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Foro de debate sobre ética y responsabilidad social en empresas y organizaciones

Casi coincidentes en el tiempo, se han publicado recientemente diversos documentos sobre el intenso  incremento de las desigualdades que se viene experimentando en nuestro país (Consejo Económico y Social, Papeles de Economía Española, Fundación Alternativas y FOESSA): una coincidencia, sin duda, reveladora de la gravedad del problema.  Se trata de una preocupación  que comparte Economistas sin Fronteras, que dedica el último número de su publicación digital trimestral Dossieres EsF a este mismo tema (“Desigualdad y cohesión social”, www.ecosfron.org). En ninguno de estos trabajos, sin embargo, se aborda explicitamente un aspecto en el que  creo que merece la pena reparar: la incidencia de las grandes empresas en la desigualdad económica.

Sin embargo, es algo en lo que estas empresas publicitan extensamente su presunto compromiso: la lucha contra las desigualdades es uno de los lemas recurrentes de las políticas de responsabilidad social  empresarial. Y ciertamente,  no puede negarse la consecución de algunos resultados moderadamente (muy moderadamente) positivos en terrenos como las desigualdades de género o las derivadas de las diferentes formas de discapacidad. No obstante, son resultados que palidecen frente a los impactos rotundamente negativos que las grandes empresas vienen generando en la aceleración de las desigualdades económicas, tanto a nivel  interno como general. Un fenómeno que se enmarca (y que contribuye poderosamente a impulsar) en el fuerte crecimiento de las desigualdades que se viene experimentando en todos los países desarrollados desde el surgimiento de la crisis: crecimiento de  particular intensidad en España, que alcanza en la actualidad el dudoso honor de ser el segundo país de Europa en grado de desigualdad (1).

Sin duda, es un fenómeno, condicionado decisivamente por  la propia crisis y, más aún, por las políticas aplicadas para afrontarla. Pero muchos analistas consideran también que en esta tendencia desigualadora están influyendo además, y sensiblemente, las grandes empresas. Y ello, por dos razones complementarias.

En primer lugar, porque en las grandes empresas está aumentando muy rápidamente (ya desde antes de la crisis, pero la tendencia se ha acelerado en los últimos años) el grado de desigualdad interna, con un ensanchamiento espectacular del abanico salarial. Un ensanchamiento en el que tienen una responsabilidad fundamental las políticas de retribución variable para altos directivos y consejeros que tan nefastos efectos han producido en la gestión de muchas empresas. Por referirnos sólo al caso español, un reciente trabajo de CC.OO. (2) constata cómo entre 2007 y 2011 la retribución de los consejeros de las empresas del IBEX 35 se ha incrementado en un 6,5% y la de los directivos, un 22,9%, pasando la remuneración de los consejeros ejecutivos de suponer en 2007  76,4 veces el salario medio de la empresa a alcanzar la impresionante cifra de 83,6 veces en 2011. Todo, en un contexto de crisis creciente, en el que los beneficios agregados  de esas mismas empresas se han reducido en un 36,3%. Un fenómeno, además, agravado por una clara tendencia a la baja de los salarios más reducidos desde el comienzo de la crisis: en España, la “pobreza laboral” (las personas que pese a trabajar no superan el umbral de la pobreza) ha pasado del 10,8% al 12,7%  entre 2007 y 2010 (3).

En segundo lugar,  por la influencia general de las grandes empresas en el conjunto de la economía.  Como argumentaba no hace mucho Paul Krugman  (4), una de las razones que más plausiblemente  puede explicar el intenso incremento de las desigualdades económicas experimentado en EEUU en años recientes (pero su reflexión puede extenderse a todos los países avanzados) “… es que estamos contemplando los efectos de un enorme aumento del  poder monopolístico” (o, si quieren ustedes, un aumento del poder de mercado de las grandes empresas): un creciente poder que, por una parte,  las grandes empresas usan “para subir los precios, sin que los beneficios repercutan en los empleados” (pero sí, desde luego, muy negativamente en los consumidores). Y un creciente poder, por otra, que permite a las grandes empresas una influencia cada vez mayor en las políticas económicas, para alinearlas a sus intereses: fundamentalmente vía reducciones impositivas, privatizaciones y suavización de la regulación. Es ésta también la razón que para Vicenç Navarro más claramente contribuye a explicar las diferencias en el grado de desigualdad entre países de similar nivel de desarrollo: “en aquellos países donde el capital (los grandes grupos financieros y económicos) tiene mayor influencia política, las desigualdades son mayores”, lo que le lleva a sostener que “las causas mayores del crecimiento de las desigualdades tanto dentro de cada país como a nivel mundial son políticas (es decir, relacionadas con las relaciones de poder) más que económicas” (5). Conclusión no muy lejana a la que llega el Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social, advirtiendo que en ese combate es esencial “la manera en que los intereses empresariales influencian la política pública” (6). 

Nótese que esta influencia desigualadora, que ciertamente puede impulsar beneficios extraordinarios a corto plazo para las empresas que la propician, genera resultados sustancialmente perversos en el conjunto de la economía a mayor plazo. En primer lugar, por los ya comentados perniciosos efectos que las insensatas remuneraciones a altos directivos provocan en la gestión empresarial: por la tendencia al cortoplacismo, a los riesgos excesivos e incluso a prácticas que bordean el fraude que estas remuneraciones impulsan, forzando artificialmente beneficios inmediatos (o aumentos de cotización de las acciones de la empresa), a los que están vinculadas las retribuciones variables. En segundo lugar, por la evidente falta de equidad que esas desmesuradas remuneraciones reflejan en el afrontamiento de la crisis, en un contexto en el que los sectores mayoritarios de la sociedad se ven afectados por asfixiantes políticas de “austeridad”. Y finalmente, porque -como diversos trabajos empíricos han demostrado- el crecimiento de la desigualdad reduce tanto el ritmo de crecimiento de las economías nacionales como la capacidad del propio crecimiento económico  para reducir la pobreza.

Son aspectos todos de los que cabe extraer recomendaciones en una triple dirección:

  1. La necesidad de plantearse la reducción de la desigualdad (y de la pobreza) como objetivo central de la política económica.
  2. La utilidad social de establecer límites a las remuneraciones de los altos directivos y a las diferencias entre estas remuneraciones y el nivel retributivo medio de las empresas. El reciente referemdum suizo sobre estas cuestiones, al igual que iniciativas en la misma línea en otros países europeos, y muy especialmente en la Unión Europea,  constituyen, sin duda, ejemplos muy significativos de cómo va ganado terreno esta idea, hasta no hace mucho considerada como un atentado contra el libre mercado.
  1. La conveniencia de establecer sistemas de regulación y de contrapoderes más severos para las grandes corporaciones para limitar su capacidad de incidencia en las políticas públicas. O, como apunta el citado documento de Naciones Unidas (con esa terminología de los organismos internacionales tan críptica y tan políticamente correcta, pero en este caso tan subversiva): “el análisis sugiere que, desde la perspectiva del desarrollo inclusivo, un desafío clave es reasegurar el control social sobre los mercados y las grandes corporaciones a través de diversas formas de regulación y la reconfiguración de las relaciones de poder”. Desafío, concluye el documento, para el que “un elemento crucial es la necesidad de fortalecer las medidas compensatorias en los arreglos institucionales, incluyendo la capacidad reguladora y de inspección del Estado” (7).

 

  1. Fundación Alternativas, Informe sobre la desigualdad en España 2013, Madrid, 2013.
  2. CC.OO., Empresas IBEX 35, Madrid, 2013.
  3. Fundación Alternativas, op. cit.
  4. P. Krugman, “Robots y capitalistas sin escrúpulos”, El País Negocios, 16/12/2012
  5. V. Navarro, “¿Por qué las desigualdades están creciendo?”, elplural.com, 20/1/2013.
  6. Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social, Combatir la pobreza y la desigualdad, Ginebra, 2011.
  7. Ibídem.

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