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Foro de debate sobre ética y responsabilidad social en empresas y organizaciones

 

 

            La última conferencia internacional sobre seguridad celebrada en Munich ha servido para ratificar el principio del fin del multiculturalismo y a nuestro juicio, también un cambio en las teorías políticas liberales hacia posiciones más clásicas. Para entender lo que supone este mensaje lanzado por los mandatarios de las grandes potencias europeas como David Cameron y Angela Merkel, hay que explicar un poco cómo este término se relaciona con un Liberalismo Político que entiende que la pluralidad será siempre un rasgo característico de un régimen democrático libre (Rawls, J.) y cómo se aparta, en cambio, de la versión liberal más clásica caracterizada por la ceguera cultural del asimilacionismo.

 

            El multiculturalismo es cierto tipo de política desarrollado en Canadá a principios de los años 70 con la que se pretendía abordar los problemas que presentaba una sociedad formada por minorías nacionales (franceses, ingleses y aborígenes) y numerosos grupos étnicos procedentes de la emigración (Canadá, Australia y Estados Unidos poseen los tres mayores índices de inmigración per cápita del mundo), que desarrolló una pluralidad de doctrinas razonables de vida buena. Esta nueva política intentaba sustituir el modelo asimilacionista de la angloconformidad por una política más tolerante y pluralista que permitiera, a sus nuevos miembros, conservar ciertos aspectos de su herencia  étnica, y a las antiguas minorías nacionales, disponer de cierto autogobierno. Todo ello, en aras de la estabilidad social a través del reconocimiento de la diferencia y de la integración.

             Los grandes líderes europeos nos anuncian ahora sin embargo, en aras de la seguridad, la necesidad de acabar en el seno de las democracias liberales con esta política de integración de las minorías a través del reconocimiento, y su sustitución por una política ciega a la diferencia que niegue la identidad de las personas para introducirlas en un molde homogéneo que no les pertenece de suyo. Sinceramente, creo que sustituir el carácter deliberativo que insufla el multiculturalismo en la vida política de una sociedad, por el carácter imperativo del asimilacionismo cultural, es un error estratégico tanto a la hora de buscar la convivencia pacífica entre distintas doctrinas razonables de vida buena como a la hora de combatir aquellas doctrinas que no lo son.

Esta reforma parece más peligrosa que la reforma laboral, aunque se hable menos de ella, no os parece?

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Comentario por Cristina Centeno el mayo 31, 2011 a las 1:10pm

La inmigración no es un hecho actual, sino que desde hace siglos distintas poblaciones se han dedicado a migrar a diferentes zonas en busca de un futuro mejor, más próspero. Estas personas no emigran de sus países por “amor al arte” sino que es su último recurso tras las consecuencias de las desigualdades económicas del mundo entero. La diversidad cultural es un hecho que acompaña a esta situación, sin duda.

 

La globalización, propiciada por el neoliberalismo económico, ha perjudicado a estos inmigrantes tratando de eliminar la convivencia multicultural y aumentado, por tanto, las desigualdades en el interior de los países desarrollados. La integración socioeconómica y cultural de éstos no hace más que encontrar dificultades en su camino y, encima, ahora esto.

 

Los gobiernos se están equivocando. La solución no está en crear una cultura, pensamiento, modo… homogéneo, nadie debería renegar de sus orígenes si así lo siente. La integración no se basa en eso, sino en la convivencia de diferentes etnias, en la justicia social, en la igualdad entre seres humanos…

 

Creo que Cameron y Merkel han dejado mucho que desear en este asunto, pues se olvidan de que el ser humano posee una personalidad que no se le puede reprimir. Sus pueblos también fueron inmigrantes.

 

Comentario por Beatriz Palomar García el marzo 22, 2011 a las 12:58pm

La velocidad del progreso de un país está estrechamente ligada a la cantidad de información y conocimientos que intercambia con otras culturas y otros países.

Si no se acepta y acoge a los portadores de esas culturas y conocimientos, con la excusa de que todos son peligrosos, se corre el riesgo de no aprender a convivir y lo que es peor, nos arriesgamos a pensar que nuestra cultura es mejor que las demás, y si llegamos a esta conclusión, ¿para qué vamos a mejorarla? ¿Qué necesidad habría entonces de seguir progresando?

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