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OBSOLESCENCIA PROGRAMADA Y OBSOLESCENCIA PERCIBIDA. EL PREMIO ONDAS 2011 AL MEJOR DOCUMENTAL

El último premio Ondas 2011 al mejor documental se lo ha llevado un trabajo, dirigido por Cosima Dannoritzer y coproducido por Televisión Española, que se titula  “Comprar, Tirar, Comprar: La historia secreta de la obsolescencia programada.”

            Nuestro artículo de hoy quiere arrojar cierta luz sobre esa historia secreta que se ha convertido en el motor de la economía moderna pero también en el motor de la contaminación y de la insatisfacción de las sociedades modernas. Para introducirnos en el tema es necesario que nos hagamos la siguiente pregunta: ¿Por qué, pese a los avances tecnológicos, los productos de consumo duran cada vez menos?, ¿Por qué las baterías se mueren a los 18 meses de ser estrenadas, las impresoras se bloquean al llegar un número determinado de impresiones o las bombillas se rompen al llegar a las mil horas de uso? La respuesta está en la obsolescencia programada. Una estrategia empresarial que se  formuló como solución durante la Gran Depresión de 1929. De hecho, la mayoría de los académicos sitúan el origen del concepto en el año 1932, concretamente a raíz de un folleto de Bernard London: “Acabar con la depresión a través de la Obsolescencia programada”. En él, London culpabiliza de la depresión económica mundial a los consumidores que desobedecen “la ley de caducidad” usando “sus coches viejos, radios viejas y ropa vieja mucho más de lo que los estadistas habían esperado”.

            El ejemplo más claro que existe sobre esta estrategia empresarial ilegal, es la que se utilizó en 1924, cuando las mayores empresas mundiales de fabricación de bombillas (Osram, philips, etc.,) acordaron reducir la durabilidad de éstas, de 2500 horas a tan solo 1000, llegando a penalizar con severas sanciones a aquellas empresas que incumplieran con este estándar. A pesar de que esta práctica de control se declaró ilegal por los tribunales, no llegó nunca a prosperar en el mercado ninguna patente de bombillas que superara la duración acordada.

           

            La filosofía que hay detrás de esta estrategia de producción y diseño, se suele justificar con el argumento de que la empresa que diseñe o produzca productos demasiado duraderos está cavando su propia tumba. Con la finalidad de aumentar sus ventas y, por tanto, sus beneficios, las empresas se olvidan de la ética, para producir deliberadamente productos que se romperán, descompondrán o dejarán de funcionar rápidamente, coincidiendo por lo general, con la expiración del período que cubre la garantía. Esto es, el hecho de que se nos estropee el móvil, el ordenador, la televisión o el frigorífico, y de que sea casi imposible su reparación, no es un accidente, es una estrategia empresarial destinada a aumentar las ventas y los beneficios.

 

            Pero ni siquiera a través de esta estrategia el nivel de consumo alcanza los ratios necesarios que requiere nuestro actual sistema económico; de ahí que el marketing y la publicidad motiven a la sociedad a comprar, desechar y reemplazar sus bienes de consumo a un ritmo cada vez más acelerado. El objetivo es infundir en los consumidores el deseo de poseer productos más nuevos, un poco mejores y un poco antes de lo necesario, desechando objetos que todavía son perfectamente útiles. A este fenómeno psicológico se le denomina “Obsolescencia Percibida” y está construido sobre la ficción de lo que no tenemos; impidiéndonos valorar y disfrutar lo que sí está a nuestro alcance. De esta manera el motor de nuestro sistema económico se está convirtiendo al mismo tiempo en motor de la insatisfacción social y de la destrucción del planeta, porque lo único que parece importar es el aumento del consumo y no sus consecuencias: (Aumento de la producción de gases de efecto invernadero, aumento de la huella ecológica, deforestación, contaminación de las aguas, proliferación de vertidos incontrolados, etc.)

 

            La alternativa a esta estrategia pasa al menos por dos nuevos paradigmas: el paradigma del Consumo Consciente, que promueva un consumo motivado no por impulsos sino por valores y el paradigma del Decrecimiento que compatibilice la felicidad y satisfacción humana con la sostenibilidad y la preservación del planeta. ¡Tuya es la decisión!

 

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Comentario por Guillén Berazaluce el diciembre 13, 2011 a las 11:58pm

Llevo 20 años colaborando en el diseño de productos industriales y hasta hace poco tiempo no he sido consciente de la magnitud y consecuencias que mis decisiones conllevan. Diseñar, yo soy diseñador industrial, forma parte de las muchas operaciones que preceden a la fabricación de cualquier producto. Desde esta pequeña disciplina profesional, normalmente asociada a un  despacho, no es evidente poder abarcar todo el ciclo de vida del producto, o al menos hasta ahora. Lo más normal es que el diseño que ha sido concebido en europa acabe fabricándose en el sudeste asiático y aquí es donde perdemos la idea del alcance de nuestros impactos ambientales. 

En la actualidad tenemos a nuestro alcance herramientas que nos permiten ser conscientes del uso intensivo de recursos y derroche energético dedicado a cubrir supuestas necesidades de nuestra sociedad. Muchas veces un nuevo producto responde a una necesidad de imagen, a tener algo nuevo que mostrar en el catálogo más que a los deseos de los usuarios y es aquí donde la obsolescencia programada tiene su origen. El fabricante cuenta con renovar su gama al ritmo que lo hace la competencia.

Pocos de los productores se plantean la sostenibilidad ambiental como un eje estratégico, pero si esta filosofía no se empieza a popularizar pronto no quedarán recursos con los que fabricar. El análisis de ciclo de vida posibilita que antes de tomar las decisiones de diseño podamos valorar lo que ello significan para nuestro planeta y sus habitantes.

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