejercicio de alguna actividad. Faltaría más. Pero dicha actividad se define y se justifica por su contribución a la sociedad y por los bienes que genera a quienes se benefician de su ejercicio. Y, probablemente, también se justifica por su integración en un itinerario personal que sea capaz de situar una carrera profesional en su contexto social. Quizá no estaría mal abrir un debate sobre a qué consideramos un “buen” profesional. Entre otras cosas, porque según cuál sea el resultado de dicho debate, deberíamos empezar a desconfiar de aquellos que se definen a sí mismo únicamente como profesionales.</span></div>
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<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;"><a href="http://www.josepmlozano.cat/">www.josepmlozano.cat</a></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;">@JosepMLozano</span></div>El contexto; no sólo ideas y estrategiastag:comunidadetnor.ning.com,2014-07-09:5374014:BlogPost:458192014-07-09T15:51:06.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p style="text-align: justify;">Suelo insistir en que la RSE no se reduce a ideas y estrategias. Ni a metodologías y modelos de gestión. Qué sea la RSE requiere que la planteemos teniendo en cuenta el tamaño, el sector y el contexto de la empresa. Hasta aquí ninguna novedad. Pero, tras volver de un encuentro internacional, sigo pensando que persistimos en el error de creer que la RSE es una idea –supongamos- brillante que solo espera ser aplicada de manera…</p>
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<p style="text-align: justify;">Suelo insistir en que la RSE no se reduce a ideas y estrategias. Ni a metodologías y modelos de gestión. Qué sea la RSE requiere que la planteemos teniendo en cuenta el tamaño, el sector y el contexto de la empresa. Hasta aquí ninguna novedad. Pero, tras volver de un encuentro internacional, sigo pensando que persistimos en el error de creer que la RSE es una idea –supongamos- brillante que solo espera ser aplicada de manera adecuada. Y que, por tanto, los contextos nacionales y sociales no son más que la pista de aterrizaje de algo que ya está predefinido. No es la primera vez que insisto en que uno de los errores más monumentales en el desarrollo de la RSE es creer que ésta se confina en Europa y Estados Unidos, que las ideas están ahí, y el resto del mundo, a aplicarlas. Por eso quisiera insistir en un aspecto específico, que a menudo se olvida. Escuchar las distintas voces de la RSE es una oportunidad de aprendizaje, especialmente para las empresas globales y las escuelas de negocios. Porque no se trata solo de aclarar qué se piensa y cómo se piensa, sino también desde dónde se piensa. Entre otras cosas porque hay gente que confunde ser universal con tener un discurso tan generalista con el que es imposible no estar de acuerdo… aunque a veces, a la vez, también es imposible saber de qué está hablando.</p>
<div style="text-align: justify;"><img class="align-center" alt="" align="right" src="http://storage.ning.com/topology/rest/1.0/file/get/74326726?profile=original" width="200"/>Si no se considera lo que voy a decir una provocación, creo que en esta cuestión se da una cierta analogía con la aparición, en su momento de la teología política (en Europa) y la teología de la liberación (en América Latina). Ambas daban respuesta al reto de elaborar un discurso teológico que fuera relevante socialmente y que hablara de Dios desde el sufrimiento de las víctimas. Pero esta respuesta tenía modulaciones distintas desde Europa y desde América Latina. El reto era (¿es?) apasionante, porque un reto compartido es un diálogo de miradas sobre la realidad y desde la realidad, no una confrontación de doctrinas. Pues la analogía teológica creo que puede valer para la RSE. Por ejemplo: que el reto de la RSE pueda tener rasgos fundamentales comunes no significa que el discurso y los planteamientos originados en Europa deban ser traspasados a América Latina, como si allí no hubiera voces, iniciativas y experiencias diferenciadas, que se sostienen por si mismas.</div>
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<div style="text-align: justify;">No es el lugar ni el momento de entrar en el debate teológico (pese a que a veces algunas discusiones sobre la RSE superan a la mala teología), pero sí de plantear el supuesto de fondo que late en todas estas cuestiones: la RSE es siempre contextual, y si deja de serlo, deja de ser RSE. Esto tiene consecuencias muy concretas: en términos corporativos, la RSE no debe plantearse exclusivamente desde la perspectiva de los cuarteles generales de las empresas transnacionales, y desde los problemas y los movimientos sociales existentes en las sociedades donde están instalados. Ahora no me estoy refiriendo a la tópica acusación de que para algunas empresas la RSE es una operación cosmética o de relaciones públicas. A esto ya damos por supuesto que no hay que prestarle más atención que la que exige hacer un inventario. Estamos hablando de otra cosa.</div>
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<div style="text-align: justify;">Algunas empresas ya tienen claro que la RSE es una cuestión estratégica, de política de empresa. Y, consiguientemente, diseñan políticas corporativas al respecto. Cuando una empresa hace esto, suele pedírsele que sea coherente. Pero yo creo que la coherencia, en este caso, supone –paradójicamente- no actuar en todas partes de la misma manera (hasta cierto punto, claro está) o, mejor dicho, no hacer lo mismo en todas partes. Se trata de evitar la tentación de generalizar políticas de RSE que sólo son adecuadas y significativas en los contextos sociales y culturales donde están ubicadas las sedes centrales corporativas. Y esto no es fácil plantearlo, porque es muy tentador diseñar las políticas de RSE en función de los stakeholders de la matriz. Se trata de atender a y comprender el contexto en el que se actúa, y de dialogar con los actores relevantes de ese contexto. Una perspectiva global de RSE será innovadora si es capaz, precisamente, de adecuarse a las diversas realidades locales. No se trata de exportar RSE, sino de crear RSE. En este sentido, cabe señalar que la respuesta a la típica pregunta qué es la RSE no es una definición, sino una interpretación. Una interpretación razonada y razonable, claro está. Pero una interpretación contextualizada. Y, por lo mismo, que la RSE debe ser un discurso más global significa que deben oírse todas las voces, con entidad propia, y no solo como delegación o eco de lo que se ha pensado y planteado desde otros contextos</div>
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<div style="text-align: justify;">Responsabilidad. Social. Empresa. Estas palabras aluden a tres realidades que no tienen ningún significado abstraídas de su contexto. Por eso es tan importante que cada contexto genere sus propias voces, y que éstas sean reconocidas.</div>
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<div style="text-align: justify;"><a href="http://www.josepmlozano.cat/">www.josepmlozano.cat</a></div>
<div style="text-align: justify;">@JosepMLozano</div>¿Más ética o más control? tag:comunidadetnor.ning.com,2014-04-28:5374014:BlogPost:426612014-04-28T07:28:50.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Como la inflación sólo nos preocupa en su dimensión económica, nos hemos vuelto insensibles a la inflación verbal.</span></p>
<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Y me parece que sólo la inflación verbal puede explicar la profusión con que las palabras ética o moral aparecen en los discursos y las declaraciones, profusión que a menudo revela una incontinencia verbal…</span></div>
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<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Como la inflación sólo nos preocupa en su dimensión económica, nos hemos vuelto insensibles a la inflación verbal.</span></p>
<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Y me parece que sólo la inflación verbal puede explicar la profusión con que las palabras ética o moral aparecen en los discursos y las declaraciones, profusión que a menudo revela una incontinencia verbal digna de mejor causa. Ya se sabe: siempre que alguien se siente impotente o indignado frente a algo que le disgusta o que, lisa y llanamente, rechaza, apela patéticamente a una supuesta pérdida de ética y/o valores. “Esto (lo que sea) no pasaría si la gente (o los “x”...) tuviera más ética”.</span></div>
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<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;">La razón por la que tanta gente dice estar convencida de que la ética puede salir airosa allí donde la legislación, la política, la gestión, las costumbres o la educación han fracasado, escapa a mis capacidades de comprensión. Mi credulidad es bastante limitada como para aceptar que la pobre ética podrá llegar allí donde las otras no llegan. Francamente: no entiendo cómo podremos resolver mejor los problemas de legislación, de política, de gestión, de costumbres o de educación hablando de ética o apelando a ella. Entre otras razones porque esto supone que ya las hemos planteado autosuficientemente sin ninguna consideración ética, que es lo que queremos añadir después. Y, la verdad, si la ética no está presente conceptualmente de entrada ya no lo estará nunca. Dicho con otras palabras, no entiendo qué sentido tiene un enfoque que cuando habla -por poner un ejemplo- de gestión no habla de ética, y que cuando habla de ética no habla de gestión.</span></div>
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<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="font-weight: normal;"><img class="CSS_LIGHTBOX_SCALED_IMAGE_IMG" alt="" align="right" src="http://2.bp.blogspot.com/-ePOWO7F8R-I/UZvvOR0R1XI/AAAAAAAAABI/HNNU_A_lZKA/s1600/codigoetica.jpg" width="294" height="175"/></span>A veces pienso que la caída de las grandes ideologías nos han dejado como herencia la nostalgia de un mundo bien ordenado (aunque un mundo bien ordenado sólo sea una fantasía bien ordenada). Porque, en el día a día, la falta de creencias compartidas nos ha dejado ante la evidencia de criterios de decisión dispares, cuyo principal argumento a menudo es la facticidad de su poder para imponerse como tales. Frente a esta dispersión incontrolable, la incontinencia ética insiste en proclamar que la falta de cohesión social, determinados excesos demasiado sangrantes y la recuperación de la salud cívica se superarían con unas buenas inyecciones de ética. Pero no dice cómo ni por qué. Probablemente porque no lo sabe.</span></div>
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<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;">En definitiva, frecuentemente se apela de forma lamentable a la ética con un tono lloroso de último recurso: si ella no puede, es que ya no hay nada que hacer. Resulta sintomático que para mucha gente hablar de ética sea únicamente hablar de aquello que no debería ocurrir o señalar con el dedo aquello que se rechaza (todo en nombre de valores incontrovertibles y a ser posible genéricos -¿o universales?-, faltaría más). Se habla de ética sin otra preocupación que la de evitar conductas; desde el deseo de no ver lo que estamos viendo. Ahora que se está reiniciando la moda de los códigos de conducta, no es ocioso recordar que muy a menudo éstos se orientan precisamente a regular los comportamientos no aceptados por el grupo… o por la autoridad (in)competente. Una ética básicamente negativa, por tanto, como formulación explícita de lo que no hay que hacer; no como expresión positiva de cómo queremos vivir.</span></div>
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<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Curiosamente, la incontinencia ética casi siempre se muestra incapaz de afirmar nada… concreto: las generalidades son su especialidad. Sólo sabe acusar, censurar y negar. Exige eliminar determinadas prácticas, pero es incapaz de mostrar -y a veces incluso de enunciar- qué forma de vida quiere realizar (y cuando lo hace, suele olvidar plantearse cuáles son las condiciones de viabilidad de lo que quiere). Y quizá sería bueno recordar que sólo desde el compromiso gozoso con lo irrenunciable se desvela lo que es realmente intolerable. Pero un compromiso que no confunde lo irrenunciable con un discurso que sólo se nutre de su propio deseo, porque sólo desde la realización de aquello que deseamos promover se clarifica aquello que queremos evitar.</span></div>
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<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Por eso, tan a menudo, ciertos especialistas en ética son incapaces de indicar una sola práctica, institución, procedimiento o manera de proceder que resuelva lo que va mal. Porque su especialidad es decir que todo va mal o que nada va suficientemente bien, y apelar enfáticamente a lo que debería ser, que de lo que es ya se ocuparán los pobres legisladores, políticos, gestores y educadores que tienen la responsabilidad de aplicar (palabra mágica en el discurso ético jerarquizante) aquellos principios tan generales y de imposible rechazo, en cuyo enunciado empieza y acaba la responsabilidad de cierto discurso ético, cuya vocación de fondo no son los principios universales sino ser el principal protagonista del juicio universal.</span></div>
<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Cuando los incontinentes insisten en su lúgubre discurso (cuya radical exigencia a menudo consiste en la práctica en poco más que en decir que todo va mal), uno se pregunta si, en definitiva, en el horizonte de su deseo se dibujan unas personas más libres o más adaptadas. Si lo que echan de menos es más ética o más control.</span></p>
<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><a href="http://www.josepmlozano.cat/">www.josepmlozano.cat</a></span></p>
<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;">@JosepMLozano</span></p>La ética en el supermercadotag:comunidadetnor.ning.com,2014-04-03:5374014:BlogPost:428022014-04-03T15:30:57.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">Lo recuerdo como si fuera ayer, aunque de ello –como de tantas cosas- hace ya muchos años. Tantos que en aquel tiempo comprábamos con pesetas. Durante el veraneo, solíamos ir de vez cuando a hacer las compras de intendencia a una gran superficie comercial. Allí recibí una clase de ética que no se me olvidará nunca.</p>
<p align="justify"><a href="http://www.gameli.cl/"><img align="right" alt="" border="0" height="155" src="http://www.agm.cl/userFiles/fotos/articulos/inline/Apilamiento-de-carros.jpg" width="178"></img></a> Durante mucho tiempo, lo usual era encontrar desperdigados…</p>
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<p align="justify">Lo recuerdo como si fuera ayer, aunque de ello –como de tantas cosas- hace ya muchos años. Tantos que en aquel tiempo comprábamos con pesetas. Durante el veraneo, solíamos ir de vez cuando a hacer las compras de intendencia a una gran superficie comercial. Allí recibí una clase de ética que no se me olvidará nunca.</p>
<p align="justify"><a href="http://www.gameli.cl/"><img border="0" alt="" align="right" src="http://www.agm.cl/userFiles/fotos/articulos/inline/Apilamiento-de-carros.jpg" width="178" height="155"/></a>Durante mucho tiempo, lo usual era encontrar desperdigados en el aparcamiento los carritos de la compra, con riesgo para la carrocerías de los coches, pese a los amables y omnipresentes mensajes que indicaban dónde deberíamos dejarlos y nos exhortaban a hacerlo por el bien de todos. Hasta que llegó el día en el que, para nuestra sorpresa, al llegar los encontramos perfectamente alineados en su sitio (y, por cierto, ya no vimos más al chico que trabajaba empujándolos para ordenarlos). Tal milagro se debía al ingenioso mecanismo que permite disponer del carrito previo depósito de una moneda, que se recupera cuando se encaja el carrito ya vacío con otro ya ordenado en perfecta alineación. De esta forma, la necesidad que el cliente tiene del carrito y el interés que tiene en no regalar su moneda le hacen cooperar en el mantenimiento del orden general del aparcamiento.</p>
<p align="justify">En un mecanismo tan trivial se sintetiza un debate que empapa la reflexión moral contemporánea. Un debate, por una parte, entre los que creen que los individuos actuamos siempre movidos por nuestros intereses, y, consiguientemente, que en la ilustración y clarificación de lo que son más auténticamente los propios intereses se condensa todo proyecto moral posible, tanto personal como social. Por otra parte, los que creen que sólo se puede hablar propiamente de moral cuando uno va más allá del propio interés y se preocupa activa y conscientemente por los demás, por la comunidad o por el bien común. En el límite, se diría que la partida se juega entre la moral encerrada en el sólo interés frente a la moral vacía de intereses. En el primer caso, el interés y el amor propios lo acaban explicando y justificando todo en el terreno moral, y convierten en incomprensible cualquier decisión que no se reduzca a ellos. En el segundo caso, cualquier contaminación de interés devalúa o anula automáticamente la moralidad de la acción. No hay alternativa: o héroes o villanos.</p>
<p align="justify">Aunque algunos investigadores señalan que los comportamientos frecuentes responden mejor a los incentivos económicos, mientras que las decisiones importantes y significativas (y poco frecuentes) pueden y suelen incorporar más explícitamente dimensiones de valor, podemos contemplar nuestro aparcamiento como una parábola de lo que algunos consideran que son las posibilidades y los límites de la ética empresarial: ninguna campaña sobre el respeto a los demás o el civismo hubiera conseguido una mejora de la convivencia como el interés en no perder veinte duros. De lo que se trata pues, dirán los avisados, es de incentivar la cooperación. Es un problema de resultados deseados, no de cambio o desarrollo personal y organizativo. No nos metamos en líos</p>
<p align="justify">Es cierto que, aunque los hechos muestran también que los humanos actúan a veces (¿o a menudo?) por motivos irreductibles al cálculo interesado, sería iluso plantear la convivencia ignorando el lenguaje universal del interés. Pero también es cierto que sería inhumano plantear la vida social dando por supuesto que sólo somos capaces de actuar por interés. En el fondo, pues, nuestro aparcamiento nos interroga sobre los procesos que configuran el desarrollo moral en el seno de una colectividad, y sobre el papel que juegan todos los actores en estos procesos, incluidas las empresas. A no ser, claro está, que partamos del supuesto de que las capacidades morales que se requieren en el contexto empresarial sean las mismas que se desarrollaron para aparcar correctamente en nuestro supermercado. En último término, pues, cuando hoy hablamos de ética empresarial, la cuestión de fondo que no se suele explicitar ni afrontar es si nos conformamos o nos resignamos a pensar que la ética empresarial sólo puede ser –en este sentido- una ética de supermercado. O aceptar en nombre de la lucidez y del realismo, que ni somos capaces de nada más, ni es razonable esperar nada más.</p>
<p align="justify">Pero, por otra parte, es importante no ponernos estupendos ni hacernos trampas al solitario. Paradójicamente, se ha puesto de moda, cuando se analiza la crisis que estamos viviendo, proferir grandes jeremiadas lamentando la codicia y la desfachatez de determinados personajes o de toda una casta profesional, y vuelta al lamento de cómo somos los humanos, de si no hay nada que hacer, y que a ver si mejoramos el nivel de nuestra educación moral. Lo que no deja de ser verdad si no fuera por pequeño detalle de que nos permite personalizar el desastre e ignorar lo que cuando era joven llamábamos "el sistema", que sigue tan campante mientras concentramos nuestras energías en denostar a los indecentes por su indecencia. Y luego nos extraña que vida siga igual, que cantaba aquel. Ha habido mucho indecente suelto, pero la partida no se juega únicamente en predicar la decencia y educar para ello, y después cruzar los dedos. Sin hincarle el diente a los sistemas de incentivos, a las estructuras de gobierno, al peso de determinados lobby, a regulaciones internacionales el desorden, como en el supermercado, persistirá y se reproducirá, cancerígenamente. Pero el riesgo aquí ya no será abollar alguna carrocería, sino destrozar vidas y cohortes generacionales enteras. O, en palabras de Bauman, construir una sociedad que genera residuos humanos.</p>
<p><br/><a href="http://www.josepmlozano.cat/">www.josepmlozano.cat</a></p>
<p>@JosepMLozano</p>Por qué necesitamos respon.cattag:comunidadetnor.ning.com,2014-03-11:5374014:BlogPost:424822014-03-11T16:11:18.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">No hay países exitosos con empresas fracasadas. Y no hay empresas exitosas en países fracasados. Olvidarlo puede llevar a errores colosales. Porque tener visión de empresa y visión de país no son líneas paralelas, sino que están íntimamente entreveradas. Y eso conlleva tener claras unas cuantas cosas que en nuestro país no siempre lo han sido. Por ejemplo: que un buen tejido empresarial y una buena cultura empresarial no son el simple apoyo…</p>
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<p align="justify">No hay países exitosos con empresas fracasadas. Y no hay empresas exitosas en países fracasados. Olvidarlo puede llevar a errores colosales. Porque tener visión de empresa y visión de país no son líneas paralelas, sino que están íntimamente entreveradas. Y eso conlleva tener claras unas cuantas cosas que en nuestro país no siempre lo han sido. Por ejemplo: que un buen tejido empresarial y una buena cultura empresarial no son el simple apoyo económico para un proyecto de país, sino que forman parte intrínsecamente de él. O que las personas vivimos en sociedades y no en mercados y, por tanto, que es imposible hacer viable una empresa sin atender a la viabilidad de las personas y del país donde opera. O que de la misma manera que toda decisión económica tiene un impacto social, toda propuesta social tiene un coste económico.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="https://pbs.twimg.com/profile_images/430817510720405504/_300SWAl.png"/>Por eso es importante que el Consejo de Cámaras de Catalunya haya lanzado la iniciativa <i>respon.cat</i>, orientada a promover la RSE. Pero conviene ir por partes. Porque en Catalunya aún predomina una visión reduccionista de la RSE. Todavía se asocia a que las empresas hagan buenas obras, den dinero o devuelvan no-sé-qué a la sociedad. Todavía asociamos RSE a acción social o filantropía, lo que gusta mucho a todo tipo de instituciones públicas y sociales que esperan que en nombre de la RSE las empresas les financien sus actividades. Lo que no está excluído, por supuesto, pero no es el núcleo de la RSE. La RSE no le pregunta a la empresa cómo y en qué se gasta el dinero que gana, sino cómo lo gana, da grima repetirlo todavía. Le pregunta por los impactos de su actividad, todos los impactos. Impactos que consideren a los afectados por sus decisiones. Y sin contraponer la S a la viabilidad económica de la empresa, porque eso sería un disparate suicida. Porque cuando hablamos de RSE todavía hay mucha gente que piensa más en la S que en la R y la E. De lo que estamos hablando no es de algunas actividades o prácticas empresariales, sino del modelo de empresa y de la estrategia empresarial. En definitiva: no se trata de tener una estrategia de RSE, sino de tener a la RSE insertada en la estrategia. Dicho de otro modo: hablar de RSE es hablar de qué modelo de competitividad queremos para nuestras empresas y nuestro país. No se trata de la RSE por sí misma, sino de configurar una competitividad responsable y sostenible. Se trata de cómo queremos ser competitivos. Estamos hablando de buena gestión y de qué entendemos por buena gestión.</p>
<p align="justify">Esto no es ideología. Es simplemente que las expectativas de la sociedad hacia las empresas han cambiado, y que la gente quiere saber y espera de ellas cosas que antes ni quería saber ni esperaba. Los estudios de opinión lo dicen: si no se modifican ciertas formas de operar las empresas pueden sufrir una crisis de confianza y de legitimidad que afecte también a su viabilidad. El problema en este punto es que en España el discurso sobre la RSE se ha construido sobre los problemas y los riesgos de las empresas cotizadas. Que han hecho cosas muy interesantes, pero no son todas las empresas. La RSE hasta ahora es un discurso sesgado hacia las cotizadas, que no ha entendido ni a las pyme ni a las familiares. El último eurobarómetro, por ejemplo, muestra que los ciudadanos españoles desconfían de la responsabilidad de las grandes empresas, pero consideran mucho más responsables las pyme.</p>
<p align="justify">Respon.cat es la oportunidad de impulsar un movimiento de apoyo y desarrollo de la RSE arraigado en Catalunya y en clave catalana. Que contribuya a nuestra diferenciación como país y la de nuestras empresas. Apoyando a la mejora de la calidad de nuestra gestión empresarial ya su competitividad responsable y sostenible. RSE no significa más legislación sino mejores empresas. Esto lo han visto muy claramente los países nórdicos para los que RSE es dar apoyo a la calidad y a la internacionalización de las empresas. La responsabilidad te diferencia y la irresponsabilidad te penaliza, y no al irresponsable sino a todos (ves ahora a Panamá a hacer negocios como empresa española después del numerito de Sacyr). Porque la primera pregunta no es por el coste de la responsabilidad sino por el coste de la irresponsabilidad. Y este lo conocemos sobradamente.</p>
<p align="justify">Respon.cat, pues, es una oportunidad empresarial y de país. Porque en RSE se puede aprender pero no copiar, y para las empresas es la posibilidad de mejorar cualitativamente. Y porque la RSE aún no ha sido colonizada por los estados, y en el escenario internacional un país que apueste por la RSE puede ganar reconocimiento y diferenciación.</p>
<p align="justify"><a href="http://www.josepmlozano.cat/">www.josepmlozano.cat</a></p>
<p align="justify">@JosepMLozano</p>Sobre la RSE, la UNESCO y otras alucinacionestag:comunidadetnor.ning.com,2014-01-17:5374014:BlogPost:422482014-01-17T10:13:56.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p style="text-align: justify;">Durante el cambio de año, aparte de soportar el gripazo que suelo pillar cuando bajo las defensas con ocasión de las fiestas, a veces me gusta simplemente mirar la biblioteca y jugar a ver que lomo de los libros que dormitan allí desde hace años me atraen lo suficientemente como para ojearlos otra vez y entretenerme con notas y comentarios ya envejecidos (los de lectura reciente no juegan). Entre otras cosas para ver cuales…</p>
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<p style="text-align: justify;">Durante el cambio de año, aparte de soportar el gripazo que suelo pillar cuando bajo las defensas con ocasión de las fiestas, a veces me gusta simplemente mirar la biblioteca y jugar a ver que lomo de los libros que dormitan allí desde hace años me atraen lo suficientemente como para ojearlos otra vez y entretenerme con notas y comentarios ya envejecidos (los de lectura reciente no juegan). Entre otras cosas para ver cuales resisten mejor el paso del tiempo.</p>
<div style="text-align: justify;">Este año he recuperado un informe de la UNESCO -de 1996- lamentablemente olvidado. En este informe (<i>Learning: The Treasure Within</i>) la UNESCO planTeaba lo que denominaba los cuatro pilares de la educación. Como en tantos momentos de la vida, lo que está en juego no es la originalidad, sino la verdad. Y por eso, porque determinadas verdades esenciales no caducan, se me ocurrió que por asociación –o por alucinación- lo que la UNESCO refería a la educación podria darnos claves de lectura para nuestra aproximación a la RSE.<br/> </div>
<div style="text-align: justify;">Siempre he sido de la opinión de que hay dos cosas que no dejamos de hacer mientras estemos vivos: respirar y aprender. Cuando yo no respiramos o no aprendemos, hemos muerto. Respirar y aprender son como bases antropológicas desde las que construimos formas y modelos de vida. Por eso, quizás, prácticas vinculadas a la respiración juegan un papel fundamental en las maneras de meditar de las más diversas tradiciones religiosas. Y, por otra parte, a lo mejor resulta que aprender y vivir son sinónimos. Bueno, si hacemos caso de la UNESCO. Porque dicho informe sostenía que los cuatro pilares de la educación son: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir, y aprender a ser. Digo que vivir y aprender son sinónimos porque difícilmente podremos resumir mejor los parámetros de una vida plena: conocer, hacer, convivir y ser. Porque vivir una vida humanamente digna es conocer, hacer, convivir y ser. Por eso quizá sería bueno preguntarnos si nuestros procesos de aprendizaje son capaces de integrar estas cuatro dimensiones de la vida. Venimos de una cultura en la que pretendíamos que había un sitio para cada cosa y que cada cosa debía estar en su sitio. (Sustitúyase institución por sitio, por cierto). Pero si de lo que se trata es de vivir, (de aprender a vivir y de vivir aprendiendo), me pregunto si nuestros proyectos personales, organizativos y sociales nos permiten integrar realmente estas cuatro dimensiones de la vida. Las cuatro. Sin hipertrofias ni esquizofrenias. A veces me da la impresión que muchos proyectos se asemejan a programas de <i>fitness</i> que sólo trabajaran una parte del cuerpo. Porque a menudo me suscitan la imagen de alguien que hubiera musculado enormemente, por ejemplo, su brazo derecho, y mantuviera unas piernas enclenques. Mucho conocer y poco hacer, o mucho hacer y poco ser; por poner dos ejemplos. <br/> </div>
<div style="text-align: justify;"><img alt="" align="right" src="http://e4gi.weebly.com/uploads/7/8/6/5/7865541/5565003.jpg?292"/>En la vorágine de los cambios que vivimos me pregunto si un reto crucial no consiste precisamente en aprender a integrar vitalmente estas cuatro dimensiones. Y, por qué no, aprovechar estos pilares para convertirlos en las coordenadas de una RSE sana. No digo mejor, exitosa, eficiente o de valor compartido. Digo deliberadamente sana. <br/> </div>
<div style="text-align: justify;">Porque la RSE requiere conocer. Repito: conocer y no simplemente recoger y sistematizar datos o informaciones. Conocer la realidad de las empresas y de las sociedades en las que operan. Conocer a aquellos con quienes nos relacionamos y las características de la relación. Conocernos a nosotros mismos (personas y organizaciones) con nuestros intereses, conflictos, prioridades y valores. Con un conocimiento que incluye atención, comprensión y sensibilidad. No es posible la RSE desde el des-conocimiento.</div>
<div style="text-align: justify;">La RSE requiere hacer. Esto parece lo más musculado, lo más fácil y lo más obvio. Pero también requiere evitar confusiones. En la RSE hay mucho activismo y a veces poca acción. Mucho hacer por hacer, muy orientado al qué, menos preocupado por el cómo y a menudo ignorante del por qué. “Hacer” no se refiere a solo a resultados, sino también al sujeto y al proceso. Por eso estamos incómodos con la rendición de cuentas que se presenta desconectada, flotando en el éter de los informes volando a la espera de ser cazados por google. El hacer de la RSE debiera hacer más transparentes no solo a los resultados, sino también a los procesos y a los sujetos.<br/> </div>
<div style="text-align: justify;">La RSE requiere convivir. Me atrevo a decir que la RSE se inscribe en un proyecto de convivencia. Un proyecto de convivencia en el que reconocemos que no es posible construir una sociedad al margen de empresas y organizaciones, o sin ellas. Pero también que no es posible construir empresas y organizaciones al margen de la sociedad; la sociedad concreta, con su cultura, sus conflictos, sus recursos y sus esperanzas. La RSE se inscribe en un proyecto de convivencia porque las personas vivimos en sociedades, y no en mercados, y la RSE apuesta por un modelo de empresa que establezca y consiga sus objetivos construyendo sociedad, y no destruyendo sociedad.<br/> </div>
<div style="text-align: justify;">La RSE requiere ser. Ser empresa. Ser empresa a la altura de las posibilidades y los retos de los tiempos que se están viviendo. El debate sobre la RSE no es un debate sobre lo que es la RSE, sino un debate sobre lo que es una empresa. Y no para añadir más definiciones al diccionario, sino para establecer qué maneras de actuar, de relacionarse y de proyectarse se requieren a las empresas de hoy. Lo que es una empresa no se conoce leyendo su visión o misión ni analizando su código de conducta, sino en su manera de responder en las circunstancias en las que opera. El ser de una empresa no es una abstracción, sino su manera concreta de conocer, hacer y convivir.<br/> </div>
<div style="text-align: justify;">Aprender a conocer, a hacer, a convivir y a ser. Algo para lo que no hay recetas, pero que es un marco de referencia para movernos en las tensiones de nuestro tiempo, ante las que no hay que buscar la respuesta perfecta que lo resuelva todo, sino la respuesta posible, viable y nunca plenamente satisfactoria que se puede dar en cada circunstancia. Porque las tensiones en medio de las que debemos actuar y vivir hoy siguen siendo probablemente las mismas que señalaba entonces la UNESCO: entre lo global y lo local; entre lo universal y lo individual; entre tradición y modernidad; entre una orientación al corto y al largo plazo; entre la competición y la igualdad de oportunidades; entre la expansión del conocimiento y la dificultad para asimilarlo; entre lo espiritual y lo material. <br/> </div>
<div style="text-align: justify;">En medio de tantas tensiones, quizás convendría no olvidar que en el mismo informe se dice que “este proceso ha de empezar por la comprensión de si mismo a través de un viaje interno cuyos hitos se llaman: conocimiento, meditación y autocrítica”. Este es el sustrato personal de los cuatro pilares, y sin este sustrato difícilmente se sostendrán ni serán sostenibles.<br/> </div>
<div style="text-align: justify;">Conocer, hacer, convivir, ser: ¿no será esta integración una sabiduría a la altura de nuestro tiempo? Claro que una vez ya me objetaron que quién querrá ser sabio en un mundo de listos...<br/> </div>
<div style="text-align: justify;">(Y perdón por esta alucinación post fiestas).</div>
<div style="text-align: justify;"><a href="http://www.josepmlozano.cat/">www.josepmlozano.cat</a></div>
<div style="text-align: justify;">@JosepMLozano</div>Queremos ser exploradores? La RSE como exploración tag:comunidadetnor.ning.com,2013-12-09:5374014:BlogPost:419732013-12-09T17:29:07.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">J. G. March, en su reflexión sobre las organizaciones y su dinámica, distingue entre exploración y explotación, y sostiene que un requisito fundamental para la adaptación inteligente es mantener el equilibrio entre la explotación de lo que ya se conoce y la exploración de lo que se puede llegar a conocer. Sabiendo –añado yo- que "conocer" aquí no se reduce a la cognitivo o meramente intelectual, sino que incluye la acción: es conocer…</p>
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<p align="justify">J. G. March, en su reflexión sobre las organizaciones y su dinámica, distingue entre exploración y explotación, y sostiene que un requisito fundamental para la adaptación inteligente es mantener el equilibrio entre la explotación de lo que ya se conoce y la exploración de lo que se puede llegar a conocer. Sabiendo –añado yo- que "conocer" aquí no se reduce a la cognitivo o meramente intelectual, sino que incluye la acción: es conocer para hacer, en el hacer y desde el hacer.</p>
<p align="justify">Si algo ha sido la RSE en los últimos años para muchas personas y organizaciones ha sido exploración. Exploración vinculada a la acción transformadora, que ha generado muchas capacidades dignas de convertirse en explotación, afortunadamente. La pregunta que hoy debemos plantearnos, siguiendo a March, es si en estos momentos la actitud explotadora ha ido ocupando terreno en detrimento de la actitud exploradora, y estamos perdiendo el equilibrio entre ambas, equilibrio que el propio March considera fundamental para lo que califica como adaptación inteligente.</p>
<p align="justify">Y es precisamente porque comparto el criterio de March por lo que considero que al club de la RSE le conviene revisar lo que entiende por exploración. Entre otras razones porque nuestra cultura asocia exploración a ir más allá; a nueva frontera; a no considerar los límites como clausura; a nuevo, más y mejor. Probablemente, el mito subyacente en nuestra comprensión de la exploración es el arquetipo del conquistador, aderezado con un discurso a la moda sobre la innovación y su valor fundante y fundamental.</p>
<p align="justify">Creo que la reducción de la RSE a la explotación de lo ya explorado es suicida. Pero creo también que la madurez de la RSE pasa por revisar o complementar la comprensión de lo que significa explorar. Por eso recuerdo siempre, cuando se trata de exploración, una frase de Proust hacia la que tengo especial devoción. Frase que, propiamente, es una invitación: "la auténtica exploración no es la que busca nuevos territorios, sino la que aprende a ver con nuevos ojos". No negaré que esto parece la coartada perfecta para sedentarios de mi calaña. Pero me pregunto si no es también uno de los grandes desafíos de nuestra época y, por consiguiente, para la RSE. Porque no es posible un hacer transformador sin una transformación de la mirada. O, dicho con otras palabras, no es posible una gestión del cambio si no conlleva una transformación de la sensibilidad. Por eso, cuando a menudo percibimos que muchas prácticas no van en serio o que responden a una intencionalidad más cosmética que ética, lo más habitual es que sea debido a que las nuevas prácticas no responden a ningún cambio en la mirada sobre la empresa y la realidad social. Saint-Exupéry decía que si quieres construir un barco, evoca antes en los humanos el anhelo del mar libre y ancho. Pues bien, la fuerza transformadora de la RSE acaba cuando ya solo habla del barco y olvida el anhelo que la mueve (si es que alguna vez ha conectado con él).</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://griseldaespiromyblog.files.wordpress.com/2009/07/barco.jpg?w=300&h=233"/>A veces, cuando escucho a mentes preclaras y gurus reverenciados proclamar embelesados la buena noticia de la rapidez con la que todo está cambiando me viene a la cabeza, no sé por qué, el hamster de mi sobrino corriendo a toda velocidad día y noche dentro de una rueda que no va ninguna parte. Cuidado con convertir a la RSE en un hámster, olvidando el anhelo que nos ha llevado a ir construyendo entre todos, poco a poco, el barco de la RSE. ¿Hemos desarrollado una mirada capaz de ver lo que está ocurriendo? De la misma manera que pensar no es lo mismo que tener la cabeza continuamente ocupada con pensamientos, ver no es lo mismo que tener la mirada saturada de imágenes y mensajes. Por eso tampoco es lo mismo constatar lo que está pasando, que ver hacia dónde vamos y hacia dónde queremos ir.</p>
<p align="justify">Conviene no olvidar que, tomada en serio, la RSE exige también desarrollar una capacidad para ver mejor lo que ocurre ante nosotros y en nosotros mismos, y no solo una capacidad de hacer. En otras palabras: creo que la RSE es también una educación de la mirada. Una mirada capaz de explorar nuevos territorios en las personas, en las organizaciones, en la sociedad. De la misma manera que la apelación al diálogo queda suspendida en el vacío sino se sostiene en el desarrollo de la capacidad de escuchar, el desarrollo de la RSE flaquea cuando no se sostiene en la capacidad de ver a las organizaciones y a la sociedad con una mirada que no atiende solo a lo que está establecido convencionalmente en el discurso empresarial y social. Solo así podrá explorar nuevas formas de hacer empresa dignas de ser explotadas y consolidadas.</p>
<p align="justify">Eduardo Galeano tiene un cuento memorable donde narra la historia de un niño a quien su padre llevó a descubrir el mar. "Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre: ¡ayúdame a mirar!"</p>
<p align="justify">En estos tiempos postmodernos vivimos en una orfandad asumida, y ya no reconocemos ninguna paternidad que nos guíe en nuestro camino hacia el mar. Y, ciertamente, la RSE no tiene la densa hermosura de la silenciosa inmensidad del mar. Pero, de manera más modesta, sí que tiene algo que ver con el desarrollo de la capacidad de detenernos ante nosotros mismos, ante las organizaciones y ante la sociedad y, a lo mejor, reconocer la necesidad de decirnos los unos a los otros: ¡ayúdame a mirar!</p>
<p align="justify">Brindarnos mutuamente esta ayuda es también una tarea del club de la RSE.</p>
<p align="justify"><a href="http://www.josepmlozano.cat/">www.josepmlozano.cat</a></p>
<p align="justify">@JosepMLozano</p>Una nota sobre la relación entre RSE y economía del bien comúntag:comunidadetnor.ning.com,2013-11-27:5374014:BlogPost:420482013-11-27T12:01:06.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">Todo empezó con un tuit que hice sobre la necesidad de abrir un diálogo entre la RSE y la economía del bien común. Aquel tuit tuvo diversas reacciones, y creo que es bueno retomar el hilo, aunque de momento sea solo mediante esta breve nota.</p>
<p align="justify">Como lo que me interesa más es señalar cómo pueden abordarse algunos puntos de encuentro o de diálogo, no voy a entretenerme en señalar el camino que, a mi parecer, aún le queda…</p>
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<p align="justify">Todo empezó con un tuit que hice sobre la necesidad de abrir un diálogo entre la RSE y la economía del bien común. Aquel tuit tuvo diversas reacciones, y creo que es bueno retomar el hilo, aunque de momento sea solo mediante esta breve nota.</p>
<p align="justify">Como lo que me interesa más es señalar cómo pueden abordarse algunos puntos de encuentro o de diálogo, no voy a entretenerme en señalar el camino que, a mi parecer, aún le queda por recorrer a la economía del bien común. Algo que, por otra parte, es un componente intrínseco de su planteamiento, porque se entiende a sí misma no como una propuesta sino como un proceso de propuestas.</p>
<p align="justify">Pero, pese a todo, no se pueden enfatizar los puntos de encuentro obviando las discrepancias, aunque sea sólo en forma de enunciado. Y como lo que opino de la RSE ya es suficientemente conocido por los lectores de este blog, me voy a limitar a la economía del bien común… Cuya primera dificultad estriba en saber exactamente en qué consiste, puesto que bajo su paraguas se aglomeran propuestas diversas, de lo más variopinto, y a veces de difícil encaje entre sí. Por otra parte incluso conceptualmente a menudo su núcleo baila, puesto que bajo esta denominación se cobijan desde herederos de la doctrina social pontificia hasta justificaciones que se apoyan en y dependen de la lógica bienestarista. Especialmente relevante me parece –al menos desde una mínima honestidad intelectual- aclarar la relación con la doctrina social pontificia (denominación que prefiero a la convencional de doctrina social de la iglesia, porque en la iglesia –católica, otro implícito- hay más doctrina social que la elaborada por los últimos papas). Me parece poco serio levantar la bandera del bien común y ningunear o no tener nada que decir sobre la sólida contribución de la doctrina social pontificia al respecto. También me sorprende, a estas alturas, una cierta visión no ya crítica sino simplemente desenfocada de la RSE: reducida a filantropía o confundida con los emprendimientos sociales. Y aunque el tono de los planteamientos generales y el listado de alternativas a veces me recuerdan -en el mejor sentido de la expresión- a los socialistas utópicos, también me parece que a estas alturas ya deberíamos estar vacunados ante la ingenuidad de creer que cuando alguien acierta en el diagnóstico de lo que no funciona, de ello se infiere que la solución consiste en hacer exactamente lo contrario. Y, de la misma manera, no estoy tan seguro de que añadir por activa y por pasiva el adjetivo "democrático" a instituciones, reglas y procesos los transforme por arte de magia en algún sentido. Ni tan siquiera que los haga más democráticos.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://fernandosantamaria.com/blog/blog/wp-content/uploads/2012/07/economiabiencomun.jpg" width="273" height="197"/>Y precisamente gracias (y no pese) a lo que acabo de decir, creo que es necesario un diálogo entre la economía del bien común y la RSE. Entre otras cosas porque, como ya he insistido en más de una ocasión, la RSE no se ha planteado la necesidad –o no- de un nuevo orden económico ni la legitimidad concreta de los contextos socio-políticos en los que opera. Atención: el tópico diría que no lo ha hecho, simplemente, porque forma parte del sistema. No lo tengo tan claro. Aunque es obvio que en algunos casos es así, no creo que en otros esté tan alejado de la cuestión, aunque disponga de menos recursos conceptuales y analíticos para abordarla. Hoy vivimos diversas fracturas, y nuestro riesgo es pensar simplemente desde ellas: entre lo económico y lo social; entre trabajo y creación de riqueza; entre mercado y democracia; entre lo económico y lo ecológico; entre antropología y espiritualidad. Y nuestro riesgo es reproducir estas fracturas con un pensamiento fracturado o hecho de contraposiciones simplificadoras. Todo ello confluye en nuestra dificultad para pensar, vivir y articular de manera integrada valores y objetivos; principios e intereses; lo local y lo sistémico… sobre todo cuando se trata de hacerlo en la acción y en la toma de decisiones, y no en seminarios académicos o fabricando powerpoints con matrices y diagramas de Venn. El diálogo entre la economía del bien común y la RSE le puede ayudar a la RSE a caer en la cuenta, por ejemplo, de que su desarrollo hoy no se ve entorpecido por una falta de metodologías sino por un déficit de filosofía social. Y también le puede ayudar a tener la valentía de asumir que determinados retos y problemas que aparecen en la agenda de la RSE no se resuelven si continúa anclada en planteamientos puramente incrementalistas o correctores.</p>
<p align="justify">A mi modo de ver el abordaje del diálogo entre la RSE y la economía del bien común requiere al menos explicitar y elaborar dos asunciones. En primer lugar, que no es lo mismo pensar la actividades económicas a partir de un discurso socio-económico general (que después debe "aplicarse" a las organizaciones concretas), que hacerlo a partir de la organización y de la gestión (que después debe tener efectos a escala social). Estos dos enfoques –que podemos simplificar denominándolos ascendente y descendente- son más complementarios que contrapuestos, y ninguno de los dos puede pretender que puede dar respuesta a todos los retos que se le plantean.</p>
<p align="justify">Y en segundo lugar, y en parte como consecuencia de lo anterior, hay que ir acabando con el pensamiento binario que solo genera contraposiciones y exclusiones mutuas. Y me temo que, quizás como resultado de su deseo transformador de buscar alternativas, la economía del bien común tiende a la contraposición. Contraposiciones clásicas, por otra parte: público-privado, eficiencia-solidaridad, estado-mercado, libertad-igualdad; global-local; management-democracia… para seguir instalados ahí no sé si hacen falta las alforjas que se ofrecen. Al final, en términos organizativos concretos, a veces da la impresión de que todo se reduce a que hay que considerar como prioritario el desarrollo de cooperativas como modelo de referencia. He escuchado tantas veces en algunos ambientes que las únicas empresas socialmente responsables son las cooperativas, que he llegado a la conclusión que cada discurso axiológico produce el fundamentalismo que se merece. (Y no tengo nada en contra de las cooperativas, por supuesto, y he colaborado con gusto, interés y convencimiento con algunas de ellas).</p>
<p align="justify">Yo creo que el diálogo solo será posible si en lugar de llevarlo cabo desde las contraposiciones propias del pensamiento binario imaginamos los distintos planteamientos como posiciones distintas dentro de un continuo, con espacios de coincidencia y de diferenciación, y como una oportunidad mutua de aprendizaje. Y esto podría ser una buena posibilidad de apertura al cambio para todos, y en los más diversos registros.</p>
<p align="justify">La economía del bien común ofrece planteamientos muy interesantes y líneas de actuación muy sugestivas. Sería lamentable que ella y la RSE se plantearan como caminos paralelos, sin puntos de encuentro ni de intersección. Y sería lamentable porque, en contra de lo que dicen el tópico y la pereza mental, ni los planteamientos identitarios cerrados sobre sí mismos son un riesgo exclusivo de los nacionalismos, ni el fundamentalismo es un riesgo exclusivo de las religiones.</p>
<p align="justify"><a href="http://www.josepmlozano.cat/">www.josepmlozano.cat</a></p>
<p align="justify">@JosepMLozano</p>¿Empresa responsable? tag:comunidadetnor.ning.com,2013-11-07:5374014:BlogPost:415942013-11-07T12:58:05.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">Es bastante habitual que en los debates sobre responsabilidad social de la empresa salga alguien a decir que esto no nos debe hacer olvidar que la empresa debe ser rentable. Como si fueran dos aproximaciones contrapuestas. La respuesta habitual de los entusiastas de la RSE es que no hay ni debería haber contraposición. De todos modos, creo que todos deberíamos procurar no caer en esa retórica fácil que últimamente se ha puesto de moda y que…</p>
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<p align="justify">Es bastante habitual que en los debates sobre responsabilidad social de la empresa salga alguien a decir que esto no nos debe hacer olvidar que la empresa debe ser rentable. Como si fueran dos aproximaciones contrapuestas. La respuesta habitual de los entusiastas de la RSE es que no hay ni debería haber contraposición. De todos modos, creo que todos deberíamos procurar no caer en esa retórica fácil que últimamente se ha puesto de moda y que todo lo resuelve sobre el papel y, por supuesto, con final feliz. Porque, efectivamente, según el modelo de empresa y las prácticas empresariales que se defiendan, a veces se da una fuerte contraposición. De la misma manera, sin embargo, que a veces hay empresas para las que estas contraposiciones son inconcebibles porque "económico" y "social" para ellas son inseparables, y se integran en una identidad corporativa .</p>
<p align="justify">Porque esta objeción es, desde el punto de vista del debate, un auténtico boomerang, porque retorna intacta a quien la hace. Es decir: porque utiliza expresiones como rentabilidad, responsabilidad o empresa que, en contra de lo que parece, piden que cada uno explicite en qué está pensando cuando expresa una opinión referida a ellas. Porque la realidad de tantas horas perdidas en debates aparentemente semánticos nos dice que su significado no es ni obvio ni el mismo para todos. Aquí, como en tantos otros casos, podemos no estar hablando de lo mismo, aunque estemos utilizando las mismas palabras. No podemos hablar de estas cuestiones desde la neutralidad, como si fuera un debate que consiste en aplicar a la realidad definiciones de diccionario. Sólo lo podemos hacer si explicitamos cuáles son nuestras opciones y, consiguientemente, a qué nos queremos referir con las palabras que usamos. Por eso tantas veces, tanto en el sector social como en el sector empresarial hay un sentimiento de incomodidad por la falta de una definición clara. Y lo que conviene entender es que la reflexión sobre estas cuestiones no nos da una norma sobre lo que hay que hacer o exigir, sino un marco de referencia para que nos involucremos y le damos forma concreta a partir de nuestras opciones y actividades. Y es que las definiciones nunca sustituirán a las opciones y los compromisos con determinados valores.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://blog.ar.buscojobs.com/wp-content/uploads/2009/11/resp-empresa.jpg" width="241" height="149"/>En este sentido, cada vez más creo que la cuestión consiste en preguntar por la empresa responsable y no, como dicta lo que hoy es políticamente correcto, por la empresa socialmente responsable. Creo que hablar de empresa socialmente responsable ha sido -¡y es!- útil, necesario e inevitable. Y lo seguirá siendo. Pero también ha sido fuente de malentendidos y confusiones, porque a menudo se percibe como una dinámica circunstancial, o como un asunto especializado o propio de una nueva área funcional. Cada vez estoy más convencido de que no deberíamos olvidarnos de hablar de empresa responsable.</p>
<p align="justify">La pregunta, ¿la única pregunta?, es la pregunta por la empresa responsable. Más aún, no es ni una pregunta. La empresa sólo puede serlo si es responsable. Ahora bien, la cuestión es: ¿responsable ante quién?; ¿responsable de qué? Y, también, ¿cómo se concreta esta responsabilidad?; ¿quien tiene derecho a exigirla? Y ¿cómo se rinden cuentas? Hoy el debate que tenemos abierto, en el fondo, no es sobre si una empresa es o no responsable, sino sobre cómo entiende esta responsabilidad. Y, evidentemente, como entienden esta responsabilidad sus interlocutores. Porque hoy la responsabilidad es más compleja, como lo es la sociedad, y no tenemos un único camino de respuesta.</p>
<p align="justify">La responsabilidad de la empresa tiene múltiples dimensiones, que son el resultado, a la vez, de un reto y de una demanda: ¿cuál es la contribución hoy de la empresa a la sociedad? Porque la empresa es, al mismo tiempo, un actor económico y un actor social. Y debe reconstruir continuamente su lugar en la sociedad, de manera que su actuación económica no se vea desbordada por exigencias que no le corresponden, pero también de manera que no ignore nunca que no hay ninguna actuación económica que no tenga también una dimensión social. Pero esto también lo ha de interiorizar el Tercer Sector. Cada vez más, desde el mundo empresarial (y, más específicamente, desde las empresas comprometidas con una visión amplia de su propia responsabilidad) le preguntarán acerca de cómo entiende su responsabilidad como organización social, y como lleva a cabo las prácticas que exige a los demás. Y se esperará que la respuesta no se considere ya justificada por la nobleza de sus fines, y que a su vez no ignore que nunca hay ninguna actuación social que no tenga una dimensión económica. Quizás el terreno común será cada vez más sobre proyectos concretos que permitan entender la interpretación que cada uno hace lo que son sus responsabilidades.</p>
<p align="justify">Hoy la responsabilidad empresarial incorpora más dimensiones, quizás, de las que incorporaba años atrás. Y esto es el resultado tanto de nuevas presiones y demandas sociales, como de la visión y la lucidez de determinadas empresas y profesionales. Pero, en definitiva, la pregunta por la empresa responsable es la pregunta por qué empresa y qué sociedad queremos construir. ¿O es que podemos pensar la empresa al margen de la sociedad? ¿O es que podemos pensar la sociedad sin la empresa?</p>
<p align="justify">Claro que, para según quien, la solución es simplemente no pensar.</p>
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<p align="justify">@JosepMLozano</p>La función directiva en la RSE tag:comunidadetnor.ning.com,2013-10-14:5374014:BlogPost:416382013-10-14T10:13:26.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">Creo que hemos hablado demasiado de los departamentos y los responsables de RSE, y poco de la función directiva. ¿Por qué lo digo? Porque sin lo segundo ni se entiende ni se ubica bien lo primero. Cuando digo "función directiva" me refiero a que debe formar parte –de manera creíble- de quienes tienen la responsabilidad de dirección de la organización. De todos. Es una visión, una mentalidad, un enfoque. La RSE presupone una comprensión de…</p>
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<p align="justify">Creo que hemos hablado demasiado de los departamentos y los responsables de RSE, y poco de la función directiva. ¿Por qué lo digo? Porque sin lo segundo ni se entiende ni se ubica bien lo primero. Cuando digo "función directiva" me refiero a que debe formar parte –de manera creíble- de quienes tienen la responsabilidad de dirección de la organización. De todos. Es una visión, una mentalidad, un enfoque. La RSE presupone una comprensión de conjunto de la empresa, de su propósito y de su actividad. No se reduce a un conjunto definido de actividades. Solo desde esta perspectiva se puede entender que, por supuesto, exista una persona o un departamento responsable de la RSE. Porque la clave no reside en su existencia, sino en el enfoque que hace que exista.</p>
<p align="justify">Esta es la razón por la que, tanto internamente como externamente, hay que acabar con una aproximación binaria a la RSE. Una aproximación de sí o no, de si una empresa és o no es socialmente responsable. En este sentido, los indicadores y check ist –necesarios, imprescindibles- nos pueden haber jugado una mala pasada. Porque han reforzado la mentalidad cumple / no cumple. Y hay que tener un enfoque mucho más gradual, mucho más orientado a procesos. Mucho más atenta a la direccionalidad, que no es lo mismo que un avance mecánicamente lineal. Por eso la RSE es función directiva antes que cargo directivo: porque lo que la sustenta es una visión de conjunto de la empresa, de sus avances y retrocesos, de sus dificultades y de sus capacidades, de sus prácticas y de sus relaciones. En otras palabras, hay que acabar con ciertas comprensiones de la RSE que se presentan como autosuficientes, com si estuvieran al margen de todo contexto organizativo.</p>
<p align="justify">No existe una RSE fuera de contexto. Por supuesto, hay que tener en cuenta las formulaciones acreditadas y los marcos de referencia existentes. Pero al final hay que darles cuerpo en función de la cultura y la estrategia de cada empresa. Y del sector y del país en el que opera. Por eso creo que, más allá de los necesarios debates académicos y políticos, el planteamiento de la RSE debe desembocar en cada realidad empresarial. Esto debería ayudar a resolver el manido debate sobre denominaciones: que sea aquel que resulte más significativo y movilizador para la identidad de cada empresa, y no el que decidan los expertos o los consultores.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://laborprex.files.wordpress.com/2013/05/logo-dirse.jpeg" width="250" height="123"/>Desde este marco, creo que cabe entender la contribución del responsable de RSE com una especie de còctel, resultado de combinar cuatro elementos en proporción adecuada a la empresa de la que se trate. El primero es ser facilitador (o consultor interno): debe ser percibido como alguien que ayuda a mejorar la calidad del trabajo y de los procesos de la empresa, de acuerdo con el propósito y los valores compartidos. El segundo es ser conector: entre personas y departamentos, entre la empresa y sus stakeholders, entre la realidad ya consolidada y el futuro que emerge. El tercero es ser ejemplificador: debe personificar de manera creíble el discurso del que es portador, y vincularlo a ejemplos y maneras de proceder (internos y externos) que le permitan mostrar lo que es posible y no solo anunciar lo que debería ser posible. Y, finalmente, catalizador: no es quien protagoniza ni realiza los cambios, sino quien es capaz de dar recursos que permitan procesos de transformación a partir de elementos ya existentes. Porque de lo que no se trata es de introducir algunas novedades en el discurso o en la actividad empresarial para que, en sustancia, pueda seguir igual, tanto en lo que se refiere a sus operaciones como a sus aspiraciones. Por eso, aunque la RSE solo puede ser algo eminentemente práctico, no se reduce a un muestrario de buenas prácticas. Porque la buenas prácticas, en contra de lo que se cree, viajan mal. En RSE se puede aprender, pero no se puede copiar.</p>
<p align="justify">Lo anterior tiene un doble reverso, una cara oculta, no siempre fácil de manejar. El primero es lo que podríamos denominar la falacia de los stakeholders. Hemos insistido tanto en la importancia de la relación con los stakeholders, que al final parece que sean ellos los que deban definir la RSE de la empresa. Por supuesto: cada vez está más claro que aquella empresa que no tenga una estrategia de RSE elaborada desde dentro, se la elaborarán desde fuera. Pero la falacia de los stakeholders consiste en que si una empresa define la RSE desde los stakeholders y no desde su propósito lo que ocurrirá es que la persona responsable de la RSE solo podrá ocuparse del stakeholder que no esté asignado. Y como inversores, trabajadores, proveedores, clientes, etc., ya tienen un responsable asignado antes de crear el departamento de RSE, cuando éste se cree solo le quedarán disponibles... las organizaciones sociales y hacer memorias de sostenibilidad. Y de ahí a confundir la RSE con acción social y comunicación solo hay un paso, que se da con extraordinaria facilidad. Entre otras razones porque siempre hay gente dispuesta a darlo.</p>
<p align="justify">El segundo reverso es que las personas y los equipos de RSE pueden experimentar a veces una extraña sensación de soledad. Porque lo importante no es lo que hacen (pese a que hacen muchas cosas) sino lo que consiguen que se haga. Que hagan otros. De ahí que internamente deban soportar a menudo la irónica y cruel pregunta: y tú, exactamente, ¿a qué te dedicas? Y, externamente, a veces deben soportar que cuando un stakeholder le quiere dar un bofetada a la empresa, se la da en la cara del responsable de RSE, que encima entonces debe aguantar la frase complementaria de la pregunta anterior: a ver si lo arreglas. Y ésto solo tiene arreglo si volvemos a lo que planteaba al principio: que la RSE sea verdaderamente función directiva y no simplemente un cargo directivo.</p>
<p align="justify">Y requiere, además, otra cosa. Algo que siempre he constatado como muy arraigado en muchos responsables y equipos de RSE y de lo que, quizás por pudor, se habla poco: un compromiso íntimo con lo que la RSE es y significa. Incluso en aquellas personas que quizás han llegado al departamento por otros derroteros y, ¿por qué no decirlo?, por exclusión de otros itinerarios, al final en todas ellas se produce una mutación en la que la RSE se convierte en una convicción que le permite integrar íntimamente sus valores personales, profesionales y organizativos. ¿Cual es el riesgo de que se hable poco de de este compromiso? Pues que, aunque es vital para poder sobrevivir a ciertas tensiones, se cuide poco y se comparta poco.</p>
<p align="justify">Quizás este sea uno de los nuevos retos de la RSE: empezar a normalizar el reconocimiento de que no existe un vida profesional sana ni una cultura organizativa viable si en ella no se explicitan y se comparten algo más que los objetivos y los intereses, sino que también tiene su espacio explicitar y compartir el propósito, el sentido y la contribución de lo que se hace... caso de que existan, claro está.</p>
<p align="justify">Pero sin propósito, sentido y una contribución que vaya más allá de la supervivencia cotidiana, ¿podemos hablar de RSE?</p>
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<p align="justify">@JosepMLozano</p>A vueltas con lo de siempre: el futurotag:comunidadetnor.ning.com,2013-10-09:5374014:BlogPost:415222013-10-09T15:39:51.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">Estaba yo en una de esas reuniones internacionales en las que se trata -con métodos que a veces confunden el ser activos con ser entretenidos- de explorar qué debería configurar una organización del futuro que dé cuenta del cambio de era en el que estamos inmersos. Como sólo podíamos decir tres cosas y ya lo había oído todo sobre RSE, sostenibilidad, tecnologías etc. se me ocurrió señalar otro tipo de componentes. Ahí van.…</p>
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<p align="justify">Estaba yo en una de esas reuniones internacionales en las que se trata -con métodos que a veces confunden el ser activos con ser entretenidos- de explorar qué debería configurar una organización del futuro que dé cuenta del cambio de era en el que estamos inmersos. Como sólo podíamos decir tres cosas y ya lo había oído todo sobre RSE, sostenibilidad, tecnologías etc. se me ocurrió señalar otro tipo de componentes. Ahí van.</p>
<p align="justify">En primer lugar, escuchar. Aprender a escuchar y saber escuchar. Siempre que hablamos de diálogo nos imaginamos a mucha gente hablando (y, por supuesto, quien habla de diálogo suele hacerlo desde la expectativa de que le hagan caso). Pues a mí me parece que en lugar de organizar más y más diálogos multistakeholder lo que habría que hacer es organizar escuchas multistakeholeder, uno de cuyos objetivos debería ser facilitar que cada uno ha entendido bien los planteamientos, razones y presupuestos de los demás. Escuchar, claro està, no es solo hacer encuestas ni focus groups. Las encuestas no reflejan lo que piensan los encuestados sino lo que le interesa al encuestador: ayudan a entender mejor qué piensa y qué le preocupa al que hace las preguntas que al que las contesta. Yo hablé de escuchar como ascesis; es decir, como entrenamiento, como autodisciplina y como depuración. En otras palabras, no escuchar tanto desde el propio interés y los propios objetivos (que es lo mismo que escuchar desde el pasado y desde lo que ya somos), sino aprender a escuchar sin estar prisionero de ellos y dispuestos a escuchar –y a entender- desde dónde habla el otro. No se trata, pues, de un escuchar pasivo, sino activo, involucrado y comprometido, tratando de sintonizar con lo que a menudo emerge escondido tras las palabras. Y por supuesto, necesitamos también organizaciones que no impidan que nos escuchemos a nosotros mismos. Porque hay veces que la condición para poder emitir la voz de la empresa es que cada uno de sus miembros acalle y amordace su propia voz interior</p>
<p align="justify">E<img alt="" align="right" src="http://3.bp.blogspot.com/-GzpkLTm3jgE/TZKls0EHhnI/AAAAAAAAAdU/pnG2zcftX30/s400/Escucha%2Bactiva1.jpg" width="153" height="136"/>n segundo lugar, redefinir qué entendemos por éxito y no creer esto se resuelve añadiendo indicadores. Estamos manejando problemas sociales y organizativos emergentes con ideas, valores y actitudes del pasado. Lo que solemos hacer es añadirles más y más componentes (y, de paso, complicarlo todo más). Pero el núcleo sigue invariable. Y, claro está, a la hora de la verdad apostamos por el núcleo (o continuamos prisioneros de él). En el discurso sobre lo que entendemos por éxito empresarial u organizativo solemos pintar con nuevas palabras viejas estructuras mentales. Por eso tantas veces nos dejamos arrastrar por las novedades: para no tener que innovar. La profusión en el uso de modas lingüísticas es la mejor coartada para no tener que pensar ni percibir lo que emerge. Porque no es lo mismo saber lo que alguien dice que saber de qué habla. Y a veces la profusión en el uso de novedades lingüísticas es la mejor manera de encubrir que se sigue hablando de lo mismo. Les puse un ejemplo: venía yo el día anterior de participar en una clase muy interesante a la que me invitó un colega de una universidad Nueva York. La asignatura se titulaba <i>Developing the Sustainability Mindset</i>, y ya me sedujo el título, por dónde se ponía el acento. En el diálogo que se suscitó, un estudiante que había presentado una experiencia profesional muy interesante dijo que valoraba mucho que en una escuela negocios hubiera asignaturas como ésta, y no solo asignaturas <i>business oriented</i> (como finanzas y marketing, dijo). Entonces pedí la palabra para comentar que, en mi opinión, ese era precisamente el tipo de cuestiones sobre las que había que trabajar y pensar: que el supuesto de fondo dominante era que ser <i>business oriented</i> no incluía la sostenibilidad (que a lo sumo se añadía posteriormente); y que la sostenibilidad no se había planteado a fondo qué significaba -en clave de sostenibilidad- ser <i>business oriented</i>, y que muy a menudo solo se había incrustado en la mentalidad convencional. Podemos tener nuevos indicadores con la vieja mentalidad. Por eso hay que repensar qué entendemos por éxito (o al menos debería hacerlo toda empresa y todo profesional), porque lo que no esté desde el principio en el núcleo, ya no lo estará nunca. Y ese será el precio que pagaremos si pensamos los nuevos problemas desde los parámetros que funcionaron en la época anterior.</p>
<p align="justify">Y, en tercer lugar, desarrollar una conciencia de propósito. Hay que trabajar con propósito, y no solo con objetivos. Un propósito que esté vinculado al desarrollo de la conciencia, y que genere un porqué que tenga sentido y sea creíble. Hablando con muchas personas que han llevado a cabo un proceso de reorientación profesional he escuchado la misma frase: ahora gano mucho menos dinero, pero lo que hago tiene valor y sentido. Recuerdo que en una de mis clases en el EMBA estábamos compartiendo reflexiones a partir de una pregunta simple: describe al peor jefe hayas tenido en tu itinerario profesional. Ante la sorpresa de unos cuantos uno de los participantes dijo: el peor jefe que he tenido era un tipo que era el que mejores resultados obtenía para la empresa. Entrar a fondo en esta respuesta requeriría un espacio excesivo, y lo que pretendía era solo poner de manifiesto que tener una conciencia de propósito (y un propósito con conciencia) y tener objetivos no son lo mismo, y sobre todo que solo se viven como contrapuestos o mutuamente excluyentes en la vieja mentalidad.</p>
<p align="justify">Claro que sin propósito y sin conciencia es muy difícil tener una idea de lo que es el éxito que no sea estrecha, pobre i raquítica, y aún más escuchar a nadie que no sea un clon de uno mismo.</p>
<p><br/><a href="http://www.josepmlozano.cat/">www.josepmlozano.cat</a></p>
<p>@JosepMLozano</p>Bandeja de entradatag:comunidadetnor.ning.com,2013-10-07:5374014:BlogPost:414162013-10-07T15:55:16.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
<p align="justify">Sa Tuna (una pequeña cala de la Costa Brava), tercera semana de agosto. Sobre las 10 de la mañana el mar reposa plácidamente y esparce una tenue luminosidad de escamas acuosas. Un cielo prodigiosamente azul perfila con nitidiez las casas y la arboleda. Por suerte, la playa aún está bastante vacía, y las rocas preservan un silencio ancestral que los que nos acercamos deberíamos respetar. Ante nosotros, un hombre con un ordenador abierto sobre la toalla contesta correos…</p>
<p align="justify">Sa Tuna (una pequeña cala de la Costa Brava), tercera semana de agosto. Sobre las 10 de la mañana el mar reposa plácidamente y esparce una tenue luminosidad de escamas acuosas. Un cielo prodigiosamente azul perfila con nitidiez las casas y la arboleda. Por suerte, la playa aún está bastante vacía, y las rocas preservan un silencio ancestral que los que nos acercamos deberíamos respetar. Ante nosotros, un hombre con un ordenador abierto sobre la toalla contesta correos electrónicos, mientras una mujer yace indolentemente a su lado y un par de niñas van y vienen, mostrándoles los tesoros que ha encontrado entre los pedruscos que el agua acaricia.</p>
<p align="justify"><img alt="" src="http://cestarrivepresdechezmoi.files.wordpress.com/2011/11/l-exercice-de-l-etat-l-exercice-de-l-etat-26-10-2011-5-g.jpg" align="right" height="148" width="249"/>No soy nadie para juzgar una situación de la que lo desconozco todo, pero me llama suficientemente la atención como para distraerme un rato y divagar de manera incierta. Tal vez alguien podría considerarlo un ejemplo de conciliación, o de flexibilidad laboral. Y aún es más fácil, sin duda, denostar o ridiculizar la situación. Pero antes de hacerlo convendría explorar si la escena que estoy viendo no es la consecuencia -extrema, de acuerdo- de un discurso que se ha consolidado hasta convertirse en normal. En resumen: el desarrollo tecnológico -y el modelo organizativo que se le superpone- han conseguido que todo lugar sea potencialmente un lugar de trabajo. Cuando se alaban aquellas oficinas en las que nadie tiene despacho porque puede ocupar cualquiera de los espacios disponibles, ignoramos que la otra cara de la moneda es que cualquier lugar se ha convertido en disponible para convertirse en un despacho. Sólo hay que recordar aquella memorable secuencia de <i>L’exercice de l’État</i> en la que un ministro despacha con el presidente hablando por móvil, sentado en el váter mientras hace lo que se suele hacer allí. A veces se está confundiendo "conciliar " con superponer indiscriminadamente los tiempos y las relaciones laborales y las no laborales, normalmente al servicio de las laborales, por supuesto.</p>
<p align="justify">Lo que nos lleva a otro de los mitos de nuestro tiempo: la multitarea. ¿Mito? Más bien engaño, diría yo. La multitarea no es multi nada, sino la sucesión descontrolada de micro dedicaciones que, al alternarse de manera desordenada en períodos de tiempo muy cortos, hacen creer a quien quiere vivir contento y engañado que hace muchas cosas a la vez. Y tal vez incluso que trabaja mucho. La multitarea no existe. Existe la acumulación, a menudo caótica y desordenada, de micro dedicaciones que lo único que hacen es entrenarnos en la dispersión y mermar nuestra capacidad de atención. Efectivamente: muchas cosas, ninguna bien hecha, y en un estado de ánimo progresivamente ocupado por la ansiedad y el desbordamiento. Una pequeña muestra, habitual: la tendencia creciente a quejarnos unos a otros diciendo "te he escrito un correo que todavía no me has contestado", como si el hecho de pulsar el botón enviando el correo comportara la obligación del nuestro interlocutor de atender prioritariamente e inmediatamente a nuestro mensaje y no otorgara virtualmente el derecho a respuesta instantánea. Hacemos más trabajo en menos tiempo, sin duda. Ahora bien, algún día deberíamos preguntarnos si lo hacemos mejor y si nos hace mejores .</p>
<p align="justify">Por eso deberíamos preguntarnos por el significado que damos a una expresión tan valorada como aceptada acríticamente: vivir conectados. ¿Qué significa vivir conectados? ¿A quién y en qué? Hay una especie de pretendidas conexiones que lo único que hacen es desconectarnos de nosotros mismos, de la presencia consciente en lo que estamos haciendo. Cuando éramos pequeños, si en la escuela pasaban lista y decían nuestro nombre, debíamos decir "presente". ¿Cuántas veces al día lo podríamos decir con autenticidad, si nos lo preguntaran? ¿Presentes? ¿De verdad? Estamos tan habituados a interrumpirnos los unos a los otros, aunque sea con una sonrisa, que ya hemos aprendido a hacerlo solitos y nos interrumpimos a nosotros mismos de mil y una maneras, entre las que sobresale la consulta a nuestras conexiones cuando ellas ya llevan un rato sin interrumpirnos o, simplemente, saltando de una cosa a otra a medida que nos pasa por la cabeza.</p>
<p align="justify">No es un problema de la tecnología, claro está. Es nuestro problema. De hábitos y costumbres (que es donde, por cierto, se juegan los valores, y no en las declaraciones de principios). Porque es en los hábitos y costumbres donde contestamos preguntas tales como ¿cómo queremos vivir ? o, ¿cómo vale la pena vivir? y no en los ensayos, los sermones o las tertulias de café.</p>
<p align="justify">Ni en los tuits, por supuesto, por engolados y grandilocuentes que sean.</p>
<p align="justify"><span><a href="http://www.josepmlozano.cat">www.josepmlozano.cat</a></span></p>
<p align="justify"><span><span>JosepMLozano</span></span></p>Transparencia para construir relacionestag:comunidadetnor.ning.com,2013-10-01:5374014:BlogPost:413292013-10-01T11:33:24.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">Se está hablando mucho de transparencia, especialmente en lo que se refiere al buen gobierno de las organizaciones. Y también se está hablando –quizás mucho más- de RSE. Lo que quizá no se ha considerado suficientemente es que es posible hablar de transparencia sin que esto suponga ningún interés o compromiso con la RSE; y que es posible hablar de RSE sin considerar a la transparencia uno de sus componentes. Esta doble constatación creo que…</p>
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<p align="justify">Se está hablando mucho de transparencia, especialmente en lo que se refiere al buen gobierno de las organizaciones. Y también se está hablando –quizás mucho más- de RSE. Lo que quizá no se ha considerado suficientemente es que es posible hablar de transparencia sin que esto suponga ningún interés o compromiso con la RSE; y que es posible hablar de RSE sin considerar a la transparencia uno de sus componentes. Esta doble constatación creo que nos ha de permitir esbozar la respuesta a una pregunta que a menudo se olvida cuando se realizan apologías de la transparencia: ¿transparencia para qué y para quién? Por eso me permito plantear que lo que tiene relevancia e interés es plantear la transparencia en el marco de una política de RSE.</p>
<p align="justify">Aunque no se suele reconocer así, muy a menudo, cuando se habla de RSE, tanto si se pretende enaltecerla como si se pretende relativizarla, se hace desde una perspectiva dualista. Una perspectiva que opone la dimensión económica de la empresa ("los resultados") a la dimensión social ("la responsabilidad"). Esta perspectiva es compatible con un gran interés por la responsabilidad social, pero como algo añadido y, a menudo, complementario de algo que por sí mismo sería la actividad empresarial propiamente dicha. Pero este dualismo tiene otra cara, en la que se suele reparar menos: en nombre de la responsabilidad social a veces las diversas partes interesadas proyectan exigencias hacia la empresa reflejan como en un espejo esos mismos planteamientos aderezadas con exigencias que desbordan su especificidad como institución económica y que ignoran algunos requisitos básicos de su funcionamiento. De ahí la importancia de la transparencia: transparencia para construir relaciones, y transparencia para que todas las partes sepan a qué atenerse y modulen y ajusten sus expectativas en el seno de dichas relaciones.</p>
<p align="justify">Es necesario un serio esfuerzo para pensar la RSE de manera adecuada a la realidad que estamos viviendo. Se trata de pensar la responsabilidad en términos de interdependencia. Hoy la RSE no se reduce a las consecuencias de lo que las empresas hacen, sino que se refiera a la manera como las empresas se sitúan y actúan en el seno de la red de relaciones en las que están inscritas. Redes locales, nacionales e internacionales. La RSE se refleja en los valores y criterios que orientan a las empresas en todas sus relaciones. La empresa no tiene una actuación social añadida a una actuación económica, a la que complementa. Es toda su actuación la que es susceptible de ser valorada, a la vez, en términos económicos y sociales porque las empresas, en su actuación en tanto que empresas, contribuyen de manera decisiva a la configuración de la sociedad.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://www3.uaem.mx/transparencia/images/trans.jpg" width="213" height="236"/>Pero esto supone que debemos superar una división del trabajo implícita, según la cual cada institución (empresa, gobierno, ong, tercer sector…) tenía en exclusiva un tipo de responsabilidades y se podía permitir ignorar al resto, desde la pretendida superioridad moral de su especialidad institucional. Sin embargo, hoy la realidad nos dice que las responsabilidades son compartidas; que no debemos reducirnos a hablar únicamente de <i>mis</i> responsabilidades y que debemos aprender a hablar de <i>nuestras</i> responsabilidades. Hoy la ética de la responsabilidad sólo puede ser una ética de la co-responsabilidad. De ahí, por ejemplo, que cada día descubramos nuevas formas de colaboración entre organizaciones e instituciones que hasta hace pocos años sólo sabían verse mutuamente como adversarias, rivales, competidoras o, simplemente, como obstáculos. Pero, paradójicamente, a menudo se olvida que la co-responsabilidad no se sostiene sin confianza y, consiguientemente, sin transparencia.</p>
<p align="justify">Por eso tiene tanto sentido que hablemos de la RSE en términos de innovación social. Porque una ética de la co-responsabilidad nos pide un alto grado de innovación social. Nos pide nuevas formas de compromiso, nuevas formas de aprendizaje organizativo, nuevas formas de interrelación social, nuevas capacidades para crear y compartir objetivos y valores. Se trata de hablar no tan sólo de las consecuencias de lo que hacemos, sino de lo que queremos hacer y de lo queremos contribuir a construir. Y este es un lenguaje que también deben interiorizar y aprender las empresas. Porque la innovación empresarial que se requiere hoy no se refiere tan sólo a tecnologías, productos, servicios o procesos. También debemos aprender a innovar en términos institucionales, y en lo que se refiere a valores y actitudes.</p>
<p align="justify">En la nueva sociedad emergente la legitimidad pasa por la capacidad institucional para dialogar con los actores y los grupos sociales con los que cada organización se relaciona. Y es ahí donde la transparencia practicada y asumida ocupa un lugar fundamental: transparencia para el diálogo en un proceso de construcción de relaciones. Y, consiguientemente, algo que a veces se olvida: transparencia como aprendizaje para la construcción de relaciones, desde el supuesto de que, para construir relaciones, la transparencia se requiere de todas las partes, no sólo de una de ellas. Es desde esta perspectiva que las empresas deberían considerar el desarrollo de prácticas de transparencia como una oportunidad de liderazgo no sólo con relación a otras empresas, sino también con relación a otros actores sociales, cuyos fines son muy loables pero en los que no siempre la transparencia forma parte de su cultura organizativa. En este sentido, el compromiso con la transparencia también forma parte de la contribución de las empresas a la construcción de una sociedad responsable. Porque todos los actores implicados deben aprender a relacionarse desde esta perspectiva, no sólo las empresas.</p>
<p align="justify">De ahí que considere que, para tener sentido y no reducirse a una estrategia postmoderna de relaciones públicas, el discurso sobre la transparencia en el mundo empresarial no debe ser una forma de exhibicionismo, sino que debe situarse en el marco de un proyecto de construcción de relaciones sociales.</p>
<p><br/><a href="http://www.josepmlozano.cat/">www.josepmlozano.cat</a></p>
<p>JosepMLozano</p>Buenas prácticas o gestión del cambio ? tag:comunidadetnor.ning.com,2013-09-05:5374014:BlogPost:410202013-09-05T08:08:59.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">Si hay algo que se repite en los informes y estudios sobre la RSE es presentar ejemplos de las llamadas buenas prácticas. Siempre queda bien hacer cuadritos con colores que resuman alguna experiencia supuestamente interesante . Hay estudios que incluso no son otra cosa que una acumulación de este tipo de prácticas más o menos hilvanadas por algo de discurso más o menos analítico .</p>
<p align="justify">Nada que decir, a todo ello. Tiene…</p>
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<p align="justify">Si hay algo que se repite en los informes y estudios sobre la RSE es presentar ejemplos de las llamadas buenas prácticas. Siempre queda bien hacer cuadritos con colores que resuman alguna experiencia supuestamente interesante . Hay estudios que incluso no son otra cosa que una acumulación de este tipo de prácticas más o menos hilvanadas por algo de discurso más o menos analítico .</p>
<p align="justify">Nada que decir, a todo ello. Tiene mucho sentido. Por ejemplo, porque transmite la idea de que la RSE solamente puede ser una práctica... buena, por supuesto. La RSE se identifica por sus prácticas, no por sus discursos. No hace falta decir que plantearlo de esta manera permite recoger información que no siempre es fácilmente accesible, y encima se disemina. De esta manera, se dan ideas, se sugieren otras iniciativas e incluso se muestran tendencias. Algo que es muy relevante porque a menudo resulta estimulante saber que hay más gente que avanza en la misma dirección, y que uno no está solo haciendo lo que hace.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://blogs.salleurl.edu/project-management/files/2010/03/cambio.jpg" width="174" height="168"/>Y, sin embargo, tengo una cierta reserva a la idea de que para promover la RSE conviene poner el foco (sólo) en las buenas prácticas. Dejando al margen la nada despreciable cuestión de que normalmente se explican buenas prácticas sin explicar por qué son buenas prácticas o, peor aún, que normalmente aparecen como buenas prácticas las que sus respectivos protagonistas han decidido presentar como propias buenas prácticas, en un círculo vicioso digno de mejor causa. Si, como decía, tengo una cierta reserva es porque pueden transmitir justamente eso: que la RSE es un agregado de buenas prácticas. Que se trata de "hacer cosas", y a veces, de hacer unas cosas como se podrían hacer otras.</p>
<p align="justify">Y, en cambio, me parece curioso que este tipo de estudios rara vez vinculan la RSE con la gestión del cambio. Y la pregunta central de la RSE no es qué cosas más o menos novedosas se hacen, sino qué cambio se impulsa, y hacia dónde. El foco de la RSE no son las buenas prácticas sino el cambio. Está claro que el cambio requiere buenas prácticas, pero no siempre las buenas prácticas responden a procesos de cambio. Resulta sintomático que el "hacer cosas" muchas veces no vaya acompañado de la valoración del impacto de las cosas que se hacen ni de la explicitación del propósito que las enmarca y les da sentido.</p>
<p align="justify">Porque la RSE a menudo no es sólo hacer cosas nuevas y/o hacer las cosas de manera diferente. Es cambiar la manera de aproximarnos a lo que hacemos y de comprenderlo. Es a menudo un cambio de mentalidad, de valores, preferencias y prioridades. Por ello convendría, además de hablar de buenas prácticas, hablar de factores de cambio y de resistencias al cambio, de estilos de dirección, de objetivos y de incentivos, de impactos y de indicadores. De visión y de compromisos. De cambio organizativo, en definitiva, en correspondencia y en sintonía con cambios sociales. Por esta razón me gustaría ver más estudios que aborden la RSE en clave de cambio e innovación y menos que se limiten a recoger buenas prácticas.</p>
<p align="justify">En el supuesto de que no se trata de contraponer las dos aproximaciones , pero sí de evitar que hacer un listado de buenas prácticas sean una maniobra de distracción que complemente la inmunidad al cambio .</p>
<p align="justify"><a href="http://www.josepmlozano.cat/">www.josepmlozano.cat</a></p>
<p align="justify">@JosepMLozano</p>Si el liderazgo es la respuesta, cuál era la pregunta?tag:comunidadetnor.ning.com,2013-07-22:5374014:BlogPost:403192013-07-22T08:41:35.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
<p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt;">Si hoy hay una preocupación compartida por parte de todos los que buscan salida a la diversidad de crisis en las que estamos inmersos es la necesidad del liderazgo para conseguirlo. Esto es especialmente relevante cuando el tema que ocupa y preocupa son las organizaciones y las instituciones, sean del tipo que sean. "No tenemos líderes" ha pasado a ser la lamentación dominante, que queda bien redondeada si…</span></p>
<p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt;">Si hoy hay una preocupación compartida por parte de todos los que buscan salida a la diversidad de crisis en las que estamos inmersos es la necesidad del liderazgo para conseguirlo. Esto es especialmente relevante cuando el tema que ocupa y preocupa son las organizaciones y las instituciones, sean del tipo que sean. "No tenemos líderes" ha pasado a ser la lamentación dominante, que queda bien redondeada si añadimos "como los de antes". Dicho esto, el jeremías de turno puede irse a descansar bien tranquilo. El papanatismo acrítico ante la palabreja ha llegado hasta el extremo de encontrar normal que la gente hable de autoliderazgo. Y aquí paz y después gloria.</span></p>
<p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt;">Pero también es verdad que, más allá de las modas, algo debe estar pasando y alguna necesidad debe de haber si caemos en la cuenta de que en la primera década de este siglo muchas escuelas de negocios -algunas muy importantes- han reescrito su misión para introducir la palabreja. Y no hay programa ni publicidad de las mismas escuelas que no tenga el liderazgo como una palabra fetiche. Por supuesto, detrás se encuentran iniciativas, investigaciones, y publicaciones bien sustantivas. Y mucho humo también, claro está.</span></p>
<p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt;">Aventuro tres claves de respuesta. La primera el paso de una economía básicamente industrial a una economía del conocimiento. En la primera, las competencias necesarias eran, simplificando, hacer que las cosas funcionaran. También las organizaciones. La metáfora "máquina" era ampliamente utilizada para hablar de las organizaciones, y para ello se necesitaban directivos y gestores. No en vano, en los libros serios de referencia se calificaba a las burocracias (privadas o públicas) de maquinales. En la economía llamada del conocimiento es necesario como mínimo incorporar otros parámetros y actitudes, porque el conocimiento, a diferencia de las máquinas, no está separado de las personas, y su involucración con todas sus capacidades y potencial en los procesos y los proyectos es indispensable. Y, evidentemente, esta involucración no se da por el simple hecho de dar órdenes y hacer preciosos organigramas. ¿Conclusión? Se necesita liderazgo y no sólo gestión.</span></p>
<p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt;">La segunda -¡ay!- es la globalización. Que entre otras muchas cosas significa que las personas que trabajan y/o conviven juntas no comparten necesariamente ni un marco de referencia axiológico, ni una misma matriz cultural, ni una misma formación profesional. Es más: para que muchas organizaciones sean viables es necesario que ocurra exactamente eso. Y las empresas, encima, cada vez más deben operar en varios países, con la consecuencias de que se necesita enhebrar un propósito compartido que, a su vez, dé vertebración y permita la flexibilidad de ser lo suficientemente coherente, pero aceptando prácticas no idénticas entre sí en función de los contextos sociales y políticos. Un propósito permite que las personas compartan un por qué (hacen lo que hacen) y no se reduzcan al cómo (lo hacen) y al qué (hacen). Muchas organizaciones flaquean no porqué su qué no sea lo suficientemente bueno, sino porque no siempre son conscientes del cómo y, sobre todo, porque no tienen conciencia de ningún para qué, o lo han perdido o olvidado que lo habían tenido. ¿Conclusión? Se necesita liderazgo para dar propósito y no sólo actividad.</span></p>
<p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt;"><img src="http://warschawski.com/wp-content/blogs.dir/22/files/2012/12/vuca1.jpg" id="irc_mi" style="margin-top: 47px;" alt="" height="258" align="right" width="258" name="irc_mi"/>La tercera tiene que ver con la incertidumbre y la confusión axiológicas. Es lo que se ha calificado como vivir en un mundo VUCA (hecho de volatility, uncertainty, complexity y ambiguity). En un mundo así la tentación es reducir este perfil vuca mediante una reducción de los problemas a su dimensión técnica y a la obtención de resultados cuantificables y medibles. En un mundo con este perfil, introducir la dimensión valorativa es especialmente difícil porque la apelación a tener perspectivas holísticas y sistémicas está muy bien para escribir ensayos de éxito y participar en debates televisivos, pero es muy difícil de incorporar a la toma decisiones. Hay que desarrollar una capacidad deliberativa que integre a la vez el tener en cuenta las condicionantes técnicos y la consideración de los valores en juego para los diversos afectados de las decisiones que se plantean. Ser capaz de situarse en la intersección de persona, empresa y sociedad se convierte, cada vez más, en más necesario y al mismo tiempo más difícil. ¿Conclusión? Se necesita liderazgo orientado a y por valores, y no sólo gestión o cálculo de intereses.</span></p>
<p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt;">Lo curioso de todo esto es que la demanda de liderazgo que nace a partir de estas conclusiones muy a menudo es el propio de la misma época que se da por superada. Un liderazgo con componentes heroicos, omniscientes y omnipotentes, que resuelva y aclare todos estos problemas, y les dé respuesta. No es que ya no haya liderazgos como los de antes... ¡es que no puede haber! Pensar bien el liderazgo significa pensar bien la época que nos ha tocado vivir, y viceversa. Cuando yo era joven se discutía mucho y se perdían muchas horas de sueño sobre si era posible el socialismo en un solo país. Pues bien, ahora no habría que discutir demasiado ni dejar de dormir sobre si es posible el liderazgo en una sola persona (y, de ser así, si esta persona lo puede ejercer cualesquiera que sean los momentos y las circunstancias). Y no es necesario, simplemente, porque no es posible. Si algo nos esteriliza es esa manía heredada de hablar de liderazgo refiriéndonos sólo a los líderes y olvidando la interacción entre proyecto, líder y seguidores. Si algo nos esteriliza es esa manía heredada de creer que hablar de liderazgo es hablar sólo de los que están arriba de todo. Si algo nos esteriliza es esa manía de no aceptar que, en un mismo proceso, personas diversas pueden alternar en momentos diversos roles de líder o de seguidor. Y, sobre todo, nos esteriliza la manía de creer que el liderazgo sólo puede ser de una pieza, y no un híbrido en función del momento y del contexto. Y esta esterilidad nos mantiene prisioneros de la fantasía heredada según la cual el liderazgo consiste en que haya un responsable y lo sigan una multitud de -literalmente- irresponsables.</span></p>
<p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt;">Dicho de otro modo: hoy el liderazgo es muy necesario, imprescindible. Pero sólo será un buen liderazgo si tenemos claro qué pregunta queremos contestar hablando de la necesidad de liderazgo. Y, especialmente, si tenemos muy claro que las preguntas que hoy tenemos encima de la mesa no se contestan hablando sólo de liderazgo.</span></p>
<p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt;"><a href="http://www.josepmlozano.cat">www.josepmlozano.cat</a></span></p>
<p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt;">@JosepMLozano</span></p>Dime que me quieres aunque sea mentiratag:comunidadetnor.ning.com,2013-06-04:5374014:BlogPost:395642013-06-04T06:51:45.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">¿Qué opinión le merece cobrar (o pagar) por… tener una celda más cómoda en la cárcel; tener el número del teléfono móvil del médico; los derechos de emisión de CO2; ceder una parte del propio cuerpo para publicidad (tatuada o no); hacer (por ejemplo: un sin techo) una larga cola de horas en lugar de otra persona; leer un libro (un alumno de primaria o secundaria, en tanto que alumno); pedir perdón en representación de otra persona; poner a…</p>
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<p align="justify">¿Qué opinión le merece cobrar (o pagar) por… tener una celda más cómoda en la cárcel; tener el número del teléfono móvil del médico; los derechos de emisión de CO2; ceder una parte del propio cuerpo para publicidad (tatuada o no); hacer (por ejemplo: un sin techo) una larga cola de horas en lugar de otra persona; leer un libro (un alumno de primaria o secundaria, en tanto que alumno); pedir perdón en representación de otra persona; poner a tu hijo el nombre de una empresa; darle a un estadio el nombre de una empresa; un riñón para ser trasplantado; dar sangre; sustituir los regalos a otra persona por dinero; esterilizarse; sacar buenas notas; hacer tareas domésticas por parte de un miembro de la familia; cazar animales en peligro de extinción; un doctorado honoris causa; aceptar en el propio municipio lo que nadie acepta (nucleares, cárceles…); crear un mercado de futuros sobre terrorismo; los palcos vip en los estadios; darle el nombre a un parque…? Y así podríamos seguir.</p>
<p align="justify">Éstas son solo algunas de las situaciones que plantea M. Sandel en <i>Lo que el dinero no puede comprar</i>. Pero la deliberación sobre ellas es el camino a través del cual aborda la cuestión que da título a su libro. Una cuestión que nos desafía a través de cada una de las situaciones como las citadas, con independencia de la respuesta que le demos. Una cuestión que, de hecho, se desdobla en dos: lo que el dinero no puede comprar y lo que el dinero no debería comprar. Porque al final el debate se sitúa en si no debería comprar lo que, de hecho, a veces puede comprar.</p>
<p align="justify">Dicho con otras palabras: ¿hemos pasado de tener una economía de mercado a ser una sociedad de mercado? Y, caso de que sea así, ¿cómo ha ocurrido eso y qué consecuencias tiene? Reconozcamos sin problemas que el mercado responde a la lógica del intercambio. Sin problemas… pero no sin problematizarlo: cierto que el mercado organiza el intercambio, pero sin discutir las preferencias que se expresan en él. Y la confusión aparece cuando creemos que el intercambio no afecta a los bienes que se intercambian. Hay bienes que se corrompen si se tratan como mercancías. Y eso es así aunque haya un acuerdo libre entre quienes realizan el intercambio. Obviamente esto genera y requiere un debate (atención: y también una deliberación) sobre dichos bienes y la relación que se establece a través de ellos. Un debate que es propio del espacio público que construimos y compartimos entre todos, si no hemos llegado al deterioro mental de confundir lo público con lo político.</p>
<p align="justify">Expresar preferencias no dispensa de deliberar sobre cómo vivir bien, sobre en qué consiste la vida buena, sobre cómo (no) vale la pena vivir. Los mercados no juzgan los deseos y necesidades que satisfacen y cómo lo hacen, pero los humanos sí, a menos que dejen de ser humanos. Afirmar que hay maneras de tratar a ciertos bienes que los corrompen significa que hay diversas maneras de valorarlos: vuelva a leer la lista del primer párrafo y dé una respuesta a cada uno de los que allí se enuncian… y piense en qué razones y valores sostienen su respuesta.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://2.bp.blogspot.com/-xcTQUFVXo_0/UY32zarh7UI/AAAAAAAAElg/W-NqW2uy95Y/s1600/lo-que-el-dinero-no-puede-comprar-9788499922324.jpg" width="165" height="248"/>En todo lo anterior está implícita una comprensión ampliada de lo que entendemos por corrupción: no se trata tan solo de obtener algo ilícitamente mediante alguna contraprestación, sino también degradar una práctica social o un bien. Porque el mercado no es un instrumento inocente ni neutro sino que, al tratar cualquier motivación como preferencia, puede llegar a contaminar los bienes que incorpora a su dinámica de intercambio.</p>
<p align="justify">Todo lo anterior comporta repensar y reconocer las limitaciones de una cierta idea de justicia. Habitualmente reducimos la valoración de una intercambio a las condiciones del trato: si hay igualdad y consentimiento informado por parte de los adultos que lo llevan a cabo, no hay nada más que añadir. Todo se juega en la vigilancia de que en el intercambio no haya coerción ni desigualdad. Cumplidas estas condiciones, ya está todo dicho, y el mercado juega su papel. Lo que aquí se plantea al hablar de corrupción es que el mero hecho de introducir una dinámica mercantil en lo que se refiere a determinados bienes o relaciones los trastoca, degrada y corrompe, aunque cumplan las condiciones de justicia. Hablar y deliberar públicamente de lo que el mercado no puede comprar significa simplemente, que por el hecho de que un bien o una relación se incorpore de manera ajustada a la dinámica del mercado no puede ni debe dejar en suspenso la deliberación sobre si –precisamente- el mero hecho de incorporarlos a la dinámica del mercado provoca su corrupción, y no simplemente el cómo se manejan en el mercado.</p>
<p align="justify">Este tipo de debates nos permitiría abordar de manera diferente, por ejemplo, algunos de los tópicos en los que nos hemos instalado para entender la crisis en la que estamos inmersos. Entre ellos, la idea de que todo ha sido debido a un exceso de codicia. Sin descartarlo, por supuesto, pero sin olvidar que éste enfoque nos reduce el problema a una cuestión de virtudes personales, y nos libera de cualquier consideración sobre el sistema y los marcos institucionales que la han propiciado. A lo mejor el problema no ha sido solo la codicia, si no la progresiva invasión y colonización de la lógica del mercado sobre bienes y relaciones en los que no debería entrar. No es simplemente un problema de (des)moralización, sino de ajustar al mercado a los ámbitos que le corresponden. Se trata de ser una economía de mercado, no una sociedad de mercado.</p>
<p align="justify">Al fin y al cabo, debatir y deliberar sobre lo que el dinero no puede comprar nos obliga a no enfrentarnos con un sometimiento vacuno la pregunta sobre en qué sociedad queremos vivir.</p>
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</p>Que se reinventen ellostag:comunidadetnor.ning.com,2013-05-08:5374014:BlogPost:396162013-05-08T10:26:09.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">Como no podemos cambiar la realidad, cambiemos el lenguaje. Ésta parece ser la consigna. Confieso que me incomoda mucho, a veces me irrita y en algún caso me indigna la multiplicación de apelaciones a la necesidad del espíritu emprendedor que ha tomado carta de naturaleza entre nosotros. Debemos reinventarnos, nos aconsejan a menudo. Tal persona u organización se han reinventado con éxito, se dice mientras se nos exhorta a admirar tal…</p>
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<p align="justify">Como no podemos cambiar la realidad, cambiemos el lenguaje. Ésta parece ser la consigna. Confieso que me incomoda mucho, a veces me irrita y en algún caso me indigna la multiplicación de apelaciones a la necesidad del espíritu emprendedor que ha tomado carta de naturaleza entre nosotros. Debemos reinventarnos, nos aconsejan a menudo. Tal persona u organización se han reinventado con éxito, se dice mientras se nos exhorta a admirar tal capacidad. Reinventarse y la emprendeduría han sustituido a la ejemplaridad. Yo, por si acaso, cuando me encuentro ante cualquier predicador de dicha buena nueva, lo primero que hago es mirarle a la cara e indagar sobre su trayectoria. Suele ser muy saludable. Con perdón de Unamuno: a menudo la única conclusión lógica es que a quien le convendría reinventarse es al predicador.</p>
<p align="justify">Y conste que esta ola emprendedora y reinventadora tiene su razón de ser. Sin capacidad de iniciativa, esfuerzo y creatividad lo tenemos crudo. Con la que está cayendo no deja de ser recomendable empezar cualquier diatriba crítica mirándose al espejo. Hacerse adulto –personalmente y socialmente- pasa por asumir que la responsabilidad exige que la primera reacción no puede ser buscar quien tiene que resolverme los problemas. Pero esto no se resuelve con el implícito de que la partida se juega solo en la genialidad individual. Incluso para emprender y reinventarse se necesitan formación, estímulos, entornos institucionales, regulaciones adecuadas y una cultura que dé sentido y valoración a estas actitudes.</p>
<p align="justify">Pero no. Siempre se habla de "el" emprendedor (o "los" emprendedores, pero solo de manera agregada). Y siempre se escamotea la cuestión de si al final puede haber emprendedores si decimos que solo queremos tener más emprendedores, y es de lo único de lo que hablamos. Me temo, una vez más, que nos encontramos ante otro ejemplo de aquel dicho sobre buscar soluciones claras, sencillas y rápidas a problemas complejos. En este caso, para seguir con el dicho, quizás no sea equivocada. Pero me temo que lo que es equivocado es que la solución solo sea ésta.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://elequilibrioperfecto.files.wordpress.com/2008/06/post1ds7.jpg" width="193" height="208"/>Sin embargo, cuando al iniciar este comentario he hablado de irritación e indignación es porque me parece que ciertos elogios del emprendedor y de la reinvención no son en absoluto inocentes. Y menos aún en boca de según quien. Responden a una tendencia ideológica que consiste en convertir los problemas sociales en problemas personales, o en déficits de capacidades. Tengo la sensación de que se está imponiendo lentamente una nueva definición de parado: dícese de alguien que no tiene espíritu emprendedor. Aunque sea políticamente incorrecto, creo que el mito de que solo saldremos adelante con innovadores emprendedores y creativos olvida que para que un país funcione también se necesita gente normal. Que no es lo mismo que mediocre. Pero los apologetas de los emprendedores deberían modular sus deseos, al menos a partir de la constatación empírica de que no hay garajes para todos. El mito del innovador que (se) reinventa a veces no es más que el último avatar del mito romántico del genio, pasado por el tamiz de la tecnología y las escuelas de negocios.</p>
<p align="justify">Lo repito: me parece que cierta retórica forma parte de una operación ideológica para convertir las desigualdades sociales en culpas personales. Si me va mal debe ser porque algo he hecho mal, y porque no tengo las cualidades necesarias. Ni el espíritu o la actitud conveniente. A la dualidad social se le superpone una dualidad de legitimidad: el problema es de quien no encaja en el mito, que no está en lado correcto de la historia. Estar en el lado correcto de la historia: antes era una afirmación/acusación política, hoy lo es tecno-económica. Pido disculpas por la comparación: hay discursos políticos y sociales que me recuerdan las pasarelas de la moda. Porque venden como ideal de belleza y elegancia un tipo humano que solo es asequible para una porción muy reducida de personas.</p>
<p align="justify">A veces me temo que el ideal con el que sueña más de un discurso es una sociedad de autónomos. Envuelto en el lenguaje de la responsabilidad suena muy bien. Pero una cosa es reformular la cultura del trabajo heredada y otra muy distinta la ideología que todo lo resuelve con la figura del emprendedor, que excluye o subestima otras opciones: empleado, funcionario, neorural, artista, escritor… Opciones todas ellas a las que también se puede y se debe aplicar la exigencia de responsabilidad, dedicación esfuerzo, compromiso… Sin olvidar además que, de la misma manera que se dice –con razón- que no puedes ser emprendedor sin tener una pasión, hay gente cuya pasión no se concentra en lo empresarial. En cualquier caso, el elogio del emprendedor está llevando al desuso –o situando en segundo término- otras palabras: "profesional" por ejemplo; un profesional es cada vez más alguien que está al servicio de una empresa o un emprendedor, no alguien cuya actuación remite a los parámetros y los valores de la profesión. Y no digamos ya "vocación", prácticamente desparecida del mapa, cuando no se considera ya directamente un obstáculo para el desarrollo profesional.</p>
<p align="justify">Lo anterior no quiere ser un ejercicio de nostalgia sino recordar que no existe lenguaje inocente. El sueño de una sociedad de autónomos no debe sustituir el ideal de una sociedad en la que las personas puedan desarrollar su autonomía en tanto que personas. Y es que, por supuesto, el mito del emprendedor encubre un implícito: el emprendedor del que hablamos y de quien se habla siempre es un emprendedor… de éxito.</p>
<p align="justify">Y a lo mejor lo que de verdad está en juego es la pretensión de que el éxito sustituya a la justicia o el bien común como horizonte de la vida en sociedad.</p>
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<p align="justify">@JosepMLozano</p>Jesus The Homelesstag:comunidadetnor.ning.com,2013-05-07:5374014:BlogPost:396042013-05-07T07:24:08.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">Éste es el título de una escultura que representa a un sin techo, y que solamente cuando te acercas puedes identificar con Jesús, por las señales de la crucifixión que tiene los pies. Tymothy Schmalz dice que la escultura se la inspiró un sin techo que vio justo antes de Navidad, y que le hizo reaccionar instintivamente diciendo que había visto a Jesús. En Toronto hay unos 5000 sin techo en el área metropolitana. Lo que resulta sintomático…</p>
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<p align="justify">Éste es el título de una escultura que representa a un sin techo, y que solamente cuando te acercas puedes identificar con Jesús, por las señales de la crucifixión que tiene los pies. Tymothy Schmalz dice que la escultura se la inspiró un sin techo que vio justo antes de Navidad, y que le hizo reaccionar instintivamente diciendo que había visto a Jesús. En Toronto hay unos 5000 sin techo en el área metropolitana. Lo que resulta sintomático es que la escultura ha sido rechazada por varias iglesias católicas y por las catedrales de Toronto y Nueva York, con argumentos como que resultaría demasiado controvertida, vaga o, simplemente, que no sería apropiada. Finalmente ha acabado en la facultad de teología de los jesuítas, en Toronto.</p>
<p align="justify">Es curioso constatar, una vez más, como nos resistimos a cualquier propuesta que desborde los límites de nuestros patrones mentales y perceptivos. Y eso que esta propuesta plantea una cuestión central en los evangelios: la capacidad "ver", la educación y la transformación de la mirada que tenemos sobre el mundo y sobre nosotros mismos. El evangelio está lleno de textos donde la cuestión central es la capacidad y la disposición a ver a Jesús, precisamente allí donde no estaríamos predispuestos ni a verlo ni a buscarlo.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://www.religionnews.com/wp-content/uploads/2013/04/thumbRNS-HOMELESS-JESUS041713b-427x320.jpg" width="291" height="232"/>Es también una prueba más de la capacidad que tenemos los humanos de domesticar los símbolos. La cruz es un símbolo integrado en el paisaje, domesticado, sometido. Como se ha dicho, es uno de los logos más exitosos de la historia, y este éxito como logo es la apoteosis de su fracaso. Como lo es que sea noticia que el nuevo Papa no lleve una cruz de oro, cuando la noticia -y quizá el escándalo- debería ser la contraria. Hay cruces de oro y brillantes, pero a nadie se le ocurriría hacer (o al menos, llevar) una joya que fuera una silla eléctrica o uno cualquiera de los instrumentos de tortura que se usan todavía. Porque ésto es la cruz: un patíbulo torturador. Que la aceptemos tranquilamente como símbolo religioso debe ser porque forma parte de nuestra domesticación, y porque nos remite a prácticas y hechos de siglos atrás, hoy inexistentes, y que, como tales, no nos dicen nada ni tenemos con ellos ningún tipo de cercanía. Como se podría decir perfectamente: Dios nos libre de que nos remitiera el presente. Por eso Jesus The Homeless es controvertido, vago y no apropiado. Y, finalmente, apartado de las iglesias. No porque lo sea en sí mismo, sino porque no estamos dispuestos a que nada ni nadie estorbe los parámetros de nuestro confort mental y -pretendidamente- espiritual.</p>
<p align="justify">Al leer este hecho regresé a aquella sobrecogedora novela de Ralph Ellison, Invisible Man. Una novela en la que el protagonista comienza explicando que es un hombre invisible, pero no porque le pase algo como a algunos personajes de ficción, o porque sea otro ectoplasma de Hollywood, ni tampoco porque haya tenido algún accidente bioquímico en su epidermis. Es invisible, simplemente, porque la gente se niega a verlo. Y continúa: "la invisibilidad a la que me refiero sucede debido a una peculiar disposición de los ojos de aquellos con quienes entro en contacto. Es cuestión de sus ojos internos, aquellos con los que miran a través de sus ojos físicos hacia la realidad ".</p>
<p align="justify">Toda sociedad se construye sobre la invisibilización de algunos de los que forman parte de ella. Una cosa es que sepamos que en Toronto (o en Barcelona, o donde sea) haya unos 5000 sin techo, y otra es verlos en concreto. Si algo me ha impactado siempre es oir a los que trabajan con los sin techo cuando me dicen que lo que más les hiere es que la gente por la calle ni los mira. Invisibles. Como la reacción instintiva (?) de girar la cabeza cuando vemos alguno en una esquina o en un cajero.</p>
<p align="justify">No se trata ahora de hacer literatura a propósito a ellos, que sería otra forma de manipulación. Se trata de recordar que la educación de lo que Ellison denomina los "ojos internos" es un componente clave del crecimiento personal y del cambio social. Es curioso como se califican de "racionales" decisiones cuyo fundamento es que se toman sobre hombres invisibles. Hoy en día, la forma más sofisticada de llevar gente a la invisibilidad es convertirla en cifra. Siempre me ha parecido muy significativo que una de las peticiones de los desahuciados más desatendidas por los políticos sea que vengan a nuestras reuniones: es decir, que nos vean. (Por cierto, petición que podría hacerse extensible a determinados ejecutivos). No nos engañemos: la sociedad de la imagen es a la vez la sociedad de la ceguera y la invisibilidad. Quizás precisamente gracias a la profusión de imágenes.</p>
<p align="justify">Otra manera de definir qué es una sociedad injusta sería decir que es aquella que condena más y más personas a la invisibilidad. Invisibles para el sistema, pero también invisibles para cada uno de los que no están -estamos- dispuestos de verdad a verlos: no es sólo un reto político, sino también de ciudadanía y, en último término, de humanidad. Y, para los cristianos, conformarse y aceptar este tipo de invisibilidad es, directamente, una blasfemia. Que queda simbolizada por esta decisión de excluir Jesus The Homeless de la iglesia.</p>
<p align="justify">Quizás por eso sea tan difícil cambiar determinadas relaciones de poder injustas si, simultáneamente, no cambian los ojos internos de cada uno de nosotros.</p>
<p align="justify"><a href="http://www.josepmlozano.cat/">www.josepmlozano.cat</a></p>
<p align="justify">@JosepMLozano</p>Acabar con la voluntariedad en la RSEtag:comunidadetnor.ning.com,2013-04-22:5374014:BlogPost:392822013-04-22T08:21:40.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">Bueno, es decir: acabar con la pesadez de discutir si es voluntaria o no. Es la reacción que me suscité hace unos días un encuentro que tuvo lugar en la CEOE. En dicho encuentro se plantearon cuestiones realmente interesantes sobre las que convendría profundizar. Pero volvió a aparecer la cantinela de la voluntariedad.</p>
<p align="justify">Vaya por delante que entiendo perfectamente la dificultad a la que se refiere. Pero considero que es…</p>
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<p align="justify">Bueno, es decir: acabar con la pesadez de discutir si es voluntaria o no. Es la reacción que me suscité hace unos días un encuentro que tuvo lugar en la CEOE. En dicho encuentro se plantearon cuestiones realmente interesantes sobre las que convendría profundizar. Pero volvió a aparecer la cantinela de la voluntariedad.</p>
<p align="justify">Vaya por delante que entiendo perfectamente la dificultad a la que se refiere. Pero considero que es una dificultad aparente resultado de, simplemente, un mal planteamiento de la cuestión. O al menos así me lo parece. Un mal planteamiento que considero que todos nos iría bien liquidar, pero esto no deja de ser un inútil deseo personal. En cualquier caso, un mal planteamiento que responde a tres errores de enfoque, que quisiera apuntar a continuación.</p>
<p align="justify">En primer lugar lo que yo denomino el platonismo de la RSE. Siempre me ha fascinado constatar cómo personas y entidades supuestamente pragmáticas y realistas, cuando se trata de hablar de valores, adoptan un enfoque y piensan desde un paradigma decididamente platónicos. En este caso, se sigue hablando de la RSE como si fuera una idea pura preexistente, que solo requiere debatir sobre cómo aplicarla. Por supuesto, por seguir con el símil platónico, nadie ve ni recuerda con claridad dicha idea pura, de ahí tantos debates al respecto, pero que paradójicamente tienen en común la creencia de que existe un contenido establecido de lo que es y no es la RSE, y de ahí la discusión de cómo llevarla a la concreción y por qué vías. Me pregunto si la solución consiste en seguir debatiendo o en dejar de lado este platonismo casero.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://www.otromundoesposible.net/wp-content/uploads/2010/10/normas-RSE.jpg"/>Hay diversas vías para hacerlo, y éste es el segundo punto que quería plantear. Para hacerlo más paradójico, usaré como camino de salida las palabras de quien ha sido el mayor culpable del debate sobre la voluntariedad: la Comisión Europea. No repetiré aquí la primera definición para evitar que algún lector me tire algún trasto a la cabeza, hartos como estamos todos de presentaciones que empiezan con esta definición. Simplemente recordar que la voluntariedad era la consideración conclusiva de todo lo que proponía la Comisión. Pero en la definición de 2011 el arranque era muy distinto: las empresas son responsables de sus impactos en la sociedad, y "sociedad" se desglosa en todos los stakeholders. Aquí desaparece "la" RSE, y el foco se concreta en los impactos con relación a los stakeholders. ¿Consecuencia? Que de lo que se trata es de plantearlo caso por caso, stakeholder por stakeholder e impacto por impacto. Y por consiguiente… descubrimos que ya hay mucha regulación en este ámbito porque ¿qué son si no la regulaciones laborales y ambientales? El foco, pues, ya no es regular "la" RSE o que sea voluntaria, sino, a partir del binomio stakeholder-impacto, analizar y debatir qué debe ser regulado y qué no debe serlo (y qué debe dejar de serlo). Es un tema de agenda y de grados dentro de la agenda. Los derechos humanos o el reporting son dos claros ejemplos actuales de este tipo de aproximación. Acabemos pues de discutir si "la" RSE debe ser regulada o no, y enfoquemos el debate en los temas concretos que emergen en clave de RSE, en los que habrá de deliberar en cada caso por qué es o no es pertinente un tipo de enfoque u otro. Pero entonces ya no hablaremos de regular "la" RSE o no, sino que hablaremos de relaciones laborales, impactos ambientales, derechos humanos, reporting, etc. Y para cada uno de los temas deberemos valorar y decidir si algún tipo de regulación es conveniente o es lo más contraproducente que se nos podría ocurrir.</p>
<p align="justify">Y esto nos lleva al tercer punto. Las políticas públicas de RSE. Ahí al platonismo cutre se le añade lo que en algunos casos parece una seria limitación mental: la identificación entre iniciativa política y regulación. Por eso hay discursos políticos y empresariales que vuelven a hablar de lo mismo, a favor o en contra, y no saben decir nada más. Sabemos que en RSE se pueden impulsar muchas políticas sin necesidad de llevar a cabo ninguna regulación, del mismo modo que sabemos que también en el ámbito regulatorio hay grados. Por eso, ni que sea por higiene, propondría que en los debates sobre política y RSE se obligara a los participantes a exponer sus propuestas con la condición que las tres primeras no hicieran referencia a la regulación, sea en el sentido que sea, y que solo bajo esta condición se les permitiera hablar… si tienen algo que decir.</p>
<p align="justify">El binomio regulación-voluntariedad para hablar y pensar "la" RSE es aburrido, inútil y poco estimulante. Estrecha la mente y es propio de mentes estrechas. Y, personalmente, preferiría que desapareciera del mapa. Aunque lo que debiera desaparecer del mapa es el platonismo casero y cutre en los discursos sobre la RSE.</p>
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<p align="justify">@JosepMLozano</p>El problema: las empresas extractivastag:comunidadetnor.ning.com,2013-04-11:5374014:BlogPost:388962013-04-11T10:47:04.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">Marjorie Kelly insiste desde hace tiempo en un término que, más allá de su mayor o menor precisión, es sumamente gráfico y expresivo: las empresas extractivas, a las que contrapone las empresas generativas.</p>
<p align="justify">Hablar de empresas extractivas no es, desde mi punto de vista, una descripción sino una metáfora. No se refiere a las empresas de determinados sectores, sino que es una calificación que puede aplicarse a cualquier…</p>
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<p align="justify">Marjorie Kelly insiste desde hace tiempo en un término que, más allá de su mayor o menor precisión, es sumamente gráfico y expresivo: las empresas extractivas, a las que contrapone las empresas generativas.</p>
<p align="justify">Hablar de empresas extractivas no es, desde mi punto de vista, una descripción sino una metáfora. No se refiere a las empresas de determinados sectores, sino que es una calificación que puede aplicarse a cualquier empresa, en función de cómo actúe y de cómo oriente su gestión. Desde esta perspectiva, serán extractivas todas las empresas cuya finalidad –absolutizada- de hecho sea extraer el máximo de recursos y, al fin y al cabo, de dinero de aquellos con los que se relaciona. El sector financiero, pues, en los últimos años ha sido una auténtica apoteosis de empresas extractivas, pero la metáfora no es exclusiva de ningún sector. Consiguientemente, el problema y el riesgo para el sistema y para las sociedades, no son "las empresas", "los beneficios", "los incentivos" o "los bancos", sino la mentalidad extractiva cuando se hace presente en cualquiera de ellos. Y, por supuesto, el reto de la salida de la crisis no es que ahora se hayan reducido las posibilidades extractivas y estemos explorando cuándo y cómo podemos volver a ellas. El reto es acabar con la mentalidad y las prácticas extractivas.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://www.publishersweekly.com/images/cached/INGRAM/978/160/509/9781605093109.jpg"/>Con mayor o menor fortuna, Kelly contrapone a las empresas extractivas las empresas generativas. Empresas, también, con beneficios e incentivos, pero cuya finalidad se orienta a generar más vida (económica, social, relacional, productiva…). Mi opinión personal es que esta contraposición entre lo que Kelly denomina empresas extractivas y generativas conecta con una confusión muy arraigada en el mundo organizativo: la confusión entre objetivos y propósito. Muchos de los problemas que sufrimos no es por falta de objetivos o porque no sean claros e incluso razonables. El problema es la falta de transparencia y reflexión en lo que atañe al propósito, y a veces –simplemente- a la existencia de propósitos inconfesables e injustificables.</p>
<p align="justify">El sentido del debate sobre la RSE, que se concreta en objetivos, prácticas y metodologías, se sitúa en el debate sobre el propósito. Por eso es un debate público y tiene sentido que sea un debate público. El propósito no viene dado por el "sistema" (esto sería lisa y llanamente una coartada) sino por la decisión y la determinación que orienta la actividad empresarial. El liderazgo empresarial lo es en la medida que genera proyecto, propósito y sentido, y no simplemente porque establece objetivos. Y las empresas deben entender que deben participar con pleno derecho en el debate público que las afecta porque lo que está en juego es la legitimidad y la plausibilidad de su propósito. A veces nos perdemos en el qué, y hemos de recuperar el debate y la deliberación sobre el por qué y el para qué, cuya respuesta es lo único que genera compromiso. Y esto es lo que explica la diferencia entre diálogo y negociación: se negocian objetivos pero se dialoga sobre el propósito, porque este se sitúa en el terreno de la contribución a un proyecto compartido que afronte con credibilidad los problemas del presente. La credibilidad es el gran déficit del liderazgo actual. Y la credibilidad no la otorga la mera competencia técnica, que puede estar al servicio de propósitos muy diversos entre sí. La crítica y las dudas ante lo que han hecho determinadas empresas en los últimos años no se limitan a lo que han hecho, sino que lo que cuestionan, en último término, es el propósito que las anima.</p>
<p align="justify">Los tiempos que estamos viviendo son el resultado de una cierta mentalidad empresarial extractiva, que no ha afectado a todas las empresas pero que ha contaminado la percepción social de lo empresarial como tal. Hasta que no quede claro no tan sólo que queremos salir de la crisis, sino que queremos salir de ella clausurando la mentalidad extractiva y, por supuesto, condenando y castigando a los ejemplares que la han encarnado de manera más tóxica y con mayor daño social, que no pueden irse de rositas como si esto no fuera con ellos, no podremos impulsar dinámicas colectivas que movilicen en positivo. Si se trata de tomar aliento y volver a las prácticas extractivas en cuanto sea posible, me temo que el rechazo y el repudio social serán irreversibles, y la credibilidad irrecuperable. Paradójicamente, creo que es desde el propio mundo empresarial desde donde deberían surgir unos planteamientos y unos liderazgos que marquen distancia de manera clara y contundente con la mentalidad extractiva, y esta es una oportunidad que no deberían perder.</p>
<p align="justify">El debate hoy es un debate de propósito y de credibilidad. En caso contrario, si este debate se escamotea, la sensación dominante será que las empresas extractivas nos han llevado a la crisis, y que la única "solución" que se les ocurre a unos y a otros es que los gobiernos y las instituciones sustituyan a las empresas en su planteamiento extractivo en su relación con la ciudadanía, hasta que esto remonte. Pero difícilmente será asumible de manera sostenida en el tiempo que para reflotar al sistema haya que hundir más a la gente.</p>
<p align="justify">Si esto sigue así, lo único que va aumentar es el divorcio entre la ciudadanía y las elites político-económicas, hasta desembocar en fractura. Una fractura que unos anuncian, otros propician y otros desean, aunque nadie responde a la pregunta de cómo encauzarla y hacia dónde.</p>
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<p align="justify">@JosepMLozano</p>La toxicidad social del móviltag:comunidadetnor.ning.com,2013-04-05:5374014:BlogPost:391602013-04-05T09:55:46.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p>Ya se ha convertido en "normal" tener abierto el móvil en las reuniones y/o las conversaciones o entrevistas, sin ni siquiera silenciarlo.</p>
<p><br></br>Ya se ha convertido en "normal" contestar a las llamadas de móvil en medio de una reunión y/o durante una conversación, a menudo sin ni salir de la sala. A veces lo hace incluso la persona que está hablando en el momento que la llaman, y deja colgado a todo el mundo (menos a quien le ha hecho la llamada, claro está).</p>
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<p>Ya se ha convertido en "normal" tener abierto el móvil en las reuniones y/o las conversaciones o entrevistas, sin ni siquiera silenciarlo.</p>
<p><br/>Ya se ha convertido en "normal" contestar a las llamadas de móvil en medio de una reunión y/o durante una conversación, a menudo sin ni salir de la sala. A veces lo hace incluso la persona que está hablando en el momento que la llaman, y deja colgado a todo el mundo (menos a quien le ha hecho la llamada, claro está).</p>
<p><br/>Ya se ha convertido en "normal" llamar o recibir llamadas durante las reuniones tapándose la boca con la otra mano, como si alguien tuviera el más mínimo interés en leer los labios de quien habla.</p>
<p><br/>Ya se ha convertido en "normal" consultar y contestar el correo electrónico durante las reuniones.</p>
<p><br/>Ya se ha convertido en "normal" teclear en el móvil durante las reuniones, sea correo, sms, twitter o whatsapp.</p>
<p><br/>Ya se ha convertido en "normal" que cuando alguien descuelga el móvil el interlocutor se ponga a hablar sin preguntarle a quién descuelga se le va bien hablar en ese momento, y sin que quien descuelga pregunte -si está en medio de una conversación- al otro si le molesta que responda a la llamada.</p>
<p><br/>Ya se ha convertido en "normal" que la gente se queje si no le respondes inmediatamente a una llamada.</p>
<p><br/>Ya se ha convertido en "normal" tener que escuchar conversaciones privadas (íntimas o profesionales) con un volumen de voz que casi haría innecesario el móvil en lugares públicos, que pueden ir desde el metro hasta el ave.</p>
<p><br/>La pregunta es: ¿debemos considerar inexorable e irreversible esta "normalidad"? Dicho con otras palabras: ¿tiene sentido hablar en este contexto de urbanidad y buena educación? No en vano de urbs (ciudad) deriva tanto la referencia física a la ciudad (urbano) como la referencia a urbanidad entendida como buenas costumbres y civilidad: determinados usos del móvil muestran, paradójicamente, que cada vez más tenemos vida urbana sin urbanidad. Dicho de otro modo, por usar el título de un libro de Salvador Cardús, nos podemos preguntar qué significa ser "bien educados" en el uso del móvil (y tabletas o similares) cuando uno está con otras personas, ¿o en este punto hemos aceptar resignadamente que cada cual puede hacer de su capa un sayo? ¿Debemos aceptar pasivamente que la vivencia (el impulso individual) pase siempre por delante de la convivencia (los demás)? Ya reconozco que hay gente a la que parece que no se le pueda pedir que esté un rato desconectada (del móvil, claro) sin darle un ansiolítico, pero quizás deberíamos llegar a la conclusión de que quien se lo tiene que hacer mirar es la persona que no puede soportar esta desconexión, y no el resto que lo tiene que aguantar. Pero intenta hoy decir al comenzar una reunión o una clase o una entrevista o una asamblea que los móviles deben estar apagados o, cuando menos, silenciados, y acto seguido está atento a las caras de estupefacción o de rebelión de quien os ha escuchado... si es que no lo ha hecho porque estaba acabando de escribir algo en el móvil.</p>
<p><br/>Claro que esto a veces se viste de eficacia, y se legitima en nombre de ella. Esta infame idea de ser multi-tarea, lo que normalmente significa que uno hace simultáneamente actividades diferentes, y todas a medias o mal. Pero, realmente, ¿ésto es bueno para el trabajo? Si algo hacen estos usos del móvil es entrenar a la gente a tener una atención dispersa; a incapacitarla -por la vía de los hechos- para estar atenta a lo que está haciendo; a ser reactiva ante la inmediatez de los estímulos y a reforzar cada vez más una cierta incapacidad de posponer la respuesta a los estímulos. No sé si es primero el huevo o la gallina, si estas prácticas son el síntoma de un estado de ánimo colectivo o es éste el que las posibilita; como se suele decir, probablemente es una dinámica circular, en la que ambos registros se refuerzan mutuamente. En el límite, es una dinámica que nos lleva a estar, cuanto más conectados, más descentrados. En cualquier caso, la pregunta inquietante -también en términos de eficacia- es como podrán tomar buenas decisiones personas entrenadas cotidianamente a no estar centradas en lo que están haciendo en cada momento.</p>
<p><br/>Y una última consideración. En el uso del móvil también está en juego una cuestión de dignidad. De respeto hacia los demás y hacia uno mismo. En resumidas cuentas, las grandes palabras no se juegan en las declaraciones y los sermones, sino en las humildes prácticas cotidianas. Thich Nhat Hanh siempre repite que la persona más importante es la que tienes delante en cada momento. Los usos y costumbres que estamos dejando que se impongan (no "que se están imponiendo") convierten, cada vez, más en increíble e inconcebible esta afirmación. Y no sé si ganamos mucho con ello, la verdad.</p>
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<p>Vaya, me corrijo: el problema no es la toxicidad social del móvil, como he escrito al inicio, sino la toxicidad de algunos usos que hacemos de él. Pero ya se sabe que cuando algo no nos gusta o no lo queremos cambiar siempre es más cómodo trasladarle la responsabilidad a otro. Y si ese otro puede ser la "tecnología" entonces ya podemos respirar tranquilos.<br/><a href="http://www.josepmlozano.cat">www.josepmlozano.cat</a><br/>@JosepMLozano</p>El liderazgo socialtag:comunidadetnor.ning.com,2013-02-25:5374014:BlogPost:378082013-02-25T15:42:07.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
<p align="justify">En una investigación realizada por Àngel Castiñeira se estudiaron las características del liderazgo social a partir de entrevistas en profundidad con líderes sociales a los que se pidió que hicieran el ejercicio de reconstruir su trayectoria vital.</p>
<p align="justify">Para los líderes sociales su labor tiene una importante componente axiológica y una orientación ética. Su actividad cotidiana tiene sentido porque remite a una causa noble, y esta se traduce desde un punto de…</p>
<p align="justify">En una investigación realizada por Àngel Castiñeira se estudiaron las características del liderazgo social a partir de entrevistas en profundidad con líderes sociales a los que se pidió que hicieran el ejercicio de reconstruir su trayectoria vital.</p>
<p align="justify">Para los líderes sociales su labor tiene una importante componente axiológica y una orientación ética. Su actividad cotidiana tiene sentido porque remite a una causa noble, y esta se traduce desde un punto de vista muy genérico en la defensa de principios fundamentales y de valores que orientan e impregnan no solo las acciones individuales sino también a toda la organización. Cuando esto ocurre, cuando los principios y valores se convierten en el combustible que orienta la acción, el resultado puede ser formidable. Algo que a menudo se olvida, como a menudo se olvida que no todo se resuelve en las organizaciones a partir de un sistema de incentivos.</p>
<p align="justify">Principios y valores se convierten en combustible para la acción cuando no están presentes solo como grandes principios orientadores de la misión social de cada entidad o grupo sino también en la ejemplaridad de sus actores y líderes. Esto apunta, por un lado, a la cuestión de la ejemplaridad personal y a la conciencia de los valores que configuran la misión; pero, por otro lado, también es fundamental el compartir un mismo espíritu, una manera de hacer las cosas. Más allá del compromiso moral personal y misional, hay también la posibilidad de desarrollar una ética organizativa con efectos colectivos transformadores: "Cuando empiezas a hacer las cosas bien hechas, cuando quieres tratar a la gente bien, cuando quieres ser respetuoso, cuando quieres ser honesto ... el universo te acompaña y acabas haciéndolo bien. ¿Y qué les ocurre a los integrantes de estas organizaciones? Pues que son un poco más felices. La organización es la que cura", decía uno de los entrevistados. Curiosa y sorprendente afirmación en un contexto como el actual, en el que las organizaciones insanas enferman a tanta gente.</p>
<p align="justify">Pero esto significa también que el liderazgo impacta en lo cotidiano. Porque en estas organizaciones existe siempre el riesgo de confundir la grandeza de los ideales con la excelencia de la labor realizada. En el sector social existe el peligro de creer que porque los principios y propósitos que guían la acción son justos o heroicos la acción social desplegada también lo será. El trabajo social debe guiarse por principios éticos pero también debe estar bien hecho y, sobre todo, ser útil, tener impacto. Por este motivo, en la función del liderazgo social deben reunirse la consecución de ambos criterios: tiene que haber compromiso social pero también talento y profesionalidad en la manera de realizar las tareas y de alcanzar los objetivos. Porque la grandeza de la misión no puede ser una excusa o una tapadera para la mediocridad de la acción.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://acisi.org/benvinguts/wp-content/uploads/2011/07/imagesLideratge31.jpg"/>Y es en relación con ambos objetivos que se puede afirmar que, en muchos casos concretos, el liderazgo social sintoniza con una forma de liderazgo que Robert K. Greenleaf definió como <i>Servant Leadership</i>, es decir, un liderazgo basado en el deseo de servir a los demás y a un propósito más allá del interés personal. Es probable que, en ningún otro sector como el sector social, este modelo de liderazgo basado en servir a las personas esté tan desarrollado. Según Greenleaf, el liderazgo servidor hace que los conceptos de poder y de autoridad sean reexaminados desde un punto de vista crítico y que la relación mutua sea menos opresiva. El liderazgo servidor pondría en juego un nuevo principio moral: la única autoridad que merece nuestro apoyo es la que es libre y conscientemente reconocida, como respuesta y en proporción directa a la evidente y clara talla del líder como servidor. Ya sé que en el contexto actual decir esto parece una broma de mal gusto, pero solo lo es para quienes consideran a dicho contexto inamovible. Insistamos: esto no niega la importancia de la profesionalidad y la competencia en la consecución de objetivos, en el desarrollo de estrategias, y en la mejora continua del impacto de la acción. Pero se perciben vinculadas a la misión y puestas a su servicio. Por eso servir y guiar acaban por convertirse en dos funciones de los "constructores positivos" de una sociedad mejor, es decir, del liderazgo por el bien común.</p>
<p align="justify">Pero quizá lo más importante sea la constatación de que el liderazgo social no es un punto de partida sino el resultado final de un largo recorrido que, al menos en nuestro contexto, pasa por las etapas de concienciación, implicación y compromiso cívico. La (pre)disposición personal a situarse en el mundo de manera crítica y transformadora fue, sin duda, una constante en buena parte de los líderes sociales entrevistados. El sentido de propósito y de urgencia o el rechazo de la pasividad, por ejemplo, son elementos que forman parte de su conducta. Pero también conviene recordar que ningún líder social actúa como francotirador ni llega a la etapa del compromiso de manera aislada. Hay siempre un legado comunitario que se traslada a una nueva generación: una inmersión en valores vividos, la figura de un referente, la mano o el empuje de un educador, la ejemplaridad familiar, la influencia asociativa, religiosa o cultural, etc. El liderazgo social, pues, es también en buena medida el resultado del capital cívico de un país, es decir, aquella energía con la que ejercemos responsabilidades colectivas y las sabemos transmitir y compartir con otras hasta el punto que estos acepten, cuando proceda, asumir el relevo. Podemos, por tanto, suponer que un declive del capital cívico de un país tendría también efectos en la emergencia o no de nuevos liderazgos sociales. Si queremos invertir en la mejora futura del liderazgo social tendremos que empezar por hacerlo por la base, es decir, contribuyendo globalmente al fortalecimiento del sector social. El liderazgo social no funciona con fichajes estrella sino trabajando desde la base.</p>
<p align="justify">Durante este trayecto de configuración personal, el compromiso orientado al servicio de algunos activistas sociales va enriqueciéndose gracias a la asunción de responsabilidades y el desarrollo de diversas capacidades: la construcción de puentes y consensos, el impulso de iniciativas, la habilidad organizativa, la ampliación del círculo de relaciones y la creación de redes, el fortalecimiento de la voluntad moral, la comprensión del entorno y la visión estratégica, la forja de valores y creencias compartidas, etc. Cuando decimos que el liderazgo no es un cargo, sino un proceso no solo lo decimos en relación a la ordenación jerárquica (a menudo confundimos líder y jefe) sino que también lo decimos en relación con la misma construcción de la identidad personal y la asunción de roles de los líderes. Lo que hacemos termina por incidir también en lo que somos.</p>
<p align="justify">El liderazgo, pues, es el resultado, no siempre querido ni previsto, de una aventura exterior ‒con la comunidad‒ pero también interior ‒con uno mismo‒ que, además de contribuir a transformar la sociedad, transforma el sujeto y da un sentido nuevo a su labor y a su vida. Es esa tarea de exploración interior, que acompaña el camino del compromiso cívico de los líderes, la que les permite también llegar a tener una visión clara de la misión, los ideales y los objetivos que les mueven y trasladarlos luego a sus organizaciones y a su sociedad. Son, pues, activistas reflexivos.</p>
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<p align="justify">Quizás uno de los problemas que tenemos hoy no es simplemente la calidad de los liderazgos, sino que pensamos y promovemos el liderazgo a partir de unos perfiles muy restringidos. Quizás pensaríamos y promoveríamos liderazgos muy distintos si atendiéramos a los rasgos y los itinerarios de los liderazgos sociales.<br/><a href="http://www.josepmlozano.cat/">www.josepmlozano.cat<br/></a>@JosepMLozano</p>Sacar a Leibniz de la RSEtag:comunidadetnor.ning.com,2013-02-07:5374014:BlogPost:372762013-02-07T15:43:54.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">Aunque nunca habló de ella, por supuesto, Leibniz está más presente de lo que parece en el marco mental de la RSE. Y convendría, en primer lugar, detectar más explícitamente su presencia y, en segundo lugar, empezar a ofrecerle alguna puerta de salida.</p>
<p align="justify">Recordemos una de las aportaciones señeras del pensamiento de Leibniz. El universo está compuesto de infinidad de mónadas que parece que interactúan, pero cada una de…</p>
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<p align="justify">Aunque nunca habló de ella, por supuesto, Leibniz está más presente de lo que parece en el marco mental de la RSE. Y convendría, en primer lugar, detectar más explícitamente su presencia y, en segundo lugar, empezar a ofrecerle alguna puerta de salida.</p>
<p align="justify">Recordemos una de las aportaciones señeras del pensamiento de Leibniz. El universo está compuesto de infinidad de mónadas que parece que interactúan, pero cada una de ellas sigue su propia dinámica. Lo que resuelve también el inacabable problema de la relación entre alma y cuerpo: parece que intereactúan, pero solo lo parece. Lo que ocurre es que Dios, en su infinita sabiduría, ha dispuesto de una armonía preestablecida que permite que, aunque cada mónada va a su aire (por decirlo coloquialmente) al final parece que todo encaja y está entrelazado.</p>
<p align="justify">Pues esta es justamente una de las asunciones nunca explicitadas en el discurso desde y/o sobre la RSE: la armonía preestablecida (no en vano se habla del alma de algunas empresas, por cierto). La retórica pro RSE siempre ha sugerido –cuando no lo ha dicho explícitamente- que si se asumía su enfoque el resultado, aunque fuera a largo plazo, sería la armonía; llámesele multistakeholder, sostenibilidad, empresa-y-sociedad , shared value o como más le guste al proponente.</p>
<p align="justify">Esto es lo que, a mi modo de ver, explica que la RSE nunca haya pensado ni planteado la realidad del conflicto. Me temo que el conflicto es un tabú de la RSE porque parece dar por supuesta la creencia de que, si la RSE se desarrolla plenamente, los conflictos se desvanecerán. Como por definición se trata de tener en cuenta a todos los stakeholders, se da por supuesto que si esto se hace bien, al final todos contentos. No quisiera estar yo en la piel de aquellos directivos que, como nuevos Sísifos, deben empujar eternamente montaña arriba el diálogo con todos los grupos de interés.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://mally.stanford.edu/graphics/leibniz.gif"/>Es exactamente al contrario: el conflicto se presenta como la propedéutica o la partera de la RSE. Antes de la RSE, hay muchos riesgos de conflicto: con la sociedad, la comunidad local, en los medios de comunicación, con las ONG, con las administraciones… De ahí se deduce y se argumenta la necesidad de la RSE. Por eso a menudo se acaba argumentando que asumir a fondo y de verdad (no solo cosméticamente) la RSE nos llevaría a una especie de arcadia feliz donde los riesgos y el conflicto desaparecen (algo distinto a decir que se afrontan desde otra perspectiva).</p>
<p align="justify">Reconocer el peso del mito de la armonía preestablecida creo que ayudaría a entender porque ni los sindicatos ni la relaciones laborales han tenido un buen acomodo en la RSE. (Por cierto, no es ni de largo la única explicación posible, pero forma parte de ella). Porque en este ámbito se da por supuesto que el conflicto es algo inherente a las relaciones sociales y –por tanto- también a las empresariales. Seguirá habiendo conflicto porque estamos hablando de relaciones en las que los diversos actores tienen intereses, prioridades, criterios y objetivos diferentes. Si algo nos sorprendió en el estudio que hicimos sobre como se aproximan a la RSE los diversos actores en España fue constatar que todos ellos afirmaban convencidamente que la RSE era una prioridad y algo importantísimo por lo que valía la pena trabajar… pero lo afirmaban por razones y objetivos muy distintos y a veces incompatibles entre sí: todos compartían el acuerdo sobre la importancia de la RSE a condición de que no se les preguntara por qué era tan importante para ellos. Por supuesto, la RSE tomada en serio facilita un marco de referencia y un lenguaje que hace que los conflictos, las diferencias y los intereses se puedan plantear de manera diferente. Pero la armonía nunca debería ser considerado como algo que forma parte de manera preestablecida del ideal de la RSE. Pensar bien la RSE debiera incluir la capacidad y los recursos para pensar bien el conflicto como algo intrínseco al desarrollo de la RSE, y no presentar a la RSE como el eventual disolvente de los conflictos.</p>
<p align="justify">La creencia preestablecida en la armonía es probablemente lo que explica también que tanta gente –incluso miembros del club de la RSE- consideren que en tiempos duros hay que aparcar a la RSE porque no está el horno para bollos. Si no son buenos tiempos para la lírica, tampoco lo son para la RSE. La RSE sería pues un valor blandengue, no apto para tiempos duros. Nadie (o casi nadie), incluso los que repiten que la RSE es gestión del negocio "core", ha pensado en un enfoque en clave de RSE válido para cuando las cosas van mal o se ponen muy difíciles. Y si alguien pretende hacerlo, lo más probable es que le digan que eso no es RSE, o que utiliza a la RSE al servicio de aviesas y perversas intenciones. Todo a causa de la creencia en la RSE como armonía preestablecida. La RSE muy a menudo parece un discurso apropiado para cuando todo va bien, y por eso solo se vincula a palabras que –supuestamente- connotan positivamente: cambio, innovación, futuro, ventajas competitivas, sostenibilidad, transformación…</p>
<p align="justify">Sinceramente: para fantasías falaces sobre/desde la armonía preestablecida yo creo que ya bastaba con la mano invisible.</p>
<p align="justify"><a href="http://www.josepmlozano.cat/">www.josepmlozano.cat</a></p>
<p align="justify">@JosepMLozano</p>Pues mira, en defensa de la RSEtag:comunidadetnor.ning.com,2013-01-24:5374014:BlogPost:373392013-01-24T10:42:59.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">Es feo autocitarse, pero por una vez voy a hacerlo. En el año 2006 escribí un estudio en Papeles de Economía Española (recogido después en mi libro sobre la empresa ciudadana) en el que ante la sopa de letras que había en aquel momento alrededor de la RSE pronosticaba dos cosas: que los finalistas de la competición serían la RSE y la sostenibilidad; y que ninguna de las dos denominaciones sería la vencedora, sino que probablemente, si la…</p>
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<p align="justify">Es feo autocitarse, pero por una vez voy a hacerlo. En el año 2006 escribí un estudio en Papeles de Economía Española (recogido después en mi libro sobre la empresa ciudadana) en el que ante la sopa de letras que había en aquel momento alrededor de la RSE pronosticaba dos cosas: que los finalistas de la competición serían la RSE y la sostenibilidad; y que ninguna de las dos denominaciones sería la vencedora, sino que probablemente, si la cosa avanzaba con buen sentido, al final emergería otra denominación. Y, añadía, ambas son conceptualmente complementarias y ninguna de las dos cubre todo lo que cubre la otra. O sea, que yo nunca he estado casado con la RSE (y si lo hubiera estado, con lo que duran hoy los matrimonios…). Más aún, siempre he defendido que hay diferenciar el debate conceptual de lo conveniente para cada cultura organizativa. En las empresas concretas, mientras estuviera claro a qué prácticas se refiere cada empresa, siempre he dicho que la denominación correcta era aquella que mejor encajaba en la cultura y la historia de la empresa. El debate conceptual, en cambio, debe moverse en su propio registro.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://www.masr.com.mx/wp-content/uploads/2009/04/rse.jpg" width="328" height="179"/>Viene esta larga introducción al caso porque en los últimos tiempos se ha puesto de moda un pim-pam-pum sobre la RSE, con diversas razones y justificaciones (y también intenciones, aunque en estas no entro aunque algunas me las imagino). Visto lo cual, creo que todavía tiene sentido defender a la RSE. Entre otras razones, y no es la menor, porque cuando asisto a este pim-pam-pum siempre recuerdo a Machado: "Los que están siempre de vuelta de todo son los que no han ido nunca a ninguna parte". Es decir: mucho me temo que el funeral por la RSE, en este momento, contribuya a aligerar muchas estrategias y les permita estar de vuelta a muchos que no han ido nunca. Una cosa es el sano y necesario distanciamiento crítico (que incluye un imprescindible componente humorístico, como siempre resalta y practica Antonio Vives) y otra cosa es justificar la pereza mental de quienes se agarran a lo que sea con tal de no moverse de sitio, vender su producto o promocionar su chiringuito.</p>
<p align="justify">Al final, si desnudamos el debate de nombres de sus letras, la cuestión –tal y como yo la leo- se reduce a algo bastante simple: la contraposición entre un enfoque que se centra en lo periférico del negocio y un enfoque que se centra en lo nuclear del negocio y la gestión (o en el "core", cuando quien sea se pone estupendo). No puedo estar más de acuerdo. En lo que soy bastante (vaya, mucho) más escéptico es en lo que me parece una beatífica confianza en el poder taumatúrgico de las palabras. No acostumbro a ver más y mejores prácticas core como resultado de repetir una y otra vez la apelación a la palabra core. Los que defienden este enfoque (que, como enfoque, defiendo también desde hace bastantes años) me gustaría que me mostraran como el cambio en el lenguaje ha dado lugar a cambios sustantivos en las prácticas empresariales.</p>
<p align="justify">Pongo un ejemplo, bastante conocido (entre otras razones porque la Comisión Europea, de manera bastante incomprensible para mí, lo ha "comprado"): el famoso shared value. No es que me parezcan mal muchas de las cosas que dice Porter. Dejando aparte que me despierta bastantes interrogantes su rápido cambio de chaqueta en muy poco tiempo en relación a estos temas (cambio del que he podido ser testigo directo de algunos momentos estelares), lo que me llama bastante la atención es que a mí me parece que, si se toma en serio a sí mismo, Porter debería revisar y replantear de arriba abajo aspectos absolutamente nucleares de toda su producción anterior, que le ha dado merecidos fama y honores. Cosa que, por supuesto, no ha hecho. Y así podríamos seguir con otras propuestas en boga de cambios de denominación.</p>
<p align="justify">¿Por qué me sigue pareciendo que no hay que precipitarse en liquidar la denominación RSE? Pues mira, porque me parece que hay gato encerrado en querer cubrir con un tupido velo a la R de la palabra responsabilidad. Creo que poner como punto de partida la pregunta de quién es responsable de qué, ante quién y por qué hoy por hoy sigue siendo necesario (por cierto: la RSE tiene que ver necesariamente con el dichoso core… porque si no ya no es responsabilidad). Y a lo mejor hay gente encantada con se difunda la idea de que preguntar por la responsabilidad es algo periférico y no nuclear a la empresa. Es decir: ¿quién sale ganando con el mensaje de que la responsabilidad no es core?. Y si además con esto se soslaya el reconocimiento de que son diversos actores los que pueden tener algo que decir sobre la cuestión, mejor que mejor, ¿no? Y me gusta la S de social porque me parece sano recordar que es la sociedad la que pregunta y se pregunta por la responsabilidad de la empresa. Porque me parece conveniente y adecuado afirmar que el reconocimiento de que la empresa es una institución, necesaria, imprescindible, fundamental, irrenunciable y todos los adjetivos que quieran añadir en esta dirección, pero que esto no comporta que la empresa sea un fin en sí mismo ni tenga la última palabra sobre nada. El marco de referencia de la empresa no es ella misma, ni se justifica por sí misma, sino que remite al tipo de sociedad que contribuye a construir. Y mira por dónde algunos cambios de denominación me da la impresión de que facilitan bastante que la empresa pueda seguir remitiéndose únicamente a si misma. Finalmente, claro, la E de empresa, porque de esto estamos hablando y no de otra cosa. Por eso, justamente, tiene que tratarse de algo core y no periférico –acento que insisto que comparto desde siempre, incluso cuando no se hablaba de core- porque en caso contrario no estamos hablando propiamente de empresa.</p>
<p align="justify">Dicho de otro modo, en este debate siempre es bueno preguntarse si de lo que se trata es de incrustar nuevas prácticas, actividades e iniciativas empresariales en los enfoques convencionales que han dominado la cultura empresarial hasta el momento, sin modificarlos. O si estamos hablando de procesos de transformación empresariales correlativos a las transformaciones que están sufriendo nuestras sociedades. Otto Scharmer ha planteado en los últimos tiempos la necesidad de lo que él denomina el cambio "from ego-system to eco-system economies". Ya sé que esto puede ser solo otro juego de palabras. Pero ya que estamos jugando con las palabras, me pregunto si algunos de los cambios de denominación propuestos no son más que hábiles e inteligentes maneras de no movernos del ego-system.</p>
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<p align="justify">@JosepMLozano</p>Siempre olvidamos el contextotag:comunidadetnor.ning.com,2013-01-21:5374014:BlogPost:374382013-01-21T09:30:49.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">Me piden en una publicación que escriba sobre "la RSE en el contexto de la crisis actual", y esta es mi respuesta. Es una pregunta muy bien planteada, y que aunque a alguien le pueda parecer una obviedad no lo es en absoluto. Porque la RSE sólo tiene sentido en un contexto. No existe la RSE como idea platónica que busca cómo encarnarse. Con perdón por la referencia: S. Ignacio decía que las decisiones adecuadas se tomaban cuando se tenían en…</p>
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<p align="justify">Me piden en una publicación que escriba sobre "la RSE en el contexto de la crisis actual", y esta es mi respuesta. Es una pregunta muy bien planteada, y que aunque a alguien le pueda parecer una obviedad no lo es en absoluto. Porque la RSE sólo tiene sentido en un contexto. No existe la RSE como idea platónica que busca cómo encarnarse. Con perdón por la referencia: S. Ignacio decía que las decisiones adecuadas se tomaban cuando se tenían en cuenta "personas, tiempos y lugares". Pues de eso habla la RSE: de qué hacen las empresas teniendo en cuenta "personas, tiempos y lugares", y no de definiciones. Y por tanto, el tema de la RSE no es la RSE, sino tomar decisiones adecuadas atendiendo a "personas, tiempos y lugares".</p>
<p align="justify">El problema es que en la cultura empresarial española se ha asociado RSE a hacer "buenas obras" (sic). Se ha confundido -a veces deliberadamente- con la acción social. Con hacer un gasto loable, pero prescindible y, en cualquier caso, periférico al núcleo de la actividad empresarial. Y la RSE no pregunta por cómo una empresa gasta el dinero, sino por cómo lo gana. Se puede ser una empresa 100% socialmente responsable sin dar ni un euro a nadie (aunque, como es obvio, no tengo nada que decir si esto se hace, al contrario). Es decir, hablar de RSE es hablar de modelo de negocio y de modelo de gestión. Es hablar de buena gestión. Y, por tanto, de qué entendemos por "buena" gestión.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://4.bp.blogspot.com/-Y2mlkPWCtZA/Ttg6f8YK6sI/AAAAAAAADc8/6yynBQYKKVQ/s1600/RSE_O_Protagonismo_de_Mercado.jpg" width="181" height="186"/>Cuando se dice eso siempre hay quien reacciona diciendo que nada nuevo bajo el sol, que, si es eso, es lo que han hecho siempre las empresas. Sin embargo, es muy curioso que casi nadie se haya dado cuenta, y hayamos tenido que pasar a hablar tanto de RSE. Se habrá hablado mejor o peor, pero algún motivo habrá que explique el éxito de la palabreja. Y una de las claves de su éxito radica, justamente, en lo que decíamos al principio: en poner el foco en tomar decisiones adecuadas. La RSE -como la ética- habla de la toma de decisiones y parte de ella. (Por cierto: algún día tendremos que reflexionar todos sobre por qué, en los últimos años, cuanto más se ha hablado de RSE, menos se ha hablado de ética empresarial; curiosidades de los juegos de suma cero ...). Pero volvamos a la toma de decisiones (adecuadas, recordemos). De la misma manera que no hay empresa que subsista sin tomar decisiones, no hay decisiones sin consecuencias. Y este es el meollo de la RSE, la pregunta por las consecuencias de las decisiones. Con un añadido: esta pregunta también hay que hacerla a los afectados por estas decisiones, no la puede contestar la empresa ella solita. La RSE ha consistido en la toma de conciencia de la red de relaciones en la que está inscrita la empresa, y en la pregunta por los valores, los criterios y las prácticas que las rigen. Por eso las empresas se han visto interpeladas sobre los impactos de todo tipo que producen: ambientales, sociales, familiares... y económicos. Porque, hay que decirlo, una de las confusiones que ha provocado el uso a diestro y siniestro de la S de "social" ha sido la estupidez de creer que la RSE, al ser "social", no se preocupaba de la dimensión económica de la empresa cuando, justamente, la responsabilidad de la empresa hacia la sociedad viene dada por su actividad en tanto que institución económica. No hay decisiones económicas sin impacto social, del mismo modo que no hay decisiones sociales sin costes económicos.</p>
<p align="justify">¿Consecuencias? Que no se puede hablar de RSE en general, sino en función del contexto, del tipo y tamaño de las empresas, y del sector de cada empresa en concreto. La RSE no puede ser la misma para una petrolera que para un banco; para una empresa del Ibex que para una pyme, y en un país o en otro. Y, por ejemplo, esto significa que hoy la prioridad de la agenda de la RSE en España no puede ser la acción social, sino los seis millones de parados. O los desahucios. O la corrupción. O el fraude fiscal. O las preferentes. O la buena gobernanza corporativa. O la transparencia. ¿Que no le quieren llamar RSE, a todo esto? Pues llámenle como quieran, pero pongan manos a la obra. Lo que es seguro es que la RSE pregunta por ello, y si estas cuestiones no estuvieran sobre la mesa quizá no hablaríamos tanto de RSE. En cualquier caso, si estas cuestiones no se afrontan, no estamos hablando de RSE.</p>
<p align="justify">Ahora bien, hay que añadir otro punto, que también es una confusión muy nuestra. Responsabilidad social... pero no sólo de las empresas. La RSE es hoy en día imprescindible, pero lo es también porque hay que entenderla como la contribución, desde el mundo de la empresa, a la construcción de una sociedad responsable. Y una sociedad responsable necesita empresas responsables, evidentemente, pero también partidos responsables, sindicatos responsables, administraciones responsables, ONG responsables, escuelas de negocios responsables... En lo de la responsabilidad, si no jugamos todos, hablar de RSE se convierte en el viejo y conocido cinismo de la paja y la viga según en qué ojo nos fijamos. Porque lo que siempre le ha hecho falta a la RSE es un prefijo: co. Co-responsabilidad social. Hoy las responsabilidades son compartidas, aunque solo sea porque desde el ejercicio de las propias responsabilidades es como contribuimos a la construcción del espacio público compartido.</p>
<p align="justify">En resumidas cuentas, la RSE nos hace retornar a A. Smith... que evidentemente nunca habló de RSE. Pero sí habló -y así dio nombre al título de su libro más conocido- del origen y la causa de la riqueza de las naciones. De las naciones, no de las empresas. La primera requiere la segunda, pero la segunda no garantiza la primera. La RSE es pensar a la empresa siempre en el contexto social donde opera, aunque sea por el simple hecho de que las personas -y las empresas- vivimos en sociedades, y no en mercados. Necesitamos buenas empresas para construir buenas sociedades. Pero para ello necesitamos también que querer construir una buena empresa no se disocie de contribuir a la construcción de una buena sociedad.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="left" src="http://elsolonline.com/archivos/imagenes/2013/01/rse_foto_2443409-240.jpg" width="168" height="101"/>Se ha dicho ampliamente que no hay empresas exitosas en países fracasados, ni países exitosos con empresas fracasadas. Esto quiere decir, último término, no sólo que hablar de RSE es hablar de un proyecto de empresa. Quiere decir que también es hablar de un proyecto de país, del país que la empresa contribuye a construir, y de cómo se ven desde la empresa los retos que el país tiene por delante. RSE es responsabilidad no sólo de cada empresa hacia aquellos con quienes se relaciona, a partir de las consecuencias y los impactos de sus actuaciones. RSE es también responsabilidad del mundo empresarial hacia el país en el que opera. Porque un país es algo más que una plataforma donde poder alcanzar objetivos empresariales, al igual que una empresa es algo más que una cuenta de resultados.</p>
<p align="justify">Es decir, que podríamos sustituir perfectamente la pregunta por la RSE por la pregunta sobre si las empresas, en nuestro contexto, están tomando decisiones adecuadas teniendo en cuenta "personas, tiempos y lugares".</p>
<p align="justify">Con un añadido, propio también de la RSE: esta no es una pregunta que se contesta a puerta cerrada en el comité ejecutivo. Esta es una pregunta que se juega y debe jugar (también) en el debate público.</p>
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<p align="justify">@JosepMLozano</p>Los valores en una sociedad pluralista tag:comunidadetnor.ning.com,2013-01-10:5374014:BlogPost:373192013-01-10T11:57:46.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
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<p align="justify">Hoy en día, si no hablas a menudo de valores (y, sobre todo, de su crisis) no eres nadie. Sería conveniente empezar a reconocer que es imposible hablar de valores hablando sólo de valores, o mirando definiciones en el diccionario. Los valores remiten a formas de vida: sólo entenderemos los valores atendiendo a las formas de vida que amparan, y no a qué dice el diccionario. Sólo así podremos decir que los valores enmarcan, orientan y…</p>
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<p align="justify">Hoy en día, si no hablas a menudo de valores (y, sobre todo, de su crisis) no eres nadie. Sería conveniente empezar a reconocer que es imposible hablar de valores hablando sólo de valores, o mirando definiciones en el diccionario. Los valores remiten a formas de vida: sólo entenderemos los valores atendiendo a las formas de vida que amparan, y no a qué dice el diccionario. Sólo así podremos decir que los valores enmarcan, orientan y potencian nuestra propia vida.</p>
<p align="justify">Vivimos en un contexto de cambio, innovación, movilidad e interdependencia. Nuestras coordenadas se han vuelto blandas como los relojes de Dalí. Nuestro tiempo ha dejado de ser analógico y ha pasado a ser digital. Nuestra atención se ha dispersado en varias pantallas a la vez. Y, claro, al final ya no sabemos dónde estamos.</p>
<p align="justify">Transmitir valores es transmitir formas de vida (maneras de hacer, maneras de sentir y de interpretar, maneras de ver y de vivir). Pero que los valores sitúen y orienten no quiere decir que nos tengamos que dedicar a enunciarlos y repetirlos. Lo que nos permitirá situarnos y orientarnos en el mundo creíblemente es nuestra calidad personal, que es la que acoge y engendra valores. Por ello, formar en valores hoy significa favorecer una experiencia de crecimiento personal en calidad humana. Antes, nuestro compromiso y nuestra responsabilidad consistían en la aceptación o el rechazo de un paquete normativo que la sociedad y sus instituciones nos presentaban en nombre de unos valores, que nos daban identidad. Hoy nuestro compromiso y nuestra responsabilidad consisten en ir recreando y discerniendo formas de vida desde nuestra libertad responsable, desde la cual nos identificamos y con la que identificamos nuestros valores de referencia.</p>
<p align="justify">Por ello, en el contexto actual, la pregunta clave no es qué valores se deben transmitir, sino cómo se aprenden los valores. Debemos pasar de centrarnos sólo en la transferencia de contenidos a la generación de procesos de crecimiento y maduración. Y estos procesos no pueden ser sólo de socialización, sino que deben ser también de personalización.</p>
<p align="justify">Más que crisis de valores, pues, lo que hay es una pluralización de los valores, que ya no se sostienen en la fuerza, el poder, la autoridad, la jerarquía o la tradición. Esta pluralización es lo que es vivido subjetivamente como crisis, sobre todo por parte de quienes identifican "los" valores con un paquete normativo rígido y cerrado. Un cierto pluralismo ha pasado a ser el marco de referencia de la configuración de los valores personales y sociales en nuestras democracias avanzadas. Pero el pluralismo no consiste en la mera coexistencia de personas que viven y ven la vida de diferentes maneras, sino que --para bien o para mal-- es un hecho que se ha convertido en valor y en un valor supremo: el valor que ordena la diversidad de valores. El valor del pluralismo (y otros valores procedimentales) es el valor que podemos compartir cuando reconocemos que no compartimos o no estamos obligados a compartir todos los valores sustantivos.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://www.falarse.com/iniciorsewp/wp-content/uploads/2011/11/etica.jpg" width="200" height="151"/>Como hemos mostrado en el libro <i>Valores blandos en tiempos duros</i>, el pluralismo es un factor que favorece el proceso de individualización, porque por sí mismo cuestiona la absolutización de la validez de cualquier patrón de vida normativo. Pero no necesariamente favorece un proceso de personalización. Por eso el pluralismo pone también a prueba nuestra autenticidad, porque nos interpela a ser coherentes con los valores elegidos y con el estilo de vida que deriva de ellos. Pone a prueba la calidad de los valores elegidos y la calidad de los sujetos que los formulan. Es decir, pone a prueba la calidad de nuestro proyecto de vida.</p>
<p align="justify">Evidentemente, podemos evitar hacer frente al reto del pluralismo en los valores por medio de sucedáneos. Mencionamos tres. El pragmatismo de ir tirando, el cinismo de quien circula a toda velocidad del pluralismo al todo vale, o el fundamentalismo de quien en lugar de encontrar su lugar en el mundo querría que todo el mundo fuera como su lugar.</p>
<p align="justify">¿Qué querrá decir, pues, ser una persona moralmente educada en una sociedad pluralista? Como mínimo se debe tener en cuenta la integración vivida entre la formación de la personalidad; la capacidad de aprender, socializarse y de relacionarse; el desarrollo de la sensibilidad la capacidad de comprender la existencia; la apertura a la dimensión reflexiva y contemplativa y la disponibilidad al silencio y el arraigo interior. Y aquí "tener en cuenta" significa trabajar y desarrollar estos ámbitos vitales.</p>
<p align="justify">Después de todo, lo que concreta cuál es nuestro lugar en el mundo es nuestro proyecto de vida, que es lo que da sentido y contenido a los valores que proclamamos. Porque vivir no es navegar mentalmente entre posibilidades ni deleitarse en el disfrute emocional, sino arriesgarse a dar forma a alguna posibilidad. Tal vez incierta, aunque sea por el simple hecho de que podría haber otras. Pero alguna debe haber, si no queremos pasar por la vida sin que la vida pase por nosotros. Y hay que decir que lo que define y da calidad a un proyecto son los valores que asumimos como propios y con los que nos identificamos. Un proyecto es más --¡mucho más!-- que tener objetivos y estrategias. Un proyecto da respuesta, simultáneamente, a dos preguntas: ¿en qué mundo quiero vivir? y, ¿cómo quiero vivir en el mundo? Una respuesta que debe ser necesariamente personal, pero que sólo se puede construir en diálogo con los demás y mediante compromisos compartidos.</p>
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<p align="justify">@JosepMLozano</p>Lo nuevo y lo viejotag:comunidadetnor.ning.com,2012-12-20:5374014:BlogPost:374052012-12-20T17:12:44.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
<p align="justify">La historia de la filosofía, de la literatura y de la teología está llena de frases más o menos ingeniosas en las que se habla de lo nuevo y lo viejo de muy diversas maneras, siempre jugando con su contraposición. Les ahorro empezar con una de estas citas y voy al grano.</p>
<p align="justify">Mi impresión es que el problema de la RSE no reside en el nombre ni en nada que se le parezca. El problema central es que, mayoritariamente, ha consistido en introducir un nuevo…</p>
<p align="justify">La historia de la filosofía, de la literatura y de la teología está llena de frases más o menos ingeniosas en las que se habla de lo nuevo y lo viejo de muy diversas maneras, siempre jugando con su contraposición. Les ahorro empezar con una de estas citas y voy al grano.</p>
<p align="justify">Mi impresión es que el problema de la RSE no reside en el nombre ni en nada que se le parezca. El problema central es que, mayoritariamente, ha consistido en introducir un nuevo lenguaje y unas nuevas prácticas sin modificar sustancialmente la comprensión convencional de la empresa. Esto se constata cuando se analizan los planteamientos de la RSE no en base a lo que se dice ni a lo que se hace, si no en base a cómo se argumenta. Entonces, el argumento se resume casi siempre en lo siguiente: la RSE es hoy la manera más adecuada (o más inteligente, o más racional, o más avanzada, o más oportuna, o más…) de conseguir lo que ya sabemos desde siempre que debe hacer la empresa. A veces pienso que Lampedusa estaría contento con la RSE: es necesario que todo cambie para que todo siga igual.</p>
<p align="justify">Debería corregirme i objetarme a mí mismo, claro está. A veces una suma constante de pequeños cambios convertidos en una dinámica sostenida en el tiempo dan como resultado una realidad sustancialmente distinta de la que teníamos al comienzo aunque a lo largo del proceso, paso a paso, los cambios parezcan poco significativos. Bueno, pues en estos tiempos de paradojas aceptemos que las dos afirmaciones pueden ser plausibles a la vez. Y tomémosnos las dos igualmente en serio</p>
<p align="justify">Pero volvamos a la primera de las afirmaciones: no se trata de cambiar para que todo siga igual, sino de decidir qué lugar quieren ocupar las empresas en los cambios sociales que se están produciendo y cómo quieren contribuir a ellos. De hecho, hay que volver a A. Smith: la pregunta que se hacía Smith –la que está en el título de su libro- era sobre la naturaleza y la causa de la riqueza de las naciones… no de la riqueza de las empresas. Lo primero quizá requiere lo segundo, pero lo segundo no garantiza necesariamente lo primero. Y, en cualquier caso, no es la primera pregunta que debemos hacernos.</p>
<p align="justify">Así como se dice que hay entrenadores que leen bien los partidos, la RSE presupone leer bien el partido social. Porque se puede cambiar el lenguaje y llevar a cabo nuevas prácticas (que sin duda muy a menudo son mejores que las viejas) sin leer bien el partido. Por eso resulta tan escandaloso que hoy el debate sobre la RSE, al menos en España, no tenga como primer punto en el orden del día los seis millones de parados. O el reparto de la carga impositiva entre empresas y ciudadanos. O el fraude fiscal. O la corrupción.</p>
<p align="justify"><img alt="" align="right" src="http://www.elortiba.org/ayer/smith3.jpg" width="201" height="261"/>La diferencia de nuestro tiempo para enfocar la pregunta de Smith es que el foco ya no puede ser solo la riqueza de las naciones, sino que debe ser un foco a la vez global y local. Pero, en cualquier caso, olvidemos el mantra de que las empresas, por si mismas y por el mero hecho de existir, contribuyen a… crean… son indispensables para… y veamos empíricamente por sectores, por territorios, por tamaños a qué contribuyen realmente, qué crean realmente, y para qué son realmente indispensables. Porque el supuesto de partida no es la atención a la empresa, sino la sociedad en la que la empresa opera y actúa.</p>
<p align="justify">Disculpas por la palabreja: es un debate sobre la legitimidad de las empresas. No sobre su poder y su influencia, que lo tienen, y mucho. Que es un debate sobre legitimidad significa que cada vez más no les bastará para conseguirla el cumplir con los viejos parámetros de eficiencia, calidad y productividad. Por supuesto, dichos parámetros continuarán, porque si no no hablaríamos de empresas. Pero no serán suficientes porque la sociedad querrá saber contribuyen con su actividad a la construcción del espacio público común. Y esto no tiene nada que ver con la estúpida objeción de que ésta no es misión de la empresa. Porque lo que se les está pidiendo no es que dejen de ser empresas sinó que lo sean de manera más completa, y que integren todas las dimensiones de su actividad. Entre otras cosas porque las empresas, como las personas, no viven y actúan en mercados sino en sociedades. Y la respuesta a la pregunta sobre la importancia y el valor de los mercados reside en la sociedad que contribuyen a configurar. Por eso éste es o debería ser su punto de partida. (Una persona responsable del área de estrategia económica de una empresa muy importante me decía que lleva tiempo solicitando incorporar a un politólogo/sociólogo a su equipo, sin éxito: valga como símbolo de cómo debe –también- leerse el partido, y de las resistencias que hay a hacerlo).</p>
<p align="justify">En un mundo interdependiente, las empresas deberán desarrollar inteligencia social y competencia social, algo por lo que no están acostumbradas ni a preocuparse ni a ocuparse. Porque su legitimidad no dependerá únicamente de sus resultados. Como se recogía en un diálogo de un chiste de El Roto: "los números nos salen bien… ¡quien fuera cifra!" Si la percepción y la experiencia social es que para reflotar a las empresas (o a algunas empresas) no queda más remedio que hundir a las personas, el conflicto de legitimidad está servido, aunque los números salgan bien. No se trata por supuesto del angelismo de pensar que con la RSE no habría crisis, ni conflictos ni nada parecido, ya somos mayorcitos. Se trata de que no hay una única y mecánica manera de abordar, explicar y justificar el enfoque que se da la crisis y a los conflictos.</p>
<p align="justify">En el sempiterno debate sobre la RSE cada vez estoy más convencido de que, si se trata de debatir sobre el nombre, el problema no es el término sino el olvido de un prefijo: co. Se trata de la co-responsabilidad. Se trata de partir de la asunción de que en una sociedad interdependiente las responsabilidades son siempre, en un grado u otro, compartidas… y abordadas desde la especificidad de cada institución. La pregunta no es qué es la RSE sino de qué cuestiones sociales son co-responsables las empresas, en función –insisto- de su tamaño, su sector y su contexto.</p>
<p align="justify">Volvamos a Smith: preguntémonos primero sobre el desarrollo de las naciones para poder entender y plantear como contribuyen las empresas a resolver los retos que tienen planteados nuestras sociedades, (o, al menos, a no a empeorarlos); y no al revés. Y, a eso, llámenle como quieran y les apetezca.</p>
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<p align="justify">Pero háganlo.<br/><br/><a href="http://www.josepmlozano.cat">www.josepmlozano.cat</a><br/>@JosepMLozano</p>¿Fulgor y muerte de la RSE?tag:comunidadetnor.ning.com,2012-12-13:5374014:BlogPost:366932012-12-13T17:45:40.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
<p>En el club de la RSE a veces nos pasamos un poco de frenada. En un sentido u otro. Hubo una época –a la vez ilusionante e ilusoria- en la que parecía que la RSE avanzaba al ritmo de la marcha triunfal. Y ahora estamos en un momento depresivo, en el que miramos al doctor preguntando si el paciente saldrá de ésta. Me gustaría contribuir a la confusión reinante con algunas consideraciones que permitan aumentarla.</p>
<p>Creo que no hemos digerido bien una mezcla letal entre un espejismo y la…</p>
<p>En el club de la RSE a veces nos pasamos un poco de frenada. En un sentido u otro. Hubo una época –a la vez ilusionante e ilusoria- en la que parecía que la RSE avanzaba al ritmo de la marcha triunfal. Y ahora estamos en un momento depresivo, en el que miramos al doctor preguntando si el paciente saldrá de ésta. Me gustaría contribuir a la confusión reinante con algunas consideraciones que permitan aumentarla.</p>
<p>Creo que no hemos digerido bien una mezcla letal entre un espejismo y la rutinización. El espejismo fue causado por el arranque espectacular de la ola de la RSE. Como partíamos de un nivel supuestamente bajo, la euforia de ver cómo se iban sumando iniciativas a la RSE quizás hizo creer que este era un proceso de crecimiento imparable. Y, claro, cuando se vio que tenía sus límites y que no necesariamente continuaban los incrementos, el tono vital bajó. A lo que cabe añadir, por otra parte, que quienes se sumaron a la RSE, tras la primera fase de adentrarse en territorio desconocido con mucho esfuerzo y sorteando muchos obstáculos (internos y externos) pero también con gran entusiasmo y creatividad se encuentran en una fase de cierta normalización o, dicho en la jerga sociológica, de rutinización, y esto ya es menos novedoso y genera menos noticias.</p>
<p>Y, hablando de noticias, la RSE no estaba equipada para enfrentarse a una situación de crisis como la que estamos viviendo (algún día habrá que pensar un poco sobre el por qué de esta falta de equipamiento, dicho sea de paso). Pero cuidado. Lo tópico sería decir que esto ha permitido resolver por un camino imprevisto la confusión entre RSE y acción social: la crisis, por razones obvias, recorta o elimina la acción social, pero no modifica las políticas de RSE integradas en el negocio, a lo sumo las ajusta, como hay que ajustarlo todo. Y aunque esto puede ser cierto en muchos casos, en esta lectura hay un déficit que ha emergido con claridad. Incluso cuando estaba integrada en el negocio, la RSE se situaba en la banda de las buenas noticias: era una relación de cambios, mejoras e innovaciones que se llevaban a cabo en nombre de esa RSE cada vez más integrada. Pero cuando en las empresas abundan las malas noticias y los problemas a resolver, ahí la RSE pinta o poco o nada. Y no es que, como a veces se dice, que entonces se olvide a la RSE. Es, simplemente, que el discurso y la práctica de la RSE ni están preparados ni se han planteado este tipo de cuestiones.</p>
<p>Si es verdad, como repetimos, que la RSE es gestión, y buena gestión convendría abrir el debate sobre la buena gestión en un contexto de crisis económica y social. Sorprendentemente, los abanderados de la RSE, en su mayoría, no han abordado la crisis en clave de RSE. Retos como los casi seis millones de parados o la transparencia sobre dónde, cómo, cuando (y cuanto) pagan sus impuestos las empresas no han entrado en la agenda de la RSE. No sugiero el angelismo de que la RSE permitiría abordar mejor la crisis. Simplemente, constato que, por lo general, los grandes temas la crisis económica y social no han formado parte de la agenda de la RSE. Por algo será. Pero, en cualquier caso, una RSE que no es capaz de tomar como primer tema de su agenda el paro es muy poco R, muy poco S y muy poco E.</p>
<p>Desde mi punto de vista, lo anterior se complementa con el hecho de que algunas empresas que se habían incorporado activamente al movimiento de la RSE, además de continuar ofreciendo buenas noticias han sido protagonistas de noticias no tan buenas que no solo han puesto sordina a todas las anteriores, sino que han puesto de relieve que la RSE ha pintado poco o nada cuando se ha tratado de afrontar estas malas noticias: las hipotecas y los desahucios, los diversos Ere, las preferentes, las prejubilaciones, los aumentos de tarifas… temas todos ellos de gestión –que requieren, por tanto, buena gestión- con gran impacto social ajenos a toda consideración –la que sea, pero alguna- en clave de RSE. Parecería que una cosa sea integrar la RSE en el negocio, y otra que hay situaciones que afectan al "verdadero" núcleo del negocio y de sus problemas donde las cosas van en verdad en serio, a las que ya no llega la RSE.</p>
<p>Finalmente, el atronador vacío de la RSE en el ámbito político. No nos engañemos: sin políticas públicas de RSE no es posible ni pensable su impulso. Y en este punto los partidos políticos ni están ni se les espera. Acarrean corregidas y aumentadas la contradicciones teóricas y prácticas de las empresas hacia la RSE, con el agravante de que, a diferencia de algunas de ellas, no han dado ni el primer paso. LA RSE solo está en la agenda de algunos –pocos, poquísimos- políticos, pero no en la agenda política, y así es perfectamente descriptible lo que se puede avanzar.</p>
<p>Ni fulgor ni muerte de la RSE. Más bien dificultades para encontrar su espacio en el contexto actual. Pero lo que no la ayudará es seguir insistiendo en lo mismo que ya decía y hacía cuando el contexto económico y social era muy diferente al actual.</p>
<p>(Por cierto: debería haber hablado de más actores y situaciones, pero por hoy me parece que basta con éstos).<br/><a href="http://www.josepmlozano.cat">www.josepmlozano.cat</a><br/>@JosepMLozano</p>¿Orientación a resultados? ¡Vale ya!tag:comunidadetnor.ning.com,2012-11-28:5374014:BlogPost:366662012-11-28T14:45:32.000ZJosep M. Lozanohttps://comunidadetnor.ning.com/profile/JosepMLozano
<p>El mundo de la gestión, cuando deviene un lenguaje cerrado sobre sí mismo, se llena de latiguillos que se repiten mecánicamente con agradable la sensación de que quien los profiere dice algo. A veces incluso parece que dice algo concreto y tangible y, así, gracias a los automatismos, se van llenando enormes vacíos de pensamiento.</p>
<p>Uno de estos infaustos latiguillos es "orientación a resultados". Debe pronunciarse con una entonación enfática y contundente y, a ser posible, no debe…</p>
<p>El mundo de la gestión, cuando deviene un lenguaje cerrado sobre sí mismo, se llena de latiguillos que se repiten mecánicamente con agradable la sensación de que quien los profiere dice algo. A veces incluso parece que dice algo concreto y tangible y, así, gracias a los automatismos, se van llenando enormes vacíos de pensamiento.</p>
<p>Uno de estos infaustos latiguillos es "orientación a resultados". Debe pronunciarse con una entonación enfática y contundente y, a ser posible, no debe añadirse nada más. Es una perfecta frase conclusiva, que transmite de manera mucho más elegante la idea de que ya no ya nada más que añadir. Siempre queda más profesional decir aquí lo que necesitamos es gente orientada a resultados que decir por qué no te callas. Aunque viene a ser lo mismo.</p>
<p>A primera vista parecería que la orientación a resultados retrata a alguien trabajador, eficiente, riguroso, competitivo y ejemplar. ¡Ojalá! Porque muy a menudo la orientación a resultados lo que refleja son actitudes para las que pensar en sentido global y tener visión de conjunto son una complicación o un engorro. El discurso que absolutiza la orientación a resultados es la cara productivista y bienpensante del burdo "aquí se viene a trabajar, que pensar ya piensan otros" (lo que a menudo, dicho sea de paso, es mucho suponer). El riesgo de la orientación a resultados es desarrollar una actitud miope, que piensa poco y –sobretodo- que no hace preguntas incómodas y que no cuestiona lo convencionalmente establecido. Ni, por supuesto, la jerarquía del que establece cuales han de ser los resultados. Se trata de ser práctico, obsesionarse por lo tangible y cuantificable, y tener alergia a lo que parece teórico y abstracto (que, desde los resultados, es casi todo lo demás). Orientación a resultados; el resto, como decía el clásico, no es mi problema. Dicho de otra manera: en la falta de RSE o en el desprecio hacia la RSE suele haber mucha orientación a resultados.</p>
<p>En una de las campañas electorales de José Montilla hizo fortuna un eslogan desafortunado: "hechos, no palabras". Orientación a resultados. Esto plantea cuestiones complejas, que no vamos a discutir aquí, como que para los humanos no hay hechos al margen de las palabras. (Y, por supuesto, que no hay política sin palabras). Pero, en términos de gestión, supone una ingenuidad, una trampa, un error de diagnóstico, un engaño o una mistificación, según los casos. Porque… ¿Resultados, para quién? ¿Con qué legitimidad? ¿Con qué calificación valorativa? ¿Qué criterios incluye y qué criterios excluye su identificación? ¿Cómo se han obtenido? ¿Con qué consecuencias para quién? En fin, no sigo para no alargarme. En cualquier caso, me parece que deberíamos no aceptar ningún discurso basado en la orientación a resultados sin indagar y explicitar los supuestos e intereses que esconde.</p>
<p>Pero éste no es solo un debate analítico. Es también un debate sobre la buena y mala gestión. Mi tesis es que toda apoteosis retórica sobre la orientación a resultados no refleja otra cosa que una mala comprensión de la gestión (o la reducción de la gestión a una de sus dimensiones). Porque desconecta la gestión de, al menos, dos componentes que son indispensables para gestionar a nuestras organizaciones cada vez más complejas y a profesionales cada vez más formados… profesionales que suelen ser personas, por cierto. Porque la mera orientación a resultados convierte el trabajo en una actividad sin propósito. Quizás con objetivos, pero sin propósito. Y difícilmente una organización será viable sin un propósito compartido y creíble que la galvanice y proyecte. Por eso la mera orientación a resultados tiene también un impacto negativo en lo que atañe a la vinculación y compromiso de los profesionales. Porque reduce su actividad laboral al cumplimiento de objetivos y la obtención de ingresos, pero la vacía de sentido y significado. Quienes solo saben hablar de orientación a resultados difícilmente generarán innovación, adaptación al cambio y creatividad.</p>
<p>En el mundo en el que vivimos, si todo lo que se nos ocurre es únicamente que hay que tener orientación a resultados, pronto no tendremos ni tan solo resultados.<br/><a href="http://www.josepmlozano.cat">www.josepmlozano.cat</a><br/>@JosepMLozano</p>