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Foro de debate sobre ética y responsabilidad social en empresas y organizaciones

Qué bueno el nuevo artículo de Antonio Vives “A Dios rogando y con el mazo dando”, con el que coincido en casi todo. Empezando por la utilidad de este tipo de debates: al menos para mí, sobre todo si se realizan con personas de la calidad profesional y humana de Antonio.

Sólo mantengo una pequeña discrepancia: ciertamente los límites que planteaba en mi artículo inicial (“Los límites de la RSE”) se refieren -como bien señala Antonio- fundamentalmente a la concepción economicista y utilitarista de la RSE: la basada en el “business case” (que es la defendida generalizadamente por la gran empresa que dice que apuesta por la RSE). Pero con una salvedad: el tercero de los límites (los que yo denominaba “de alcance”) no se refiere sólo a esta concepción, sino (me temo) a toda concepción voluntaria: y también -en este sentido- a la planteada desde presupuestos éticos, incluso en sus mejores versiones (en la estela de la gran Adela Cortina). Porque toda concepción voluntaria (choca con esos límites:

1. Con la impotencia frente a la irresponsabilidad social empresarial propiciada por la competencia, el mercado y, en definitiva, el conjunto del sistema económico (e insisto, muy especialmente por determinados ámbitos ultracortoplacistas de los mercados financieros), que penalizan demasiado frecuentemente y muy severamente los criterios de largo plazo, sostenibildad y responsabilidad.

2. Con la impotencia frente al enorme poder de las grandes empresas, que las permite actuar irresponsablemente (y las impulsa a hacerlo) porque obtienen de esa forma de actuación beneficios irresistiblemente tentadores (siguiendo en esto al inolvidable Oscar Wilde: “yo soy capaz de resistir a todo, salvo a la tentación”).

Por eso, por el carácter de las condiciones que dificultan la implantación de una RSE auténtica, creo que la preocupación por el comportamiento de las grandes empresas no puede prescindir de este contexto. Y para afrontarlo debidamente se requiere -creo- planteamientos apropiados, que necesariamente deben tener una perspectiva más amplia y más política que la que permite el debate estricto sobre la RSE y su concepción voluntarista.

Al margen de esto, sólo puedo estar de acuerdo (y lo celebro mucho) con Antonio en todo lo restante:

- En que la RSE no es sólo cosa de las empresas. Es imprescindible que la sociedad se movilice y actúe: que critique y penalice a las malas empresas y que valore, reconozca y premie a las menos malas (iba a decir a las buenas, pero no sé si esto supondría entrar de lleno en el terreno de la ciencia ficción, tan próximo al de la RSE). Y que para todo esto es fundamental la formación.

- En que no sólo son necesarias (pero que lo son) las actuaciones regulatorias y compulsivas de las Administraciones Públicas (ojo: y de los organismos internacionales), sino también las de carácter no obligatorio: las que Antonio denomina “acciones positivas” (de incentivo, fomento, estímulo...).

- En que las actuaciones de dichas Administraciones Públicas tienen siempre numerosos defectos: inconscientes, conscientes e incluso inevitables (porque no hay decisión de política perfecta que sólo genere resultados positivos y que no dañe a nadie).

Pero conviene no olvidar que también tiene fallos (¡y cómo!) el mercado1 y que los anteriores son factores que no ponen de ninguna forma en cuestión las actuaciones públicas compulsivas: máxime en contextos en los que no hay una cultura suficientemente fuerte de responsabilidad social ciudadana, en los que el mercado no favorece los criterios de RSE, en los que la sociedad civil es muy poco activa en estos temas y en los que las grandes empresas alcanzan un poder de mercado particularmente relevante. En situaciones de este tipo (que lamentablemente son las nuestras), la actuación reguladora y de exigencia obligatoria del gobierno es imprescindible, por muchas insuficiencias que tenga. Insuficiencias en cuyo remedio es también imprescindible trabajar: algo en lo que de nuevo es básica la actuación ciudadana. Para una buena RSE hace falta una buena sociedad y una buena política.

Merece la pena, en este sentido, recordar la lúcida advertencia (tan similar, por otra parte, a lo que más de una vez ha propuesto Antonio Vives) de una de las personalidades más relevantes de la RSE en Europa2: el argumento de que la RSE puede ser positiva también para las empresas y que, en esa medida, las fuerzas del mercado la estimularían por sí solas, sólo sería cierto en el caso de que el mercado la valorara y la premiara. Como ésa de momento no es la realidad, lo necesario es desarrollar las condiciones para que eso suceda: condiciones que sólo pueden ser impulsadas por la sociedad civil y los gobiernos, de forma que contribuyan a construir un entorno en el que realmente el “business case” funcione. Lo que sólo puede conseguirse a base de las tres líneas de actuación en las que Antonio Vives y un servidor creo que coincidimos: presión social (incluso muy fuerte), políticas de fomento y políticas obligatorias. Las pequeñas diferencias entre los dos radican en el diferente acento (y en la diferente esperanza) que cada uno ponemos en cada línea.

Y por otra parte, repito que bienvenidas sean las actuaciones empresariales voluntarias (insisto: siempre que sean honestas y no se dirijan preferentemente a la imagen y a su lavado). Pero es verdad que en esta última línea yo confío poco (y además temo en ella actuaciones peligrosas en el mundo de la gran empresa).

Por tanto, acuerdo casi total. Y desde luego también en el estupendo título del artículo: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Claro que sí; pero dando con el mazo tanto al menos como se ruega. Y por descontado que sin esperar: porque la gravedad de los problemas que muchas empresas provocan no admite espera y porque el mundo sería claramente mejor si las empresas se comporatan de forma más responsable.

1Un acongojante recordatorio reciente de la mano de dos premios Nobel: G. A. Akerlof y R. Shiller, La economía de la manipulación, Deusto, Barcelona, 2016.

2Olivier De Schutter, “Corporate Social Responsibility European Style”, European Law Journal, vol. 14, No. 2, marzo de 2008, pp. 203–236.

 

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