Comunidad ÉTNOR

Foro de debate sobre ética y responsabilidad social en empresas y organizaciones

LA RSC DE LAS MULTINACIONALES: ¿PAZ O CONFLICTOS BÉLICOS?

¿Pueden las multinacionales que intervienen en zonas de conflicto, facilitar un proceso de paz o más bien lo que hacen es exacerbarlo?

 

Esta fue, ni más ni menos, la compleja pregunta que la UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE CALÍ (Colombia) nos planteó hace casi dos años a un grupo de investigadores, profesores y actores sociales a los que había invitado como ponentes en el III Congreso Internacional de RSE (19-21 de agosto, 2009). Tuve el honor participar como conferenciante con personalidades tan relevantes como la Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú, el gran especialista de NNUU en ética del Desarrollo Bernardo Kilksberg, la controvertida senadora colombiana Piedad Córdoba o el catedrático, escritor, humanista y ex secuestrado de las FARC Oscar Tulio Lizcaíno. Ha llovido mucho desde aquel congreso, pero creo que viene bien recordar algunas interesantes ideas que allí se barajaron.

 

Antes de desarrollar algunas conclusiones clave del Congreso en cuanto al rol de las multinacionales en los procesos de rehabilitación posbélica, me gustaría hacer un inciso acerca de la Universidad de Calí, de los congresistas y del público asistente. En primer lugar, confieso que nunca en mi vida como conferenciante había hablado ante tantas personas (más de 3.000 asistentes según datos de la USC), ni tampoco ante una audiencia tan cultivada como cortes. Para un estudioso de la ética y docente no hay nada más gratificante que un público interesado y participativo. Parafraseando el texto bíblico me atrevería a escribir que “por sus preguntas les conoceréis”. ¡Y que preguntas! ¡Que bien planteadas y con cuanta educación! En una época en la que la zafiedad y la grosería más execrable son patente de corso y hasta una nota de estilo, sentí en Colombia que a pesar de un conflicto que tiene exactamente mi edad  (las FARC nacieron en 1964) sus ciudadanos han salvaguardado lo que antaño denominábamos urbanidad o cortesía. Afirma Comte-Sponville en su maravilloso “Pequeño Tratado de las Grandes Virtudes” que aunque la cortesía no es realmente ética sino “apariencia” de ella, es sin duda esencial para la convivencia pues a costa de repetir el “buen hábito” (saludar, ceder el sitio, ayudar al débil,...) llegamos a construir un “buen carácter” (justo, generoso, tolerante, ecuánime, solidario,...). Así es como se define la ética: la forja de un (buen) carácter.

 

Pero cuando hablamos de rehabilitación posbélica se parte de la base de que, previamente, existió un conflicto. Y en un conflicto bélico abunda la muerte, la violencia y la tragedia de matar o morir. Durante el congreso tuve la oportunidad de cenar con Rigoberta Menchú quien nos contó, con su voz dulce y bajita, que a pesar de haber sufrido en sus propias carnes el horror de la guerra estaba dispuesta a perdonar a sus verdugos. No es un comentario sorprendente viniendo de una Nobel de la Paz y sin embargo... hay que poseer una enorme fortaleza moral para saber perdonar los horrores y vejaciones a los que ella y su familia fueron sometidos bajo la dictadura guatemalteca. Pero el perdón no es un cheque en blanco. A continuación Rigoberta Menchú añadió, con tanta dulzura como determinación “... pero para perdonar es preciso que los victimarios pidan perdón. Si no muestran arrepentimiento, si no solicitan el perdón ¿Quién podría concedérselo?

 

Otro de los ponentes fue Oscar Tulio Lizcaino, quizás, la personalidad que más me impresionó de entre todos los congresistas. Es un hombre notable (catedrático, escritor, poeta, ex senador y ex alcalde) cuya vida fue abruptamente truncada hace doce años años, cuando fue secuestrado por las FARC. Estuvo secuestrado durante 9 años (¡nueve!) y en su terrible y largo cautiverio envejeció, enfermó, sufrió, creyó morir y, sobre todo, desarrolló una inmensa sensibilidad humana. Nos contó que durante su largo secuestro consiguió mantenerse vivo y cuerdo gracias al constante recuerdo de su esposa “Martita”, a los poemas de Miguel Hernández que siempre llevaba consigo y a los árboles de la selva a los que bautizó con el nombre de sus antiguos alumnos para darles clase todas las mañanas... Fue así como consiguió sobrellevar la soledad inmensa del secuestrado y la tristeza destructiva de quien sabe le han robado su vida. Narra todo esto en un emotivo libro de memorias (“Años de silencio”) que publicó justo después de su increíble fuga. Oscar Tulio Lizcaino todavía presentaba un aspecto frágil y demacrado; sin embargo cuando empezó a hablar descubrí ese tipo de fuerza interior que a lo largo de la historia a convertido a gentes normales en héroes sublimes. No mostró resentimiento. Solo anhelaba que la paz volviera a Colombia, para que ningún otro colombiano tuviera que soportar la tortura a la que él fue sometido; para que nunca más el recuerdo sagrado de Bolívar vuelva a ser mancillado por quienes lo instrumentalizan para destruir todo aquello por lo que luchó aquel héroe de Independencia... Esta forma de pensar es la base de la construcción de paz y esto me lleva a la pregunta inicial ¿Qué pueden hacer las multinacionales para favorecer la construcción de paz y prevenir los conflictos?

 

Durante el Congreso Responsabilidad Social de las Multinacionales en países en conflicto expuse las siguientes conclusiones en las que creo que existe un acuerdo mayoritario entre los diferentes grupos de interés. Algunas de estas ideas resultarán muy conocidas a los seguidores y miembros de ETNOR:

 

–         La saturación de los mercados tradicionales (UE, EEUU) está provocando desde hace unos años un creciente interés por parte de grandes corporaciones en nuevos mercados alternativos (America Latina, África), algunos de los cuales sufren conflictos bélicos (declarados o no) o están en proceso de rehabilitación posbélica.

–         Las organizaciones son responsables de lo que hacen u omiten, especialmente en “Estados frágiles” o en proceso de reconstrucción. Quienes defienden la amoralidad de la empresa empiezan a quedarse solos. Las  externalidades (positivas o negativas) de la empresa empiezan a preocupar a la ciudadanía no solo en los países pobres, sino también en los ricos (en donde el consumidor responsable, la sociedad civil y los medios tienen un creciente poder). La Responsabilidad Social conduce a la legitimación social de la empresa, lo que es esencial no solo para crecer sino para sobrevivir en ciertos contextos (America Latina) en los que la reputación de las multinacionales es muy negativa.

–         Diferencia entre Ética y Ley. La primera es voluntaria, la segunda obligatoria. La Responsabilidad Social, integra la esfera de la ética, y por tanto debe ser voluntaria, lo que no excluye que sea necesario el impulso estatal (esa sería una de las “responsabilidades” del Estado). Por supuesto, antes de desarrollarse acciones de RSE, las multinacionales lo que deben hacer es cumplir con las leyes. Solo lo que mejore, perfeccione o complete las leyes vigentes puede ser calificado de “Responsabilidad Social”. Limitarse a cumplir la ley (obligatoria) es “Legalidad”. Sin embargo existen muchísimas leyes no solo injustas, sino a menudo insuficientes. Es en estos casos cuando las multinacionales tienen la capacidad y libertad para “ser responsables”, para mejorar lo que saben que es insuficiente ...

–         En el ámbito de la RSC, hay tres grandes Derechos “protegidos”: Medio ambientales, Sociolaborales y Derechos Humanos

–         Las decisiones de una multinacional en contexto de conflicto bélico o de rehabilitación, ya no pueden ser tomadas exclusivamente por su Consejo de Dirección o por sus accionistas. Existe un claro consenso en la necesidad de dialogo con los diferentes “grupos de interés”

–         Desde el punto de vista de la racionalidad económica, la paz es mucho más rentable que la guerra.  La paz es un círculo virtuoso que facilita la estabilidad económica y ésta, a su vez, genera y consolida más paz social y política.

–         No hay dudas: las empresas (nacionales o multinacionales) en zonas en conflicto tienen la capacidad de exacerbar o paliar el conflicto. Por tanto, más allá de la simple filantropía, las políticas coherentes de RSC de las grandes multinacionales en zonas de conflicto suponen un enorme impulso para la prevención o finalización de conflictos.

 

¿Qué es lo que supone un conflicto en términos económicos? En primer lugar, lo más evidente: la pérdida de vidas humanas. Aparte del drama personal de toda muerte violenta, ésta además suele generar una espiral de violencia, terror o resentimiento que ralentiza y dificulta la paz y la futura reconstrucción del país. La guerra no solo mata, sino que desvía (reclutamientos forzosos, secuestros, etc) o expulsa (refugiados o desplazados) al “capital humano” más apto para el desarrollo socioeconómico del país. Pero además, la guerra supone la destrucción del capital físico (infraestructuras, propiedad privada, tierras, carreteras, escuelas, etc.) y social (instituciones sociales, asociaciones, leyes, economía de guerra que detrae inversiones en salud y educación para potenciar el gasto militar o defensivo, etc.). Es por todas estas razones por las que el Banco Mundial estima que un conflicto civil supone una disminución del 2% anual de la producción “per capita”. Desde está óptica estrictamente economicista no hay duda de que la guerra no es rentable. Sin embargo, que estos datos no nos hagan perder de vista lo peor de la guerra: la perdida de vidas y la vulneracion de los derechos básicos.

 

Un estudio publicado por FRIDE (2009) concluyó que la construcción de paz tiene también una dimensión económica. Hace pocos meses el prestigoso "The Economist" publicaba un articulo en el que relacionada la penuria económica (a largo plazo) de los paises con la inexistencia de libertades y brotes de violencia, guerra y conflictos (y no la inversa, como a menudo se suele pensar). Las revueltas del múndo árabe podrían ser un ejemplo reciente. La Revolución Francesa de finales del s. XVIII fue debida al hambre causada por el desabastecimiento de trigo, no nos olvidemos. Hay otras razones, por supuesto, pero sin caer en una interpretación "materialista" de la Historia los conflictos tienen una importante raiz económica.

 

El objetivo de la reconstrucción posbélica no consiste en repetir las mismas condiciones previas al conflicto sino crear nuevas condiciones que favorezcan la paz y el desarrollo sostenible. En este sentido, la estrategia de Construcción de Paz de la AECID (Agencia Española de Cooperación y Desarrollo) se basa en promover actividades de desarrollo y fortalecimiento de la empresa privada para la creación de empleo, la recuperación de los mercados y los intercambios comerciales y el incremento de inversiones en la región afectada. Las multinacionales, por tanto, empiezan ya a ser consideraras como actores de desarrollo, al lado de otros grupos de interés históricamente más legitimados como son las ONGs o los organismos internacionales multi y bilaterales. Es importante, por tanto, que desde el ámbito público se faciliten mecanismos de dialogo multistakeholder, para generar sinergias entre todos los que “afectan o son afectados por las decisiones de la empresa”: partes en conflicto (guerrilla, paramilitares, ejércitos), proveedores locales, empresas, administraciones públicas, ONGs, comunidades indígenas,  cooperativas, bancos, universidades,  organizaciones de la sociedad civil, etc.

 

Algunas de las propuestas concretas para construcción de la paz que pude plantear durante el Congreso fueron las siguientes:

 

  1. Crecimiento económico como pilar de pacificación. Rentabilidad acompañada de crecimiento socialmente responsable: planes contra la pobreza y la exclusión; creación de empleo responsable (respeto de los convenios O.I.T.), inversiones socialmente responsables, fortalecimiento de redes locales, aportación fiscal de la empresa al desarrollo del país, etc
  2. Apoyo del sector empresarial en los procesos de diálogo y negociación de paz (mediación entre las partes, promoción del debate público y empoderamiento social, etc)
  3. Posicionarse públicamente por la paz y la no-violencia, incorporándola al proceso de toma decisiones, incluida la identificación de aspectos para la construcción de paz en los que la empresa puede intervenir (diagnostico de prácticas y políticas corporativas que favorezcan la paz y/o prevengan el conflicto, lucha contra la corrupción, lobby político a favor de la paz)
  4. Potenciar una “cultura” empresarial basada en la reconciliación nacional entre empleados: lucha contra la fragmentación y el conflicto “étnico”, composición “híbrida” de equipos de trabajo, integración laboral de comunidades perseguidas, excluidas o marginadas, incluida la reinserción ex combatientes y los programas de Jobs for coexistence (destinados a personas que han sufrido o ejercido la violencia), educación para la paz y educación en valores.
  5. Promoción de los Derechos Humanos, del humanitarismo y de la Educación para la paz: uso responsable de cuerpos de seguridad privados, refugiados y desplazados, Derechos Humanos, género, medio ambiente, comunidades indígenas, exigencia a proveedores de pautas éticas, etc.
  6. Establecer responsabilidades de la empresa y hacerlas públicas (Memorias GRI, códigos de conducta, auditorias, etc). Transparencia como prueba de coherencia, una materia ampliamente estudiada y brillantemente expuesta desde hace décadas por la Fundación Etnor (Adela Cortina, Domingo García-Marzá, etc), organización de la que he aprendido casi todo lo que sé de ética de las organizaciones.

En agosto de 2009 fui invitado como conferencista por la Universidad de Santiago de Calí, pero al regresar a España tras tres días en esa hospitalaria ciudad tuve la sensación de que había recibido yo mucho más de lo que allí dejé. Mi agradecimiento a sus estudiantes y a esa audiencia colombiana que supo expresar con hechos, preguntas y silencios el verdadero sentido de las palabras “ética”, “responsabilidad” y “paz”. Con ese capital humano, creo que Colombia solo puede esperar un esplendoroso futuro.

 

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